Entrevista a Esther Nicle Pérez, museóloga de la Casa de África, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana
Rosa María de Lahaye Guerra.- ¿Son frecuentes estas exposiciones sobre trajes de iremes abakúa en la Casa de África, aquí en la Oficina del Historiador de la ciudad?
Esther Nicle Pérez.- Bueno... con motivo de la celebración en este 2011 del año internacional de los afrodescendientes, del día de África o Unidad Africana (UA) y los festejos por el 25 aniversario de la fundación del Museo Casa de África, quisimos homenajear con una exposición sobre los trajes de Ireme Abakua en nuestro país. Este es un trabajo que vengo realizando desde hace bastante tiempo, y cada vez que puedo lo enriquezco. Estas no son muestras permanentes.
Los trajes de iremes, akanawan, mokondo o saco, como se le conoce dentro de la Sociedad Secreta Abakua, única en su tipo en Cuba y fuera de la región nigeriana del Calabar y Camerún en África, de donde proceden, son piezas que atesoramos, conservamos, investigamos y exponemos, pues sólo en La Habana y Matanzas las tenemos para mostrar al público.
Haciendo un poco de historia te diré que la gran mayoría de estas piezas son esculturas, atributos, trajes, instrumentos musicales, entre otras, que llegan a nuestra institución no de forma aislada, sino por el esfuerzo de la propia Oficina del Historiador, de su dirección y de la entonces Academia de Ciencias de Cuba que las acogió y custodió en el sótano de su institución por más de 20 años.
Cuando fueron trasladadas para acá, nos dimos a la tarea de descontaminarlas, fumigarlas y restaurar las que lo necesitaban. Algunas recibieron intervención especializada por parte del departamento de conservación y restauración. Fue un intenso trabajo ya que no queríamos que perdieran su originalidad. Los expedientes que traían con sus correspondientes planillas, no daban una explicación detallada de las piezas, sus materiales, su fuente o procedencia, la fecha de confección, dificultándose sobremanera el inicio de la investigación. Fueron trasladadas de edificación en más de tres ocasiones, ya que no encontraban el lugar ideal para exponerlas, y ese lleva y trae y las malas condiciones de su almacenamiento hicieron que el deterioro creciera y algunas hasta se rompieran.
R.M.L.G.- ¿Este trabajo museológico lo comienzan ustedes aquí en la Casa de África?
E.N.P.- No. La recopilación de estos objetos la inicia Antonio Rodríguez Morey entre 1912 y 1962, entonces él era director del Museo Nacional. La mayoría de ellos se encontraban en los depósitos de las audiencias territoriales de La Habana, Matanzas, Santa Clara y Santiago de Cuba.
R.M.L.G.- ¿En depósitos de audiencias?
E.N.P.- Las investigaciones han arrojado que muchos de estos trajes y objetos fueron confiscados en tiempos de la colonia, y que sus poseedores eran acusados por delitos y crimines. Pero también, como sabemos, no sólo los trajes y las piezas religiosas, sino todo el grupo de piezas históricas y de arte vinculada con estos individuos, eran confiscados sin la más mínima razón, solo porque sus poseedores eran calificados de marginales y de no tener el más mínimo vínculo con las leyes, el gobierno, ni las religiones oficiales.
R.M.L.G.- ¿Entonces en la Casa de África es donde se consigue por fin exponerlas?
E.N.P.- No del todo. Estas exposiciones tuvieron su precedente. En el año 1957, se muestra por primera vez un cuarto famba, con la participación y dirección de Lidia Cabrera, Santos Ramírez y Fernando Ortiz en el Museo Nacional, hoy Museo Nacional de Bellas Artes, allí en la calle Trocadero en la Habana Vieja. Esto lo supimos por Natalia Bolívar, quien por esos tiempos fungía como guía de museo.
Un poco más adelante se decidió que estas colecciones no debían estar en este lugar ya que el museo nacional tomaba otro perfil en sus muestras permanentes, por lo que se trasladan, después de los 60, a la Academia de Ciencias donde radicaba el Instituto de Etnología y Folklore, para mas tarde, en el año 1985, pasarlos al Museo Nacional de la Música y al Museo Casa de África, información puntualizada por el investigador Osmany Ibarra. Gracias a la insistencia de éste último y a otras muchas personas, me motivé en la búsqueda del origen de estos trajes y piezas y los registros de entrada de las piezas que custodiamos en nuestra institución, las encontré al fin en el actual Museo Nacional de Bellas Artes.
R.M.L.G.- Por lo que he podido ver, a lo que más empeño le pusiste fue a la colección de trajes.
E.N.P.- Sí, la colección está compuesta por más de diez tipos de trajes, identificados y autentificados. Entre ellos está el traje de Ireme Eribagando, el Anamangui y el Akuaramina, que pertenecían a la colección de Lidia Cabrera. Lidia era extremadamente acuciosa en sus trabajos y, gracias a sus cuidados tenemos los nombres exactos de dichos trajes y conocemos que tres de ellos tienen valor excepcional, pues datan de más de un siglo de confeccionados.
Estos trajes no pueden ser usados por cualquier persona, sólo los obonekues juramentados, sacramentados y confirmados están preparados para vestirlos. A través de la investigadora y profesora Bárbara Balbuena en su libro El Ireme Abakuá, conocimos que los trajes de diablitos o iremes son purificados, rayados y sacramentados por la voz divina y sólo así se convierten en objetos sagrados custodiados por el Kofombre. Y quienes bailan con ellos son los que ostentan el cargo correspondiente dentro de la potencia.