La retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, más de ocho años después de la invasión de marzo de 2003, deja un país aún en reconstrucción, con instituciones frágiles, una insurrección activa y vecinos que cuentan con hacer oír su voz.
La economía sigue dependiendo enteramente de las exportaciones de petróleo, mientras que el desastroso estado de los servicios básicos, como el suministro de agua y electricidad, exaspera a la población.
Durante los ocho años que siguieron a la invasión dirigida por Estados Unidos fue necesario reconstruir enteramente el ejército y las fuerzas de seguridad, e instalaron un nuevo sistema político, dirigido por los partidos chiitas, en lugar del sunita del partido de Sadam Hussein.
La retirada estadounidense, inscrita en un tratado bilateral de 2008, es la última etapa de la intervención extranjera iniciada en 2003 sin la autorización de las Naciones Unidas. Esta fuerza ha cambiado varias veces de misión, hasta mediados de 2010, cuando Estados Unidos, último de los 40 países de la coalición en tener aún soldados en Iraq, anunció el final de sus operaciones de combate.
Con la partida de los estadounidenses, las fuerzas iraquíes pierden un apoyo logístico, especialmente helicópteros, así como el espionaje tecnológico.
Pero según responsables estadounidenses e iraquíes, Iraq no estará en medida, antes de 2020 al menos, de defender sus fronteras, su espacio aéreo y sus aguas territoriales.
La violencia ha disminuido con respecto a lo ocurrido durante 2006 y 2007, en el auge de la guerra confesional, pero los atentados con bombas y los asesinatos continúan, y los insurgentes son capaces aún de llevar a cabo acciones espectaculares.
La búsqueda de un consenso entre confesiones y etnias frena la adopción de reformas cruciales, como la privatización de la economía, la ley sobre el petróleo y el gas, sin hablar de territorios que se disputan el gobierno central y el de la región autónoma de Kurdistán (norte).
Pero si las arcas del Estado se llenan gracias a las exportaciones de petróleo que deben alcanzar el año próximo a 2,6 millones de barriles diarios, con un barril en torno a los 100 dólares, el desempleo persiste en torno al 15%, y según un informe de la ONU, "la reducción de la pobreza en Iraq pasa por una diversificación a mediano y a largo plazo".
Esta escasez de trabajo se combina con frecuentes "apagones" y con la falta de agua potable, y sobre todo con una endémica corrupción. Iraq figura entre los países más corruptos del mundo. El jefe de la comisión de lucha contra este problema renunció ante la poca voluntad de los responsables políticos de ayudarle.
Se espera que las relaciones sigan siendo fuertes con Estados Unidos, un país que tiene intenciones de conservar 16.000 personas en su mayor embajada en el mundo.
(Con información de AFP)