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Frederich Cepeda: Siempre he sido millonario

Frederich Cepeda Cruz.

Frederich Cepeda Cruz.

Por Elsa Ramos

Con algunas palabras japonesas y una reverencia ciento por ciento cubana, me recibe Frederich Cepeda Cruz, tras unos cinco meses de estancia en la tierra del sol naciente. Llega algo estilizado y con la tez menos quemada. También inconforme, pero rehuye a la justificación para sus 194 de promedio, seis jonrones y 18 impulsadas. Cordial y diplomático como siempre, cuesta advertir al “millonario”, una palabra que ni en juegos quiere admitir, aunque su contrato lo justifique como primer jugador cubano en activo que logró penetrar en el béisbol profesional.

Para él los mejores “billetes” siguen siendo “el cariño y el respeto de la gente” y los dibujos de su hijo que lo reciben en todas las puertas de la casa, con dos números: el 23 japonés y el 24 cubano.

“Fueron tres experiencias. Estar en las Ligas Mayores, en las Menores, jugar en la élite de un béisbol tan grande y fuerte, y convivir en una ciudad con un alto nivel de vida, con todo diferente, idioma difícil. Fue en todos los sentidos una estancia hermosa, pero que vengo insatisfecho porque no rendí lo que quería”.

¿Te presionó ser el primer elegido para Japón?

“Al principio sí, luego entiendes que no es Japón, es la organización de los Gigantes, ellos necesitaban un jugador, un jardinero, querían buscarlo en Cuba, me habían observado en los Clásicos y deseaban que les prestara un servicio, así es como se maneja todo eso. Es un deporte, pero también un negocio, lo principal es cumplir con la disciplina porque el resultado va y viene. Allá aprendí muchas cosas, pues no siempre estás ni en la posición ni en el lugar que quieres; no obstante, al final la vida te premia, es un reconocimiento que hayan venido de tan lejos, con tantos peloteros que hay en el mundo. Conocí a muchos de varios países que conectan 30 o 40 jonrones, corpulentos de 1.90 y más de estatura, por tanto no podemos pensar que somos el centro del mundo, aunque tengamos excelente peloteros, pero tuve ese privilegio de estar ahí.

De las mil y una interrogantes, ¿cuántas pudiste despejar?

Muchas, y siempre te quedan. Me dio un poquito de dolor porque me decía: si en Cuba se pudiera tener todo esto, si tuviéramos la posibilidad económica de contar con una liga como esta fuera una de las más fuertes del mundo; de hecho lo es y todos esos peloteros que juegan fuera de Cuba, independiente de la liga en que participen, han tenido resultados o han sido contratados, o sea, con esas condiciones seríamos más cotizados de lo que somos.

Quise tener más oportunidades para jugar, tal vez el año completo, y si no bateé, pues adiós Cepeda, no pudiste hacer lo que nosotros queríamos. Pienso que se analice para próximos contratos. Albergo la esperanza de poder ir nuevamente; si no, irán otros, lo que más me molesta es que sé que puedo, pero no tuve la oportunidad, no te digo que si vuelvo voy a ser líder de jonrones y a batear 320, solo lo desearía para jugar un poco más.

Economía aparte, ¿qué tan diferente somos?

Estuve en las dos ligas: primero por lesión y luego por bajo rendimiento. Te puedo decir que hay un excelente pitcheo, todo está muy bien organizado, te escautean todos tus turnos al bate, todos tus swings igual que al pitcher. Es un sistema casi perfecto, con cámaras y videos en todos lados, luego te dan una planilla donde tienes los principales lanzamientos, dónde los tira el pitcher, con qué conteo; claro, todo eso es teoría, en la práctica es diferente, pero es bonito.

Desgraciadamente no tenemos mucho dinero, pero ellos cuentan con todas las condiciones: desde cinco o seis jaulas de bateo, máquinas para batear, bates y pelotas de diferentes pesos, un domo o lugar techado donde se puede entrenar aunque llueva, gimnasios, equipos de masajistas para la recuperación, psicólogos, médicos, y se entrena muy fuerte, se corre mucho, te dan mucho masaje para estirar los músculos y siempre tienes una recuperación muy buena.

¿Cómo te adaptaste a tanto rigor?

Pasé trabajo. A lo primero que te enfrentas es al idioma, no puedes reaccionar al momento a lo que te dice el entrenador, hay que esperar a que el traductor te diga y, como él lo sabe, a veces son terminologías que primero él debe aprenderlas para decírtelas. Se entrena horas y horas, en Grandes Ligas cuando jugábamos, salíamos del departamento a las doce del día y regresábamos del estadio a las diez de la noche, y en la Liga Menor igual, empezaba el entrenamiento a las nueve de la mañana y dos horas antes podías darte masaje, fisioterapia… Las repeticiones son muchas, si en Cuba corres 10 velocidades, allá son 20, si coges 20 flays, allá son 60, 100… y todo diario.

¿Qué tanto te afectó jugar como emergente?

Me sentí extraño y un poco incómodo, fui con muchas ilusiones de tener un buen rendimiento, pero no se hizo lo que se me dijo de que primero me adaptaría. Recuerda que empecé de cuarto bate y conecté algunos jonrones, pero luego fui jugador de cambio y después de emergente como en 30 turnos, algo que es difícil porque sales a partir del séptimo, enfrentas al pitcher preparador y al cerrador que por lo general son los que más duro tiran y a los que menos se les conecta.

¿Hasta dónde te afectó ese choque sueños-realidades?

Al principio, sobre todo cuando me ponchaba mucho, tenía pocos turnos porque jugaba un día y otro no, y me usaron poco para batear a la derecha, solo unos 20 turnos. Cuando llegué ya los titulares estaban ahí, todo estaba avanzado, pero me dije: no voy a pensar en que estoy mal porque así no resolveré el problema, voy a seguir entrenando y cuando me toque la oportunidad trataré de hacerlo bien, yo no voy a venir a cambiar un equipo que es el más grande de Japón durante 80 años. Los cubanos y venezolanos me decían: “Tranquilo, aquí el béisbol es diferente”.

¿Y que una estrella cubana cayera en una constelación?

Llegué y viré como mismo, no esperé llegar y que me dijeran al segundo día: “Dale, eres jardinero izquierdo y cuarto bate, eso como quiera que sea te provoca un poco de presión y más si nunca habías jugado en una liga extranjera; por tanto, tienes que adaptarte a mil cosas: a un terreno techado, a las señas…

¿Entre las diferencias también se cuenta el público?

Sí. Es increíble, en todo momento el estadio se mantiene lleno, se gane o se pierda. En los play off, aún en el último partido, no se vacía, hay clubes de fans, como las congas aquí y los ubican en una parte del terreno y van todos los días, corean los nombres de los peloteros, siguen al equipo a todos lados, son incapaces de agredir a nadie, ponen carteles con tu nombre y frases como: “Cepeda, vamos, adelante, ayúdanos, te queremos”. Te cantan canciones, en la calle te reconocen, para tomarse contigo una foto te piden permiso, si 10 personas te piden un autógrafo hacen la cola correctamente.

¿Cómo se siente un “millonario”?

Siempre he sido millonario porque he tenido el cariño y el respeto de 11 millones de cubanos y de muchos que en el mundo siguen el béisbol y mi carrera. Conocí muchos cubanos allá, me llamaban por teléfono, me daban ánimo, los de la embajada me llamaban todos los días, en eso me sentí como en Cuba.

Hablo de millones de dinero…

No he pensado en eso aún, te repito que el dinero no lo es todo, sé lo que representa económicamente para vivir mi familia y yo, pero no te crea una satisfacción plena, nada de eso compra felicidad, salud u otras cosas que quisieras fueran perfectas. Acabo de llegar y sigo siendo la misma persona.

Con los Gallos como están algunos aplauden tu llegada.

Tengo que seguir mi carrera aquí, necesito organizarme, conversar con las autoridades, no sé si voy a los Centroamericanos, llevo como año y medio sin parar y necesito descansar y recuperarme de una temporada tan larga. También es importante ver la evaluación de los médicos cubanos sobre mi lesión; aunque ya estoy bien, no tengo problemas para jugar.

¿Crees que el camino entre Cuba y Japón quedó abierto?

Pienso que van a venir a buscar muchos más porque cada organización tiene su reglas y quieren conocer acerca de Cuba. Ellos saben de los que juegan en otras partes, y creo que los que puedan ir, si les dan la oportunidad, lo van a hacer bien.

(Tomado de Escambray)