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Por Alfredo Relaño
¡Siguen las sorpresas! De repente el Madrid ha metido de nuevo al Barça en la carrera por el título. Con el empate de Valladolid, ellos se encuentran con que ganando sus dos partidos, el de Elche y la visita final del Atlético, sería campeón. Al Atlético, por su parte, le bastaría con dos empates, ante Málaga y Barcelona. Las cuentas del Madrid ya salen con dificultad demasiado extrema, aunque nada hay seguro ya. Hace cinco días dábamos por sentadas las victorias de los tres favoritos y dejábamos todo pendiente del Barça-Atleti, pero resulta que los tres se han parado de improviso.
Lo de ayer en Valladolid tiene una explicación fácil: de repente el Madrid parece haber perdido esa salud exultante que le caracterizaba. Bale no viajó (ni Carvajal), Cristiano se retiró a la primera carrera. Pepe acabó acalambrado, Di María por los suelos. El Madrid pretendió ganar con la ley del mínimo esfuerzo, se encontró con un golpe franco de Sergio Ramos (feliz papá, está en los días más luminosos de su carrera y quizá de su vida) y pretendió vivir de eso. No necesitaba más. Pero el Valladolid sí necesitaba más. El Valladolid tenía la soga del descenso atada al cuello y necesitaba sacudírsela.
Así que en la segunda mitad los locales hicieron un esfuerzo superior, con ráfagas de excelente juego. Otra vez vimos al Madrid de la primera vuelta, partido y en apuros. Ancelotti trató de remediarlo con Illarra y con Marcelo, pero no le resultó. De tantos apretones compulsivos acabó llegando el gol de Osorio, en un córner. Entonces sí, entonces el Madrid llamó a rebato, pero no consiguió más que destaparse tanto que hubo un ataque de tres contra Pepe (rengo, además) en el que Bergdich desperdició el triunfo. Al final empate, bueno para el Valladolid, pésimo para el Madrid y estupendo para el Barça.
(Tomado de AS.com)