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El reparador de peloteros

Foto: Alejandro Mayea.

Foto: Alejandro Mayea.

Hace meses le debo esta entrevista a Roberto Pupo Rodríguez, uno de los mejores preparadores (¿reparadores?) físicos del béisbol cubano. Conversamos en su casa en Santa Clara cuando aún no había empezado la Serie Nacional, y yo pospuse deliberadamente la publicación del diálogo.

La razón de la demora se me ocurrió en el viaje de regreso a La Habana. Uno de los temas centrales de la charla fue el relativo a la recuperación del tercer madero naranja, Ramón Lunar, quien se había perdido la mayor parte del campeonato previo debido a una lesión severa en la rodilla. Y como Pupo había estado a cargo de rehabilitarlo, decidí esperar al final de la clasificatoria para seguir la evolución de su “paciente”.

De alguna manera, Lunar sería un medidor (otro más) de la efectividad del trabajo de este hombre pequeño, facundo y ojiazul que, para varios entendidos, ha tenido un peso enorme en los resultados villaclareños de las últimas dos décadas. Y resumiendo: a todas luces, el atleta salió como nuevo del taller...

Casi siempre en el turno protagónico de la alineación, Lunar participó en prácticamente todos los juegos de su equipo, y si bien acusó la falta de ritmo competitivo en materia de Average, fijó estadísticas estimulantes en Porcentaje de Embasado, Slugging, Boletos, Anotadas y Jonrones. Además, y como si quisiera dejar claro que la pierna lastimada le responde, se robó cuatro almohadillas, con un solo intento nulo.

Es decir, que Pupo cumplió nuevamente. Como en Italia, donde ha colaborado en tres ocasiones diferentes, una de ellas en el año 2004, cuando los peninsulares alistaban a su equipo nacional para las Olimpiadas de Atenas. Y eso, a pesar de que la nueva misión era muy delicada, toda vez que la rodilla es la articulación más grande pero a la vez más compleja del cuerpo. Definitivamente, el hombre sabe... y le sobra experiencia.

“Yo he rehabilitado alrededor de veinte atletas con lesiones a partir de que Oscar Machado viniera de Japón en los años noventa con clavos por los tobillos, pasando por el caso de Eduardo Paret y últimamente el de Lunar, operado a mediados de año de un menisco”.

Usted estuvo muy ligado al ‘gobierno’ de Pedro Jova...

-Con Jova trabajé muy estrechamente, se discutieron cinco campeonatos y se ganaron tres. Y esta etapa de ahora, con Ramón Moré al mando, yo la entiendo como una continuidad de aquella. Por razones de salud ya no viajo con el equipo, pero me dedico al asesoramiento, sobre todo en el área de pitcheo y específicamente en lo referido a la preparación física. Aunque te aclaro, mi función no se limita a entrar en escena cuando aparece una lesión, sino que también reviso constantemente los planes de entrenamiento, sobre todo, como ya te dije, en el pitcheo.

¿Cómo fue su formación profesional?

-Soy un autodidacta. Leo todo lo que me encuentro, sobre todo sobre ciencia vinculada a la pelota, que es uno de los puntos más débiles de nuestro béisbol.

¿Por qué los pitchers villaclareños apenas se lesionan?

-Esta labor aquí se viene haciendo hace rato, una vez implantada por el profesor Pedrito Pérez. Ciertamente, hace cinco o seis años que nuestros lanzadores no se lastiman, y el secreto está en el trabajo que se realiza contra resistencias naturales, como ascenso y descenso de lomas y ejercicios en el mar. Además de eso, se aprovechan al máximo las concepciones japonesas acerca del estiramiento y la flexibilidad, y se explotan a fondo las posibilidades de la fuerza abdominal y natural con dumbles, ligas y pelotas de diferentes pesos. Pero el trabajo que hacemos no se encamina solo a la rehabilitación, sino a lo que es más importante aún, la profilaxis.

¿Cómo es eso del ‘librito japonés’?

-Hace unos años estuvieron en la provincia unos japoneses que eran preparadores físicos de equipos de Grandes Ligas, y ellos le daban muchísima importancia al estiramiento y la flexibilidad. El tiempo ha demostrado que tenían razón.

Y entonces, ¿en qué lugar queda el gimnasio?

-Para mí, el gran error metodológico que se comete en Cuba con respecto al desarrollo de la fuerza, es pensar que esta únicamente se consigue en el gimnasio. Que, por supuesto, es importante, pero generalmente cuando se concentra todo en las pesas, el trabajo de los músculos grandes absorbe el de los pequeños, del famoso tejido conectivo, que es el que acelera el movimiento de lanzar.

¿Qué opinión tiene del establecimiento de límites de envíos para los serpentineros?

-No es que me parezca un disparate, pero yo estaría más de acuerdo con el incremento de la profesionalidad de los entrenadores y managers, porque para cada lanzador el límite no está en el mismo punto.

Hace poco leí un magnífico libro de su autoría sobre un sistema de trabajo al que bautizó como RPR...

-El libro surge a raíz de mi vinculación con el Villa Clara de Pedro Jova, y pone a disposición de los especialistas el RPR (las iniciales de mi nombre y apellidos), que busca caracterizar las fortalezas y debilidades de los jugadores propios y adversarios. Empleándolo descubrimos muchas cosas interesantes relativas, por ejemplo, a la selección de lanzamientos o la optimización de las alineaciones. Lamentablemente la tirada no pudo ser muy amplia, pero a cada equipo de la Serie Nacional le hemos entregado un juego de libros. Ojalá que alguna editorial del país se interesara en él, para que los resultados de esta investigación puedan llegar a la base.

El trabajo de los preparadores suele ser anónimo. ¿Qué alicientes le depara a usted?

-Mi satisfacción radica en el resultado de los atletas con los que trabajo. Para que veas cómo se establece esta relación: el pitcher Yoandy Fernández lanzaba muy poco en Villa Clara, y el año pasado nos solicitó irse a Las Tunas, hasta que luego incluso fue refuerzo de Industriales. Y ese muchacho, semana por semana, nos llamaba donde estuviera para decirnos cómo se sentía, cómo marchaba la preparación, etcétera. Eso, de por sí, es un premio al trabajo.

Cómo hombre de béisbol que es, ¿cuáles son las mayores deficiencias que ve en nuestra pelota?

-Ya te mencioné sus escasos lazos con la ciencia. Pero también creo que hay que sistematizar el funcionamiento de las academias de béisbol. No se trata de hacerlo con rigidez, exigiendo un número determinado de entrenadores y atletas por provincia. La inteligencia tiene que primar en todo esto. ¿Por qué hemos perdido tanto en el aspecto táctico? Porque se juega menos al no existir trabajo de academia. Por otra parte, hay que dedicarle recursos a los terrenos, que están muy malos, y hay inclusive muchos peloteros que no salen al robo por esa causa. Y también es muy importante revolucionar conceptos: digamos, centrarnos más en la funcionalidad del atleta, por encima de la mera alusión a su average. Definitivamente, hay demasiado trabajo por hacer.