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Lázaro Vargas: "Yo me veo campeón cuando lo sea" (I)

Lázaro Vargas. Foto: Juventud Rebelde

Lázaro Vargas. Foto: Juventud Rebelde

Entrevistar a Lázaro Vargas se me convirtió en una agonía. Un fastidio. Un trago amargo y dilatado. Sería suficiente con decir que le tuve que montar una guardia por espacio de más de cuatro horas. "Se hizo el duro", pensará de inmediato el lector suspicaz. Sin embargo, no fue esa la causa.

El ahora manager de los Industriales no se mostró remiso al diálogo. Es más: bastó con llamarlo por teléfono el domingo en la noche, para que me dijera que "mañana estaré reunido desde las once en el Motel Deportivo de Mulgoba, cerca de donde tú vives".

Puntual como el Big Ben, a esa hora estaba yo en el sitio convenido. "Te espero aquí, en el lobby", le dije mientras Vargas entraba junto a un grupo de técnicos -Pedro Medina, José Elósegui...- en el salón contiguo.

Enseguida empezaron los debates. Que si la preparación de los Metros anda a tanto por ciento -y llegó el mediodía-, y que si el sicólogo hará esto y esto otro con los Industriales -y empezó el Noticiero-, y que si las cargas y los macrociclos -"son las dos", dijo alguien-, y que si 'patatín y patatán', 'tíquiti y tácata', 'Laurel y Hardy', 'tumba y deja' y otros binomios clásicos.

Eran las tres en punto de la tarde cuando la reuniooooón desembocó en almuerzo, y media hora después los reuniiiiidos abordaron la guagua que los llevaría de vuelta.

Entonces, cuando vio que su gente se largaba, Vargas quiso reformular el plan. "Caballo, estoy muerto de cansancio. ¿Por qué no hacemos la entrevista mañana?". Impasible, le dije que "imposible", y él puso cara de angelito para decir "entiéndeme", y yo seguí en mis trece. "¿No me digas? Con la pila de horas que yo llevo esperando te voy a dejar ir...". "La verdad -exclamó entre sonrisas- que tú me caes bien con (palabrota)". "Menos mal -le contesté aliviado- porque ya estaba a punto de mandarte (palabrota)".

Así, el uno resignado, terco el otro, salimos rumbo a casa de mi amigo Rivero, toda vez que en la mía ya no caben ni los recibos de la luz. Era cosa de caminar unas tres cuadras solamente, pero a veces, cuando estás muy fatal, no te valen ni las guayabas verdes...

El problema es que nos cogió un aguacero inacabable, y que corrimos a guarecernos en un edificio, y que estuvimos esperando allí por un buen rato. "Hasta catarro me va a dar por culpa tuya", dijo Vargas. "Y total, después Taladrid me va a decir que lo que publicaste fue una mierda, y que él es el único que sabe entrevistarme".

Finalmente, cerca ya de las cinco, nos sentamos en la sala de mi amigo. Oprimí el "record" de la grabadora, Vargas no quiso ni café, yo sí, y a mí me parecía mentira que, después de tanto inconveniente, yo estuviera diciéndole -por fin- que "en ocasiones pecaste por exceso debido a tu explosividad, y quisiera saber si estás listo para inyectarle madurez a un grupo de peloteros mayoritariamente jóvenes".

-¿Pero a qué tú le llamas exceso?

-A tu temperamento, que inclusive te propició varias expulsiones...

-¿Puedes decirme cuántas fueron?

-No sé, cinco o seis, tal vez más, tal vez menos...

-Mejor, ponle menos. La verdad es que si yo no hubiera sido explosivo no hubiera llegado a ser quien soy. Y a los jugadores que ahora dirijo les voy a inculcar la explosividad y la combatividad en el terreno. Lo que sí no quiero es que discutan las decisiones arbitrales. Ahí sí les voy a transmitir mi experiencia, porque cuando yo lo hacía, me botaban del partido y perdía la posibilidad de ayudar más al equipo.

-¿Dirigir a Industriales es una vieja ambición de Vargas?

-No, yo creo que es como una satisfacción, porque es el equipo para el que jugué 22 años. Pero fue algo que apareció de pronto, no una cosa que yo tenía planificada ni mucho menos.

-Hace dos años, le dijiste a un colega mío que no te interesaba dirigir equipos. ¿Por qué aceptaste entonces?

-Es que lo estoy viendo como una misión, o como un reto. Yo quiero que Industriales juegue como se debe jugar a la pelota. Esa manera en que por ejemplo lo está haciendo Urquiola, que ya demostrará que el equipo Cuba puede jugar de otra manera. Ese es el método que queremos mi colectivo de dirección y yo aplicar en los Industriales.

-¿Te gusta alguna línea particular en el orden táctico?

-Yo casi acabo de empezar a entrenar con este grupo. Lo único que te puedo adelantar es que vamos a correr mucho, porque tenemos hombres aptos para eso. Y que se va a jugar fuerte, con todas las ganas de este mundo. Digamos que es como en el boxeo: si yo soy un estilista y tú un fajador, el que imponga su pelea es el que gana al final. Y eso nos ha pasado con frecuencia internacionalmente: nos ponemos a la altura de los japoneses, ellos implantan su sistema y nos ganan. El juego del latino siempre ha sido agresivo y fuerte, y eso no puede quedar en el camino.

-¿Y tus jugadores van a correr siempre?

-Hay que correr siempre...

-Yo recuerdo que a veces, con un roletazo o un "flaicito", Vargas no corría fuerte...

-Enséñame un video donde esté eso.

-Eso lo vi con mis propios ojos...

-(Sonríe) Dicen que de lo que te dicen no creas nada, y de lo que veas, la mitad.

-Vamos, tú sabes que es verdad lo que te digo...

-No, hablando en serio, por esa razón me mandaron al banco algunas veces. Y no quiero que eso les pase a mis muchachos.