- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Ernesto López: Murió con las botas puestas

Ernesto López Domínguez

Ernesto López Domínguez

En los días de la marcha por la liberación del niño Elián González, estaba viendo la Revista de la Mañana cuando apareció Ernesto López en cámara, anunciando que no habría movilización. Ni tenía voz, ni dicción para ser locutor. Lo llamé inmediatamente y me atendió:

-¡¿Estás loco?! ¿Por qué no buscaste un locutor?

-No encontré ninguno…

-Pero podías haber esperado un rato

-Era un pedido de Fidel, no quería que los niños se mojaran porque parecía que iba a llover...

Aquella respuesta del entonces presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión me hizo enmudecer. Hablaba el militar de carrera, pero sobre todo el fidelista, el revolucionario, que desempeñó numerosos trabajos y luego de una etapa con más glorias que penas en los Estudios fílmicos de las FAR, había ido a trabajar en el ICRT. No creo que yo hubiera hecho lo que hizo Ernesto, no por menos Fidelista, sino porque no soy militar.

Precisamente, su nada edulcorada voz, que se resistía a olvidar la jerga del ejército, hizo que muchas personas lo consideraran incapaz de sostener un diálogo.

Conmigo no fue así. Jamás olvido un día que le deje un recado con su jefe de despacho diciéndole que en la tv se estaba haciendo contrarrevolución. En dos horas, su carro todo destartalado, iba a recogerme a casa y cuando empezamos a ver aquellos spots políticos, que ocasionaban seguro la reacción contraria en los televidentes, me dio la razón.

No puedo olvidar durante el VII Congreso de la UNEAC que luego de que yo hablara bien ¡cómo no iba a ser así! de la serie Doble juego, de Rudy Mora, el presidente del ICRT me dio las gracias porque esa tarde tenía que debatir no sé con qué alto funcionario sobre un capítulo que se transmitió. Nunca le he escuchado a un director de dramatizado, ni siquiera en La cara oculta de la luna, que Ernesto mandara a quitar un pedazo en contra de la opinión del creador. Él asumía la responsabilidad luego de que una obra estuviera en el aire.

Sé que para mí es más fácil hablar. Lo hago “desde afuera”, no como subordinados suyos que sostienen que tenía una forma autoritaria de dirigir. No creo que eso sea absoluto. Se rodeó de creadores talentosos y valientes: de ahí que en los dramatizados se lograra dar un salto hacia la calidad y el reflejo de la Cuba de hace unos diez años.

Conocer la muerte de Ernesto por el noticiero me sorprendió. Desistí unos días atrás de llamarlo para darle mi nuevo teléfono y dirección. Pero parece que como no conocía el número ni sabía de mi permuta, no tomó la llamada. Una amiga común me dijo que fulminado por un infarto había caído en una esquina, cuando se preparaba a las seis de la mañana para desfilar este Primero de Mayo. Murió como vivió: con las botas puestas.

OTROS AMIGOS Y AMIGAS OPINAN

Ernesto era un hombre sencillo, trabajador, campechano, como suele decirse coloquialmente.

Era un trabajador incansable y me demostró en más de una ocasión, ser capaz de reconocer errores o sus propias lagunas formativas, lo que le otorgaba una gran cualidad humana: la humildad.

Por muchos años su principal desvelo fue sortear los escollos que impedían ampliar y diversificar la producción televisiva, en aras de ofrecer mejores productos a los televidentes.

En lo personal guardo el sentimiento de haberme depositado su confianza, para llevar adelante grandes retos como la creación de la Revista y Editorial En VIVO, llevar de la mano la atención a los creadores de nuestra institución y las relaciones con intelectuales y artistas cubanos y las instituciones del sistema de la cultura. Lo recordaré siempre por su jovialidad, su profundo sentido de cubania, su sincera fidelidad a toda costa a la Revolución y su apego permanente a su familia, a quien idolatraba. (Waldo Ramírez)

Yo conocí bien a Ernesto López. Ahora que escucho la noticia de su inesperada muerte, recuerdo muchas cosas. El día que me llamó para proponerme hipotecar mi tiempo y mis energías y dedicarme a dirigir la División de Programas Dramatizados.

A esas alturas, él y yo habíamos tenido grandes discusiones en espacios públicos por la poca prioridad que se le daba a la producción de ficción en la televisión y cómo los pocos recursos se dilapidaban en lo que llamábamos “teleplays de la bobería”. Él se había puesto furibundo. Por eso me asombró su propuesta y por eso acepté, porque me di cuenta de que a pesar de haberse molestado con mis planteamientos, luego había reflexionado y había entendido, y la vida me ha enseñado que con hombres como ese, se puede trabajar.

Y fue así en los cinco años que estuve como funcionaria del ICRT.

No puedo olvidar cómo en una ocasión le habían ocultado algo tan terrible como que no había novela para los próximos meses porque la producción había presentado problemas y no estaba lista en la fecha programada. Me tocó a mí decírselo y me preguntó por qué no se lo habían dicho antes. Le expliqué que le temían por su voz estentórea y porque daba puñetazos en la mesa. Me miró y me preguntó si yo no le temía. Le respondí que yo sabía que él era incapaz de agredir a nadie y que la mayoría de las veces compartía su furia, porque siempre estaba motivada por algún error salido al aire o ante la irresponsabilidad de algún subordinado.

Ernesto se rodeó de los mejores creadores, propició espacios de debate artístico y conceptual a los que él asistía para aprender y tomar decisiones que nos hicieran avanzar. Decía siempre que sus mejores y principales cuadros eran los artistas que hacían los programas, no los burócratas.

Cuando “La cara oculta de la Luna” iba a salir al aire tenía temores de que nos equivocáramos y nos regañaran. Él conocía de todos los prejuicios que había con el tema. Llegó a preguntarme si la historia del bisexual podría quitarse y le expliqué que no, que era todo o nada y me respondió: “Bueno, la suerte está echada” y enfrentó estoicamente, codo a codo, junto a los realizadores, toda la avalancha de opiniones encontradas y los fuertes debates que esa telenovela generó y al final, estaba feliz porque su audacia, había traído buenos resultados para el Instituto.

Ernesto era un revolucionario de la vieja guardia, de los que dicen “ese es gusano”, o “ese es revolucionario” y su manera de clasificar políticamente quizás pudiera juzgarse de ortodoxa, pero era un hombre muy inteligente y tuvo el mérito de entender que no podía dirigir un Instituto de medios desde sus ideas personales y sometía sus decisiones al análisis colectivo de su Consejo de Dirección y consultaba con todo el que pudiera darle luz sobre algo en lo que él no se sentía seguro.

Soy testigo de que tomó muchas decisiones inteligentes y coherentes, a pesar de estar en profundo desacuerdo con sus ideas personales.

Era de los que pensaba que era preferible dejar la pantalla en blanco que producir algo que se sabe de antemano va a ser un producto mediocre. Opinaba que era mejor una retransmisión que gastarle dinero al Estado en algo que el pueblo no va a disfrutar.

Recuerdo su felicidad cuando el Estado asignó recursos de transporte y tecnología al ICRT. Parecía Baltazar o Gaspar repartiendo regalos en noche de reyes.

En su mandato se lograron muchas cosas, pero sobre todo una: que se confiara en los creadores. Por eso me dolió que le tocara sufrir las consecuencias de la salida al aire de tres programas manejados por manos irresponsables que desataron la llamada “guerra de los emails” a principios del 2007. Sé muy bien, porque lo hablamos, que se sintió traicionado.

En ese difícil momento, y de seguro por temores naturales, él sacó del aire una versión del teatro “Marx en el Soho”. Me disgusté mucho y no quería ni hablar con él. Me llamó y cuando lo convencí de que esa era la obra más revolucionaria que había hecho mi división en ese año, se disculpó e hizo lo necesario para que saliera al aire.

Ha sido el presidente que mejor ha manejado los resultados de investigación social de la programación. Obligó a los directivos a tenerlos en cuenta y apoyó la existencia de cinco programas humorísticos en la semana, contra toda censura barata: Jura decir la verdad, Deja que yo te cuente, Punto G, Los amigos de Pepito y Donde hay hombres no hay fantasmas.

Muchos artistas e intelectuales que sabían que era un antiguo coronel y solo lo escuchaban en sus pocas apariciones en público, se crearon una opinión distorsionada de él. Rechazaban que un exmilitar dirigiera el ICRT porque se suponía que ese hombre no podía ser un artista.

Era un hombre de ideas jóvenes y cuando hoy escuché los adjetivos con los que se le calificaba, sentí que además de responsable, honesto, humilde, Ernesto merece ser recordado como un dirigente autocrítico, inteligente, propicio al diálogo, y sobre todo, muy sensible, que apoyó con todas sus fuerzas y desde sus posibilidades, todo intento de hacer buenas obras para nuestro pueblo. (Magda González Grau)

Tienes razón, Paquita, tengo de Ernesto la misma imagen que describes. Siento gran dolor por su muerte. (Gerardo Fernández)

 FALLECIÓ EL COMPAÑERO ERNESTO LÓPEZ DOMÍNGUEZ

En las primeras horas de la mañana de hoy falleció en la capital cubana, a la edad de 70 años, víctima de un infarto agudo del miocardio, el compañero Ernesto López Domínguez.

Nació en Ciego de Ávila donde realizó sus primeros estudios y desde joven se incorporó a las tareas de la Revolución. Entre las diversas tareas desempeñadas ocupó la de Primer Secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas en la provincia de Camagüey; Jefe de la Agrupación de la Columna Juvenil del Centenario y de la sección política de esa Columna y del Ejército Juvenil del Trabajo en el mismo territorio.

Cursó estudios en la Academia de las FAR General Máximo Gómez; cumplió misiones internacionalistas en Etiopía. Fue director de los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR, y durante varios años fue Diputado a la Asamblea Nacional y ocupó el cargo de Presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Al fallecer Ernesto López Domínguez era vicepresidente del Grupo Empresarial Correos de Cuba. Ostentaba el grado militar de coronel de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Se caracterizó por su sentido de responsabilidad, modestia y disciplina. Por los servicios prestados a la Patria recibió distintas condecoraciones y reconocimientos.

Por voluntad familiar su cadáver será cremado.