Cubadebate

Por Virgina Alberdi Benítez

Fotos: Kike (La Jiribilla)

Exposición Creaciones compartidas

De un tiempo a esta parte, las artes plásticas han querido escapar de los soportes y géneros convencionales y no pocas veces toman al espectador como cómplice o coautor de la obra de arte. Los límites entre sujeto y objeto se difuminan y el control del artista sobre la autonomía de su creación cede ante la mirada del receptor.

También han entrado a formar parte de los códigos visuales de nuestros días la interacción con las nuevas tecnologías, especialmente el video y la computación como plataformas y a la vez herramientas expresivas.

La muestra que acoge el Pabellón Cuba en la Oncena Bienal de La Habana ofrece al público un campo experimental que se corresponde con las nuevas realidades antes citadas. A lo largo de la sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz, ubicada en La Rampa habanera, desde su entrada por la calle 23 hasta la salida por 21, se desarrolla un entramado de incitaciones artísticas, que los curadores José Manuel Noceda y Rewell Altunaga han presentado bajo el atinado título Creaciones compartidas. Al transitar por estas vías experimentales, una dualidad temática de carácter general salta a la vista: de una parte se hallan ardores que se cuestionan el entorno social donde viven y de otra están quienes pretenden alterar las reglas del juego de la recepción, aunque ambos caminos, en más de una ocasión, se encuentren.

En este caso destaca la propuesta del grupo dominicano Quintapata. A la entrada de un cubículo cerrado, el público dispone de goma de mascar. Dentro del local se proyectan simultáneamente tres videos en el que se enumeran las más absurdas instrucciones para el uso de los chicles. El público termina por tapizar las pantallas con las gomas que acaba de consumir.

Otra aguda utilización del video se halla en la obra del haitiano Maeksans Denis, en la que el propio artista se flagela ante la recurrencia de las imágenes de los noticieros que muestran su país como pasto de la intromisión extranjera bajo el pretexto de tender una mano al sufrido pueblo.

La obra del panameño Humberto Vélez se decanta por el puro sonido: una narración de corte satírico en la que fustiga desde la comercialización desmedida del arte hasta las actitudes neocoloniales que padecen sus conciudadanos. Al utilizar cientos de cucharas como sonajeros en una instalación que abre la exposición al pie de la calle 23, el surinamés Marcel Pinas nos lleva por la vía de lo sensorial a meditar acerca de una de las necesidades básicas de los seres humanos, lamentablemente insatisfecha a escala global.

Más apegadas al juego que estimula el coprotagonismo de los espectadores, están la mesa de billar dispuesta por el cubano Tony Labat, con bien ganada reputación en los circuitos de exhibición de Estados Unidos, y las sandalias de madera desplegadas por la chilena Nury González para que cada quien sitúe las flechas pintadas en la superficie en la dirección deseada.

Como se observa Creaciones compartidas no es una mera elucubración experimental, sino un verdadero estímulo a la inteligencia y una apelación a las emociones del público.

(Tomado de Granma)

Sospechoso, de Cuco Suárez

El surinamés Marcel Pinas trabajó una instalación con cucharas a la entrada del Pabellón.

Setamanco, de la chilena Nury González

Lavadero sin pies, de Jin Shi

Cabina de exhibición audiovisual, de Cristian Segura

Common Life, de Beatriz Lecuona y Oscar Hernández

Tony Labat y su mesa de billar buscan la interacción con el público

Vértigo, de Haubit Zoche