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La ilógica derrotó a Bolt sin sprint

Usain Bolt

Usain Bolt

Por Francisco G. Navarro

Sin necesidad de sprint arrollador ni de recurrir al fotofinish, con un solo tranco la ilógica privó hoy a los Mundiales de Atletismo en Surcorea de su fiesta más esperada, la del jamaicano Usain Bolt.

Mientras en algunas latitudes muchos madrugaron a contrapelo del asueto dominical para asistir, televisión mediante, al espectáculo del hombre más veloz del mundo en la prueba reina del campo y pista, la noche de la lejana Daegu se nubló con la oscuridad de uno de los mayores absurdos que recuerde el deporte universal.

Y todo por obra y gracia de la omnímoda, omnipotente y omnipresente pequeña pantalla, con todos los millones de dineros capaces de generar con el músculo y la mente competitivas como materia prima.

Al Relámpago del Caribe no le hacía falta hurtar 20 milésimas de segundos para demostrar que es el rey de la velocidad pura en el planeta, más cuando sus oponentes de mayor valía, llámese Tyson Gay y Asafa Powell, se descartaron ellos mismos previo al inicio de la cita surcoreana.

Pero humano al fin, carece de la gracia de la perfección aunque nadie es más perfecto que él cuando de correr 100 metros, dos hectómetros o una posta corta se trata.

Como mortal que lleva un paquete de nervios dentro de esa estructura óseo-muscular de titán capaz de retar al viento y al mismísimo Eolo si lo encuentra en un carril de rekortán.

Quizá el nervio auditivo de Bolt tuvo un fallo de corriente y la orden del starter le llegó a sus piernas unas milésimas de segundo antes que el disparo real.

Pero lo que el deporte no puede permitirse otra vez más es cambiar sus esencias en beneficio de las arcas de las megatelevisoras, porque la regla de la tarjeta roja a la primera infracción que la IAAF impuso en Daegu representa un atentado a los preceptos defendidos hace más de un siglo por Pierre de Frédy, barón Coubertin.

Tiempo es oro, reza la Biblia de los negocios, y las arrancadas en falso de los sprinters conspiran contra esa regla dorada. Por eso primero las redujeron y ahora la declararon herejía en un mundo que quiere ser gobernado por muchos reyes Midas.

Hace unos años las televisoras cambiaron de un porrazo las reglas del voleibol porque los partidos resultaban muy extensos y la audiencia podía cambiar de canal.

Y en su afán por trasladar el espíritu de Hollywood a las canchas introdujeron el tie break o muerte súbita, suspenso fílmico importado como si al pie de la net Alfred Hitchcock se burlara de William George Morgan, inventor del juego el 9 de febrero de 1895.

Así, los magnates de la imagen decidieron que el Mundial de Fútbol de México 86 se jugara bajo un sol que rajaba las piedras, y las pieles de los jugadores, para que las trasmisiones entraran en horario de prime time en Europa y los asiáticos no tuvieran que trasnochar demasiado.

Más recientemente el béisbol recibió su dosis de recorte con la implantación de la Regla IBA o Shiller, que procura acelerar el desenlace del juego empatado como si fuera un enfermo terminal que le sobra a los parientes lejanos encargados de cuidarlo. El hecho de que las ancestrales Board del fútbol resistan aún los embates de la innovación telemediática se debe a los 90 minutos de los partidos, con un intermedio de 15 que resulta una fértil parcela para los anuncios comerciales.

Por lo pronto se ensañaron en las pruebas de velocidad del atletismo y sacaron de su chistera catódica el único rival capaz de vencer a Usain Bolt en un solo tranco.

(Con información de Prensa Latina)