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Yo soy de aquí, y no lo cambio por nada

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Por Freddy Pérez Cabrera y Oscar Sánchez Serra

En las gradas del Augusto C. Sandino, de Villa Clara, parece un aficionado más apoyando a los naranjas, aunque podía ser uno de esos millonarios, de haberse entregado a los inescrupulosos cazatalentos que le han ofrecido hasta 60 millones de dólares para que abandone a Cuba, a la pelota, a sus aficionados.

Sin embargo, ahí estaba Freddy Asiel Álvarez el pasado martes, siguiendo cada jugada del choque Villa Clara-Holguín, fiel a su pasión por la pelota, la cual comparte con otras como la de la atención a su madre, esposa e hijos, los caballos y Sierra Morena, “un pueblucho al que adoro”.

Se considera con “un carácter un poco fuerte y no me gusta perder ni en las bolas. ¿Qué si soy violento? Para nada, yo no me fajo ni con una hormiga. Sí soy, como les decía, un hombre que se da a respetar, sobre todo cuando estoy encima de la lomita”, expresó.

—¿Pero lanzar tan pegado puede ser considerado por el bateador como una provocación?

—Eso es problema de quien piense así. Mi arma fundamental es la recta pegada. Resulta muy fácil batear cuando se lanza del centro de home hacia afuera. Yo uso esa herramienta para restar efectividad al bateador, no para asustar a nadie. Cada quien hace su trabajo.

—¿Por esa razón has dado tantos pelotazos?

—Según las estadísticas soy el tercero de por vida, con un promedio de 12,36 por serie, solo antecedido por Pedro Luis Lazo y Luis Miguel Rodríguez. Me parece que he dado en mi vida 99 bolazos, lo cual se debe a mi forma de lanzar. Uno nunca quisiera darle a nadie, pero los bateadores también hacen su trabajo, se pegan al plato y ahí viene la posibilidad de golpearlos.

—A poco más de una semana del incidente ocurrido en el partido ante Matanzas, ¿cuál es tu opinión al respecto?

—Les aseguro que yo no quería dar ningún pelotazo. La bola que le pegó a Santoya se me escapó, y a Víctor Víctor, todo el mundo vio que fue un lanzamiento pegado que apenas lo rozó. No había razón ninguna para que ese incidente ocurriera. ¿Por qué debió venir un jugador que ni siquiera estaba en el juego a golpearme? Pudo haberme matado o a quien se le pusiera enfrente. Mira lo que le hizo a Lunar.

Sobre la sanción, creo que fue demasiado severa conmigo. Yo no fui el agresor, ni lancé intencionalmente contra alguien. Fíjense si es así, que en la notificación de la medida entregada esta semana se aplican, según las Reglas Oficiales, los acápites 8.02 (inciso d) y 9.05, (inciso c).

El primero expresa que si a juicio del árbitro se lanza una bola intencional hacia el bateador, aquel puede expulsarte del juego o advertirte, y en ese caso no ocurrió ninguna de las dos cosas. Y el segundo, el 9.05, dice que después de recibir el informe del árbitro de que un jugador ha sido descalificado por determinada actitud antideportiva, el presidente de la liga impondrá otras penalidades. Pero es que tampoco el ampaya reportó nada. Entonces, en virtud de qué se me sanciona.

—¿Qué lecciones has sacado de los hechos ocurridos?

—Ante todo, lamento mucho lo sucedido, creo que el pueblo no merecía este espectáculo tan bochornoso. Hechos como ese no ayudan para nada al béisbol, y en lo que a mí respecta, cuenten conmigo para impedir que se repitan sucesos similares.

—La afición de Villa Clara y de toda Cuba, siente no tenerte en la lomita. Si prospera la reclamación que ha hecho la dirección del INDER en tu provincia, qué podemos esperar de Freddy Asiel?

—Estoy entrenando con el equipo, como siempre, y listo para si la reclamación prospera aportar todo lo que pueda para volver a ser campeones. Les aseguro que el pueblo podrá ver a un Freddy Asiel crecido, mucho más lanzador y mejor persona después de las lecciones de estos días.

Así es este muchacho, que a los 15 años comenzó a representar los colores patrios, el mismo para el que “nada material es comparable con el calor de mi familia, el de los amigos, de esa gente que va al estadio a verme pitchear. Yo soy de aquí, de mis niños, mi esposa, mamá Rosario y el cariño de Candita y La Santiaguera, dos yegüitas que no cambio por nada”.

(Tomado de Granma)