Imprimir
Inicio »Noticias  »

El antirracismo de Fernando Ortiz (Segunda parte)

| 11

Entrevista al Dr. Jesús Guanche Pérez, reconocido antropólogo cubano

Don Fernando Ortiz

Don Fernando Ortiz

Rosa María de Lahaye Guerra.- Doctor, veníamos desde la semana pasada hablando sobre la majestuosa obra que los legara Don Fernando Ortiz sobre la problemática racial y, quedamos en abordar esta semana, la mirada atenta de Ortiz sobre el Martí, también antirracista.

Jesús Guanche Pérez.- En pleno proceso expansivo del fascismo alemán en Europa, Ortiz imparte una conferencia el 9 de julio de 1941 en el Palacio Municipal de La Habana, hoy Museo de la Ciudad de La Habana, en un ciclo en homenaje a José Martí organizado por la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, que ese mismo año aparece publicado como Martí y las razas. Este es un texto de obligada lectura, que mezcla hábilmente vivencias personales de la vida republicana en ciernes, aspectos claves de la historia cubana en relación con la participación de múltiples seres humanos de la más variada pigmentación epitelial en las guerras independentistas, las secuelas racistas del darwinismo y el evolucionismo con sus desacertados intentos clasificatorios, las causas del expansionismo colonialista en la argumentación antropológica del racismo, a la vez que reconoce las inconsistencias científicas de intentar clasificar algo inexistente como las «razas», tal como ha demostrado posteriormente el mapa del genoma humano. De ese modo refiere: «Averiguar cuál es el número de las razas, ha dicho Von Luschen, es tan ridículo como el empeño de los teólogos cuando discutían el número de ángeles que podían bailar juntos en la punta de una aguja».

A partir de las anteriores reflexiones acude a las múltiples ideas extraídas de los textos martianos que sirven para triturar la falacia biológica de las razas humanas. Si bien Ortiz afirma que: «La obra escrita de José Martí no es un tratado didáctico, ni siquiera una faena sistemática, sino una producción fragmentaria, casi siempre dispersa en versos, artículos, discursos y manifiestos»; reconoce que: «En toda la obra de Martí hay una vertebración interna que la articula, una idéntica y medular vitalidad que la impulsa». Inmediatamente acude Ortiz a la afirmación rotunda de Martí, tantas veces referida:

No hay odio de razas porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y observador cordial busca en vano en la justicia de la naturaleza, donde resulta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y color.

Lo anterior le sirve de argumento para identificar la esencia misma del racismo, no en causas de aparente desigualdad biológica, sino en sus verdaderas causas: las diferencias económicas y sociales, que sirvieron de sostén a las expansiones coloniales y en consecuencia a la gigantesca e infranqueable brecha entre países y regiones ricas y pobres hasta llegar a la situación de nuestros días, en que la sostenibilidad del orbe pende de las consecuencias del cambio climático y de su propia capacidad de homeostasis.

R.M.L.G.- La vigencia de estas ideas es total.

J.G.P.- Sí, sí. Ortiz resalta entonces la vigencia de las ideas de Martí sobre las supuestas «razas» y contra los racismos. Vuelve a reducir a cero el mito racista a partir del estigma bíblico del patriarca Noé en todo el ámbito de la cultura occidental. Cómo en América se aplicó este estigma a los primeros pobladores por el padre Joseph Gumilla (1686-1750) y por Bartolomé de Las Casas (1484-1566) en relación con los africanos; y cómo «Ese racismo llegó a tales absurdos que fray Tomás Ortiz y fray Diego de Betanzos sostuvieron que los indios eran como bestias y que por tanto eran incapaces del bautismo y demás sacramentos», sin dejar de hacer alusión a la bula papal de Paulo III, en 1537 y al fanatismo teológico del obispo Juan de Torquemada (1388-1468) quien llegó a escribir: «por justo juicio de Dios, por el desconocimiento que tuvo Cam con su padre, se trocó el color rojo que tenía en negro como carbón y, por divino castigo, comprende a cuantos de él proceden».

Ortiz logra probar cómo en vida de Martí y aún tras su caída en combate, todavía en Cuba se llega a publicar en 1896 el libro del presbítero Juan Bautista Casas con argumentos semejantes en relación con las sublevaciones de esclavos y las consecuencias del castigo divino.

En el desarrollo del texto Ortiz hace referencia a varias ideas principales de Martí sobre el tema, pero llama la atención por su dramática vigencia la que escribe en 1884 tras la muerte de Benito Juárez (1806-1872): «La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó a América? Y hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a andar la América».  Y no se refiere, por supuesto, a esa parte de América que con pleno orgullo denomina Nuestra, sino a todo el continente. Esta es todavía una asignatura pendiente por resolver en América, pues los pasos que se han dado han sido debidos a la lucha del «movimiento indígena» y los nuevos que hay que dar tienen que ser con los pueblos originarios.

Basado en su anterior conferencia, Ortiz escribe un importante artículo sobre Martí y las «razas de librería», que sirve para la confrontación internacional de estas ideas, pues aparece publicado en Cuadernos Americanos de México en 1945. Tanto este trabajo como otros precedentes y siguientes, son parte de una denodada denuncia contra los racismos y sus secuelas, tanto para la opinión pública nacional como a nivel continental y mundial.

El método que emplea en su crítica de la «raza» y los racismos es, en el primer caso reducir al absurdo o anular el valor semántico del pseudoconcepto, que califica como «el más infame de los mitos»; y en el segundo es la denuncia directa y múltiple de actitudes y conductas reprobables, cuando escribe: «Para esos racismos injustificados y ofensivos, Martí tiene una condenación rotunda, inequívoca: La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida, y de validez en hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. De racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro».

Se han publicado 11 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Marta María dijo:

    Martí también antirracista, no. Ortiz también antirracista. En todo caso martí antes que Ortiz. Pero muy bien que se publiquen estas reflexiones, la falta que nos están haciendo en estos tiempos.

  • Jesús Angel dijo:

    Muy buena la iniciativa de sacar a debate este tema en específico. La lástima es que se debate muy poco. No sé qué pasa. Con la necesidad que hay de él y lo resbaladizo que son los comentarios, al menos de la semana anterior

  • Francisco Rivero dijo:

    En la continuacion de esta entrevista se evoca la reflexion antiracista de Jose Marti, si me lo permite me gustaria citar un fragmento:
    [...]
    Si bien Ortiz afirma que: «La obra escrita de José Martí no es un tratado didáctico, ni siquiera una faena sistemática, sino una producción fragmentaria, casi siempre dispersa en versos, artículos, discursos y manifiestos»; reconoce que: «En toda la obra de Martí hay una vertebración interna que la articula, una idéntica y medular vitalidad que la impulsa».
    [...]
    Desearia saber si el Sr. Jesus Guanche Perez nos puede dar una valoracion sobre el antiracismo de un hermano de ideas y luchas de Marti, me refiero a Juan Gualberto Gomez.
    Gracias.

    Un saludo cordial

  • Osvaldo Peniche dijo:

    No creo que los comentarios sean resbaladizos, sino que no tenemos herramientas para debatir. No nos educaron en ese espíritu de debate. Al menos la gente de edad (los que pasamos los 50).

  • José Molina Vidal dijo:

    Perdón...: si hay razas porque básicamente hay diferencias físicas..., ocurre que como "animales pensantes y con raciocinio, y que vivimos en sociedad", tenemos "preceptos, leyes o reglamentos...sociales", vaya como preceptos para mantener el principio de "tus derechos llegan hasta donde empliezan los mios". Lo siento. Gracias Molina

  • Osvaldo Peniche dijo:

    Perdón MOlina, pero Martí no se refiere a las diferencias físicas cuando habla de la existencia de razas. El género humano es uno, y la diversidad fisica no lo hace múltiple. Esas diferencias físicas no modofican la existencia esencial de lo humano. Martí tiene toda la razón del mundo.

  • Amiga dijo:

    Coincido con Marta, Martí delante de todos.

  • Amarilis dijo:

    Muy bueno, muy bien.
    El rascismo es oscurantismo, subdesarrollo mental e ignorancia; aunque claro está que responde a determinados intereses. Desde el punto de vista científico, es increíble que a estas alturas todavía haya gente racista, incapaz de comprender la esencial identidad del género humano, Martí, genial; y Guanche, brillante. Ambos como siempre.

  • Jesús Angel dijo:

    Doctora, siga defendiendo su espacio aquí, porque somos muchos los que la seguimos , a veces yo mismo no escribo, pero siempre leo.
    Una pregunta ¿usted continuará con las cuestiones de las religiones afro?

  • LG dijo:

    Por supuesto que continuaremos con la temática religiosa, pero este es un paréntesis que está bien relacionado.

  • Amarilis dijo:

    Molina, las diferencias físicas entre los seres humanos son tan insignificantes que no puede hablarse de razas en lo más mínimo. Color de la piel, ensortijado o lisura del pelo son nimiedades frente a la identidad biológica de los seres humanos. Lo que nos hace diferentes es la sociedad, la historia, la cultura.
    Razas tienen los animales. Piense en la diferencia entre un bulldog y un chihuahua. Esas sí son razas. No hay nada esencial que diferencias un grupo humano de otro.
    Martí tenía toda la razón.
    Por lo demás, me sumo al llamado de retomar el tema de las religiones afrocubanas, tan interesante y poco tratado en otros espacios.
    Gracias a CUBADEBATE, que en tan poco tiempo se ha convertido en la más visitada e interesante de las páginas web de Cuba.

Se han publicado 11 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Rosa María de Lahaye Guerra

Rosa María de Lahaye Guerra

Es doctora en Ciencias Filosóficas y antropóloga cubana. Actualmente es profesora de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Tiene varios libros publicados, entre ellos "Yemayá a través de sus mitos", en coautoría con Rubén Zardoya.

Vea también