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Muere Ben Bradlee, el 'hombre grande y valiente de las noticias'

Ben Bradlee, en una imagen de 2013. Foto: Reuters.

Ben Bradlee, en una imagen de 2013. Foto: Reuters.

Ben Bradlee, la epítome de director de periódico, ha fallecido esta madrugada en su casa de Washington. Tenía 93 años, de los que pasó 26 como director de The Washington Post. Durante ese periodo, el Post, como se le conocen familiarmente, pulverizó a su competencia en la capital estadounidense y se convirtió en uno de los grandes periódicos de referencia del mundo, en buena medida gracias al tándem formado por Bradlee y Katharine Graham, que asumió la gestión de la empresa familiar tras el suicidio de su esposo, Phil, en 1963.

Su momento de más esplendor, y por el que siempre será recordado, se produjo a principios de la década de los setenta, cuando Bradlee y Graham decidieron publicar las investigaciones que dos jóvenes periodistas del Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, estaban llevando a cabo sobre un allanamiento de robo en las oficinas del cuartel general del Partido Demócrata. Lo que había parecido "un atraco de tercera"-en palabras del entonces portavoz del presidente Richard Nixon, Ronald Ziegler- acabó transformándose en un escándalo que provocó la dimisión del presidente de EEUU en 1974. Fue la única ocasión en la que un jefe del Estado y del Gobierno estadounidense en ejercicio ha abandonado, y un hito en la historia de la libertad de expresión.

Bradlee protegió a Woodward y a Bernstein durante toda la investigación. Contó para ello con el respaldo absoluto de Graham -Bradlee solía decir que lo mejor que le podía pasar a un periódico es tener un buen dueño- que, al igual que él, procedía de una familia con solera. El tándem del dinero viejo neoyorquino y la educación en Vassar College de Graham y de la sangre brahmin -como se denomina a la elite de Boston, en referencia a la casta más alta del hinduismo- y de Harvard de Bradlee fue una fuerza formidable en la sociedad y en la política de EEUU en los setenta y en los ochenta.

Histriónico, con un vocabulario que combinaba los peores tacos con su acento brahmin -el mismo que hablaba su amigo Kennedy, y que tiene inflexiones inglesas-, Bradlee era en sí mismo un personaje. Su estrategia para el éxito era simple: "Contrata a personas más listas que tú". Cuando dejó el diario en 1991, la entonces corresponsal en Beirut Nora Boustany le envió un telegrama calificándole de "el hombre grande y valiente de las noticias". Fue, también, pionero en la autorregulación del periodismo. A principios de los setenta, The Washington Post se convirtió en el primer gran periódico estadounidense en crear el puesto de Defensor del Lector.

Aunque Bradlee no fue inmune a los fallos. El más sonado tuvo lugar en 1981, cuando, precisamente, Bob Woodward tuvo que dimitir de su cargo como director adjunto y jefe de la sección de Local del diario después de que se demostrara que la periodista Janet Cooke, que trabajaba a sus órdenes, había ganado un Pulitzer por un artículo inventado sobre un niño de diez años adicto a la heroína. Su proximidad al poder, sobre todo durante la presidencia de John F. Kennedy, también le valió críticas, igual que el periodo en el que trabajó como consejero de información en la Embajada de EEUU en París, en la década de los cincuenta, un puesto que algunos creen que no debería haber aceptado como periodista.

El viejo informador se retiró en 1991, aunque siguió hasta hace menos de una década yendo a diario al Post, donde tenía un despacho en la novena planta. En cierto sentido, su muerte cierra el telón de una manera de hacer periodismo. Hoy, el Post ya no es propiedad de los Graham, sino de Jeff Bezos, el consejero delegado del gigante del comercio 'online' Amazon. Bezos compró el venerable diario en agosto de 2013 por 250 millones de dólares (196 millones de euros), un cifra irrisoria que incluía aportaciones al plan de pensiones de los empleados, que estaba empezando a tener peligrosos agujeros.

Dado que Amazon ha hecho parte de la nube de la CIA -en un contrato de 470 millones de euros-, no deja de ser paradójico que el diario que representó la independencia informativa más extrema y la Agencia Central de Inteligencia estén, indirectamente, unidos por Internet. Una Internet que Bradlee nunca entendió. "Siempre habrá personas que quieran leer en papel. No me imagino llevándome un computador portátil al baño", dijo en 2008. Hoy, el periódico que él convirtió en grande es uno de los líderes de la transición del papel al mundo digital.

(Con información de EL MUNDO)