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una gota más y el romerillo

Por Víctor Casaus
Fotos: Silvio Rodríguez
Segunda Cita

Querida gente:

Muy bueno el aguacero de entradas y mensajes acuáticos, hidráulicos, desatados por las fotos y la nota de silvio sobre su concierto en Lutgardita.

Lutgardita perdió la t en algún momento de nuestra pronunciación popular: demasiada difícil esa t, delante de la g, además. Por eso todos decimos --y hasta escribimos Lugardita. Un lugar llamado Lugardita. Hasta por eso está mejor así.

Quiero añadir una gota más al aguacero desatado.

Lo comenté ayer en el siguiente concierto de esta gira de Silvio por los barrios difíciles, menos favorecidos de la Habana.

Una amiga argentina que asistió al concierto me contó que, mientras cantaba Silvio, un señor, habitante de Lugardita, le dijo: "Hoy nos faltará una gota de agua, pero Silvio nos ha traído una gota de felicidad".

Lo mejor de esas opiniones sinceras, populares, transparentes (como el agua necesaria) es que no están dichas a alguien para que se publique en la prensa, ni a un entrevistador televisivo. Salió del corazoncito de aquel señor, para una muchacha a quien no conocía y que estaba disfrutando, al lado de él, la maravilla de la canción y la cultura en Lugardita.

Al principio de aquel concierto (y también de este último ayer en El Romerillo) Silvio aclaró que no iba a esos barrios siguiendo ninguna orientación, ni mandado por nadie, sino para compartir, de cerca, sus canciones con la gente del lugar, que quizás no vayan a sus conciertos en grandes teatros. Yo pensé, y lo comenté ayer en El Romerillo, que estas presentaciones se están haciendo, de todas formas, siguiendo una orientación. No la puntual, formal, conocida, sino la orientación que sale del corazón. Del corazón que, como se sabe, está al lado izquierdo del pecho.

Cuarenta y ocho horas después, estos conciertos barriales alcanzaron su primera docena en El Romerillo. Allí Polito Ibáñez entusiasmó nuevamente a la gente que se había reunido, frente al escenario improvisado, para alegrarse en ese domingo de mayo, bajo el mismo sol que les decía. Los artistas que Silvio ha invitado para iniciar cada concierto de esta gira pertenecen a territorios diversos de la creación musical: los trovadores Vicente Feliú y Eduardo Sosa, el maestro Frank Fernández, Los PapinesTanmy López, ganadora del Premio de Creación Ojalá con su musicalización de los poemas de Rubén Martínez Villena; Niurka, Amparo y Esther que trajeron los tríos de Haydn para que antecedieran aquel día las canciones del trovador, en esa unión misteriosa y difícil, a veces negada, de lo popular con lo culto.

En esa cuerda de comunicación se movieron las canciones de Polito en la tarde de El Romerillo, donde confesó que nunca se había imaginado cantando en un lugar que lleva el nombre (santo, curador) de esa planta que favorece la garganta y la voz de los cantautores. Varias de sus canciones fueron coreadas, susurradas o gritadas, como las de Silvio, ya a la caída de la tarde del domingo, frente al escenario de El Romerillo, donde varios centenares de vecinos y visitantes se reunieron para acompañar y compartir: dos verbos que pudieran definir el origen y la magia de estos conciertos.

Mientras la gente del barrio se iba a acercando al espacio frente al escenario, un fotógrafo amigo que documentó también la maravilla visual de aquellos momentos me dijo: "Tú sabes que lo que más me gusta de estos conciertos en los barrios es que la gente viene a escuchar, a disfrutar la música, como si estuviera yendo hacia la bodega. Lo mismo. Están en lo suyo y lo suyo en este domingo de concierto es la canción de Silvio, de tremenda riqueza textual y sonora, capaz de atraer, ofrecer, compartir, que de eso se trata." Lo que señalaba Kaloián Santos se demostraría muchas veces durante el concierto: desde el aplauso emocionado a la sugerencia martiana de "Cita con ángeles" hasta la inquisitiva vocación del escaramujo que vive de preguntar, advirtiéndonos que "saber no puede ser lujo".

La temperatura (la climática y la espiritual) de este concierto en El Romerillo fue alta. De ahí las canciones solicitadas, el coro entusiasmado que quedaba, a final, como palabra solista, cedida por el trovador, en algunas canciones; la belleza, la memoria, las historias compartidas en esa tarde y esas canciones. Y todo ello colocado, visto, vivido, bajo el signo de la autenticidad y de la complejidad, que derriba prejuicios y encartonamientos y une, desde la sencillez, como siempre debiera ser.

Por ello, como comentábamos el domingo en El Romerillo, estos conciertos no tienen palcos, ni protocolos, ni salones VIP, ni presidencias. Los artistas y escritores y las amigas y los amigos que llegaron hasta allí para disfrutar --en un escenario físico (y espiritual) diferente-- las canciones de Silvio, se cobijaron bajo el mismo árbol generoso o asumieron, con todas y con todos, el insistente sol de mayo que descendió, ya tarde, al final de la calle. No es desdeñable ese aspecto también compartido, tan bien compartido. Bueno para los aires de estos tiempos. Y mejor, seguramente, para los que vendrán.
Un disparo de nieve. Una gota de felicidad. Por el momento: ¿a qué más?

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez

Romerillo. Foto: Silvio Rodríguez