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Antón Arrufat: Asumir a este país es otra forma de nacer

Antón Arrufat en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón Arrufat en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Amaury. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta. Avenida y Calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy es una noche privilegiada para mí, y espero que para ustedes, nos acompaña, está aquí, en un minuto frente a mí, ya está, el eminente escritor, ensayista, teatrista, cuentista, poeta. Una de esas personas maravillosas..., el día que lo vi en persona por primera vez fue en Guadalajara, México, yo entraba a un hotel, había una jornada de la cultura, él estaba sentado y me dijo mi esposa: Ahí está. Yo me viré, fui, me arrodillé y me presenté besándole la mano. Hoy puedo darle la mano, ya es una persona con la que tengo una gran relación. Como dije, el gran Antón Arrufat.Antón, muy buenas noches, bienvenido.

Arrufat. Muy buenas noches, buenas noches, Amaury.

Amaury. Muchas gracias...

Arrufat. Y gracias por recordarme aquel bonito gesto como de un caballero antiguo.

Amaury. Me tiré en el piso, le besé su mano, y además, la mano con la que escribe.

Arrufat. Sí.

Amaury. O con la que escribía, porque ahora andamos con las máquinas. A ver, yo quiero empezar, Antón, porque encontré unos fragmentos, como estamos en televisión, encontré unos fragmentos en su discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura, que he comentado varias veces sobre ese discursoporque es uno de los más estremecedores, pero encontré tres citas ahí que quiero comentar. Una dice, la primera: "Cuando me asomaba al balcón de mi casa, me saludaban los vecinos desde los balcones satisfechos de tener por vecino a un escritor que salía por televisión".

Segunda vez que se habla de televisión en el mismo discurso: "En nuestro país la TV otorga también su carné de identidad".

Y la tercera, la más arriesgada: "Para las mayorías populares, quien no aparece en la pequeña pantalla, no existe"

¿Usted cree en eso o es otra de sus ironías?

Arrufat. Yo creo en algo a partir de ese momento, fíjate. Cuando yo vivía ahí, he vivido mucho tiempo en el lugar donde vivo, en la calle Trocadero, cerca de donde vivía Lezama, a media cuadra, alguien en Madrid me dijo, Álvaro Pombo: ¡Mira que tú eres snob! mudartea la calle de Lezama, (risas)pero yo me mudé allí cuando ya Lezama había muerto, con el cual tuve una gran amistad, como toda la gente sabe. Pero yo entraba y salía, sin darme cuenta de que me había ido, lentamente, convirtiendo en una especie de personaje.Y un día, después del Premio Nacional, me asomé al balcón y la gente empezó a decirme: ¡Ay, tenemos un Premio Nacional en la cuadra! Yo vivo en una cuadra de gente muy desenfadada, ¿eh?, esto me puede costar que me abofeteen cuando llegue allí.

Amaury. No, porque sale por televisión. (risas)

Arrufat. Sí, claro. Entonces, la televisión aporta una especie de figura que destruye el vacío entre el artista y su público lector o su público admirador. Y eso es lo que sucede, que es lo que yo llamo carné de identidad ¿no?, o sea, alguna gente después del Premio Nacional, pues, me ve por la calle, siempre..., me acostumbré a salir con un bolígrafo. A la gente le apasiona tener autógrafos hasta de un autor que seguramente no han leído.Pero indudablemente la televisión en este país, y creo que en el mundo entero ya, es una fuerza inconmensurable de comunicación.

Amaury. Sí, lo que pasa es que el juicio es muy duro y a mí me pareció, conociéndolo, un poquito sarcástico, porque dice: "Para las mayorías populares, el que no aparece en la pequeña pantalla no existe". Y eso es un poco absoluto.

Arrufat. Los años me han ido aliviando, eso es del año 2000, o sea, mis grandes maestros, Lezama y Virgilio Piñera, no salieron nunca en televisión. Sentían por la televisión algo como: "No te metas ahí, muchacho, no te metas ahí". Y entonces a mí me pasa eso también.

Amaury. Sí, con recelo.

Arrufat. Sí, con recelo, es la palabra exacta. Voy a tener que acabar aceptando este medio. (risas)

Amaury. A ver, en un libro que es una verdadera joya, usted insiste en un personaje; la tía. La tía que se relaciona con los espejos. Entonces mi pregunta sería: ¿Si se mira usted mucho al espejo? Sería la primera pregunta. Si fuera afirmativa ¿qué ve? Y si fuera una negativa ¿a qué le teme?

Arrufat. Bueno, uno en el espejo puede ver aquel que quiso ser, en un sentido, tal vez, moral. Yo me afeito al espejo, como casi todo el mundo.Cuando era muy joven me levantaba y me miraba al espejo y decía, golpeándome la cara: ¡estás bien, estás bien! y salía, pero ahora me he dejado de mirar. El problema de mi tía era la no existencia.

Amaury. La no existencia, ¡no existía si no se veía en el espejo!

Arrufat. Si no se miraba a cada rato en el espejo..., ella, de pronto, en medio de la conversación, era una persona maravillosa en ese sentido, porque era completamente demente se levantaba desesperada, y decía: no existo, ¿no hay un espejo?, no existo. O sea, no me veo. Y el espejo..., tú sabes que en ese libro que tú citasLas pequeñas cosas, hay también un escrito largo sobre el espejo. Creo que el espejo es una especie de viviente en la casa. Por ejemplo, tú oscureces toda la casa y pasas por el baño o pasas por donde hay un espejo, y el espejo te lanza un reflejo. Y uno lo mira extrañamente como: estoy aquí, soy tu segunda parte, mírate un rato,cualquier cosa, que el espejo puede dar, aparte de que el espejo es un instrumento erótico.

Amaury. Sí, y de la vanidad.

Arrufat. Y de la vanidad.

Amaury. También, meditando en eso del espejo, pensé en la sombra y en Peter Pan buscando su sombra.

Arrufat. Sí.

Amaury. Ahí está, ¿Antón anda buscando su sombra?

Arrufat. Nadie puede saltar más allá de su sombra, decía Confucio.

Amaury. Claro.

Arrufat. Y la sombra va detrás de uno. ¿Tú te imaginas lo que sería la sombra en la noche medieval mientras nieva y la gente está encerrada en la casa, está nevando afuera, hay un frío extraordinario? Una de las cosas más impresionantes es que las sábanas en la Edad Media no se calentaban nunca, (risas) siempre estaban frías, y la gente utilizaba botellas con agua caliente, cualquier cosa, metían al perro en la cama, cualquier cosa por tal de no sufrir esas madrugadas infinitas con un frío en su esplendor...

Amaury. ...Pero hay dos tipos de frío, el que provoca el clima y el que provoca la soledad. Entonces, la pregunta sería, y voy a provocarlo. Cuándo está solo y tiene frío ¿No va a poner botellas calientes? No sé si tiene un perro.

Arrufat. Mi perro murió, pero es mejor deslizar un cuerpo humano que lo caliente a uno. Lo que sucede es que, mira, yo a esta edad, tengo 76 años, no le tengo miedo a la soledad. Además, fíjate en algo, la soledad es casi inalcanzable, porque uno está acompañado por los libros, por la música, por los recuerdos, por la memoria, por los dolores de su cuerpo.

Amaury. Por el sonido de la calle.

Arrufat. Por el sonido de la calle y entonces la soledad es un estado de aspiración del hombre. Estoy diciendo cosas en que seguramente la gente no cree, pero es como ese estado al cual el hombre puede llegar, una aspiración, como la libertad, por ejemplo. No hay una libertad absoluta, no hay tampoco una soledad absoluta.

Amaury. Pero hablamos del día, ¿y en la  noche?

Arrufat. Bueno, en la noche todo es más espantoso. Yo era, de joven, un tipo nocturno, que salía a caminar por las noches. Ahora ya no hago eso, porque además, la ciudad es tan nocturna, tan doblemente nocturna, tan carente de luz, que es maravilloso, porque uno se puede ir partiendo las piernas a medida que va caminando y llega a su casa ya, completamente paralítico (risas).Pero, bueno, he escrito una novela que se llama La noche delaguafiestas.

Amaury. ¡Una gran novela, no una novela!.

Arrufat. Eso dicen algunas personas y otros la atacan violentamente.

Amaury. Bueno, yo no sé quiénes...

Arrufat. Lo que se merecen siempre las grandes novelas. Ser elogiadas y ser atacadas.

Amaury. Bueno, yo soy...

Arrufat. ...Eso quiere decir que no es indiferente, que la gente no es indiferente con el libro. ¿Tú estás a favor?

Amaury. Sí, yo estoy a favor.

Arrufat.Te voy a mandar un ejemplar con una dedicatoria.

Amaury. Yo tengo el ejemplar que compré.

Arrufat. Sí, pero te mandaré el último publicado en España con una dedicatoria muy tierna.

Amaury. Ahora, yo, y ya el televidente vio, el que lo leyó, el que no lo ha visto conversar así en público. Ya vio al demonio que habita en Antón, al Enfant Terrible, ¿no?, dirían así las personas que manejan así el francés y todo eso.Y cuando hemos estado juntos, muchas veces hemos estado en lugares donde hay muchas personas, y algunos de los que están ahí, yo sé que son capaces de caer martilladas bajo el filo de la lengua de Antón. Yo corro y me pongo al lado de Antón. ¿Por qué ejercita esa necesidad, todo el tiempo, de entrar en esa batalla con su propio ingenio?

Arrufat. Mira, tengo demasiado y tiene que salir de algún modo (risas) porque no me voy a morir con el ingenio en la cama. Pero yo creo que es un ejercicio. Es un poco aprendido de memoria ¿eh?Es un ejercicio, ¿tú comprendes?, que uno hace y que no puede dejar de hacer porque es lo que el otro espera. Entonces como el otro espera que yo diga algún horror, todo el mundo se acerca para ver qué horror dije y después lo van divulgando por la ciudad y los aumentan.

Entonces cuando quieren hablar de alguien me lo atribuyen también, o sea, es un horror que se multiplica y entonces yo los divierto. Además yo soy admirador de Oscar Wilde, que hacía mucho estas cosas.

Amaury. Hacía eso todo el tiempo.

Arrufat. Y entonces, hay una anécdota sobre Oscar Wilde, que había conversado de un modo brillantísimo con varios amigos en una mesa, no quiere decir que yo tenga esa brillantez, que yo lo alcance. Pero lo cierto es que un amigo después contó, que cuando se levantó y lo vio cómo se alejaba en la calle, iba triste, alicaído, como perdido. O sea, el hombre que había sido brillantísimo delante de los demás, en la soledad, era un verdadero espantajo. No sé si esto me ocurre.

Amaury. No es su caso, yo puedo decir que no es su caso. Además, yo me acerco, no solo a disfrutar del filo de su verbo, sino a protegerme.

Arrufat. (risas) ¿Tú piensas que mientras estás al lado no voy a hablar mal?

Amaury. Por lo menos en mi caso nunca ha ocurrido.

Arrufat. No te garantizo eso. (risas) Porque una de las cosas que más me gusta es decirle a le gente lo que el otro dijo y delante.

Hay tres personas y yo me acabo de enterar que de la tercera acaban de decir tal cosa, y yo inmediatamente se lo digo allí delante. Mira, esta persona ha dicho de ti esto, y es maravilloso, porque se forma, se forma como una especie de vitalidad, que necesitamos mucho cuando ya somos muy conocidos. Necesitamos siemprecomo una vitalidad.O sea, que las solemnidades se caigan, que ya yo no sea miembro de la Academia de la Lengua, que no sea Premio Nacional, que no tenga todas las medallas, todo eso se viene al suelo y me convierto en un muchacho de veinte y pico de años.

Amaury. Es lo que parece, un muchacho.

Arrufat. ¿Usted cree?

Amaury. Sí, bueno yo sí. Ahora, ¿cómo es un día de Antón? porque los escritores tienen manías.

Arrufat. Estoy lleno de manías para trabajar y he hecho una lista de todas esas manías.

Amaury. Por ejemplo, ¿a ver algunas?.

Arrufat. Bueno, el bañarme, el tomar té, el caminar, a veces caminaba mucho. Por ejemplo, cuando escribo una obra de teatro, me gusta caminar. Entonces me hago todos los personajes y los vecinos van creyendo que he enloquecido porque hablo como mujer, como niño, como anciano, como gago, como cualquier cosa y entonces hay una especie... como de... como aquí se vive de una manera tan colectiva, y tan promiscua, que todo el mundo participa un poco de la vida de uno.Pero claro, ya se sabe que ahí vive la figura. No te he contado ese chiste.

Amaury. ¡A ver, cuéntemelo!

Arrufat. Que yo entré en una librería y la librera estaba sentada, me miró y me dijo: ¡Hola, figura! Desde ese momento yo utilizo ese término de figura, claro, burlándome un poco de mí mismo, cosa que hago con gran pasión.

Amaury. Ahora, una cosa que me llama la atención, todas las ramas de la literatura usted la trata, las trabaja y tiene éxito en todas.¿Pero a la misma vez usted está escribiendo una novela, o un cuento, o un poema, un ensayo, una obra de teatro, a la misma vez todo?

Arrufat. No, a la misma vez no. Pero yo siempre quise vivir en una especie de casa en que cada habitación tuviera una máquina de escribir o una computadora.

Amaury. Es lindísimo porque es como un cuadro de Magritte.

Arrufat. Sí, y en una escribía la novela, en otra escribía un cuento, en otra escribía poemas, me iba trasladando por el resto de la casa.

Amaury. Pero es una cosa a la que no debe renunciar. Es una buena idea.

Arrufat. No, yo no he renunciado a nada, me lo han ido quitando todo, pero no he renunciado. (risas)

Amaury. Santiago de Cuba, Antón Arrufat, santiaguero. Sin embargo, no tiene acento de santiaguero.

Arrufat. He hecho un esfuerzo gigantesco por quitármelo.

Amaury. ¿Por qué? Ahora le salió.

Arrufat. Sí.

Amaury. "Por quitármelo". (Amaury habla como un santiaguero)

Arrufat. ¿Sabes una cosa?, que apenas un santiaguero me llama por teléfono, conversamos un rato y yo me paso como tres días hablando como los santiagueros.Eso es una cosa tan pegada, tan consustancial a mi sangre y a mi espíritu, a lo que sea, vaya, a lo que es consustancial, que nunca hemos sabido qué cosa es.

Amaury. Y se usa mucho esa palabra, porque es lindísima.

Arrufat. ¿Consustancial?

Amaury. Sí, es preciosa.

Arrufat. Entonces, ¿Hablábamos de Santiago?

Amaury. De Santiago de Cuba. Quiero hablar sobre todo, por los apellidos.

Arrufat. Mis apellidos son Arrufat Marat: mi padre era de origen catalán, Arrufat. Es una familia muy antigua del reino de Aragón. Y mi madre, era Marat, decían siempre en esa casa, hasta hace muy poco en que me encontré con un hispanista palestino, y yo le dije que yo era árabe, y escribió mi nombre como lo escriben los árabes, el apellido de mi madre y me dijo: mire, no se dice Marat, se dice Murat. Me pareció una cosa maravillosa, porque durante años, mi familia dijo su apellido mal, no sé cómo.

Amaury. ¿Y usted también?

Arrufat. Sí, yo también.

Amaury. Y quería preguntar por el niño Antón, el niño Antón en Santiago de Cuba.

Arrufat. Ah, el niño Antón era insoportable. Mi madre, que me quería mucho, como todas las madres cuando no son unas canallas, nunca me pegó.Y yo creo que hubiera sido bien que me hubieran dado mi buen bofetón de vez en cuando, pero no.

Amaury. No ocurrió.

Arrufat. No ocurrió, no ocurrió. Y eso contribuyó a majaderías que he heredado hasta hoy, que no me podían prohibir nada. Me daban unos ataques que me salía una espuma por la boca, impresionante.

Amaury. Pero por qué era aquello, por explosión...

Arrufat. Era díscolo, pero además jugaba pelota, hacía disparates, me iba al mar, remaba. Toda una serie de cosas que hacen los niños.A mí me encantaba un lugar en Santiago de Cuba, que se llama Cayo Smith, que es como una islita.

Amaury. Preciosa.

Arrufat. En el centro de la bahía.A mí me encantaba nadar allí, ir a Ciudad Mar. Al Morro nunca iba, porque no estaba restaurado, y los santiagueros no tenían ninguna costumbre de ir al Morro, y entonces después ingresé en la escuela de los curas.

Amaury. Bueno, ¿qué quedó de la escuela de los curas?

Arrufat. La gente dice que quedan algunos gestos de mano y sobre todo, una disciplina. Eso me lo enseñó la iglesia. Las dos órdenes en las cuales fui educado, por los Jesuitas y posteriormente, cuando ya vivíamos en La Habana, que vinimos en el año 47, los Escolapios. Pero me sirvieron.Después me separé por completo de la Iglesia. Esto lo he explicado en unas largas entrevistas que fueron publicadas en las revistas de la Iglesia, porque yo era monaguillo, servía en la iglesia, me vestían de Papa en las fiestas religiosas.

Amaury. En las representaciones religiosas.

Arrufat. En las representaciones. Parece que descubrieron que yo era un tipo teatral, los curas tienen una buena mirada, que les permite llegar hasta hoy.

Amaury. Y que van a trascender a mañana también, y eso lo digo yo.

Arrufat. Y eso lo dijo usted y lo decía Lezama. Lezama cuando me veía muy incrédulo, decía: "No se preocupe, no me moleste, porque la Iglesia durará hasta el fin de los siglos".

Amaury. Exactamente

Arrufat. Decía así como si los siglos fueran a entrar por la ventana.

Amaury. ¡Y en el caso de Lezama, podían entrar por la ventana los siglos!

Ahora, Antón. ¿Cuándo es que aquella suerte de epilepsia infantil se convierte...?

Arrufat. ...Imaginaria, ¿eh?

Amaury. Claro, claro que imaginaria, pero se convierte en una epilepsia intelectual, ya no imaginaria, sino real, porque solamente se puede tener una obra como la suya, si uno vive en un estado de catalepsia, prácticamente.

Arrufat. Mira, muy pronto. Yo empecé a escribir como a los 10 años. En la misma aula, mientras el cura explicaba, yo escribía tranquilamente. Y siempre me sorprendía el cura en eso, y me decía: ¡oiga, pero atiéndame! Y yo decía: sí, yo estoy atendiendo, yo estoy atendiendo, y yo estaba escribiendo un poema. Pero esos poemas se perdieron, felizmente, a lo mejor ¿comprende? alguien los ha recogido y los va a publicar después que yo cierre los ojos.

Amaury. Mejor sería que los publicaran con los ojos abiertos.

Arrufat. No, porque pueden ser mejores que los de ahora (risas), y eso me daría una vergüenza espantosa.

Amaury. ¿Y cuándo es que conoce a Virgilio Piñera? Hay muchas voces maldicientes que dicen, que usted era su discípulo, que era el muchacho preferido de Virgilio y que todo lo que sabe lo aprendió de él. Siempre hay gente que dice cosas así.

Arrufat. Sí, hay gente que dice cosas así. Yo también las digo, o sea, no hacen más que corresponderme. Pero no es cierto. Virgilio era un tipo muy rivalizante, una personalidad muy difícil y yo lo toreaba muy bien, ¿eh?. Entonces tuvimos una amistad, como son las amistades, las verdaderas amistades entre los artistas. Vernos diariamente, bañarme en su casa, él ir a comer a la mía, y por la noche hacer un café con leche con dos galletas viejas. Es decir, eso era realmente una amistad de verdadera relación, ¿no?, de verdadera relación.A veces teníamos unos disgustos infinitos y estábamos tres o cuatro meses sin vernos. Era una cosa muy graciosa, porque a veces nos encontrábamos en la calle y estábamos peleadísimos, y él pasaba por el lado y me hacía así. (se coloca la mano en la cara a modo de parabán)

Amaury.¡Con la mano o con el paraguas!

Arrufat. Con la mano, como quien dice: paso, pero no te veo. Yo aprendí de él una cosa que es importante para un escritor, cuando está tratando a un escritor más hecho que él. Que es la ética de la literatura. La literatura tiene su ética, el escritor tiene su manera y su manera de vivir en la sociedad, su conducta y tiene que mantenerla hasta el final.No aceptó nada que lo separara de su escritura. Vivía con una peseta, yo también vivía con una peseta en el bolsillo, en aquella época también se podía vivir con una peseta ¿comprende? Pero esa ética de un escritor; yo digo lo que debo decir, yo escribo lo que debo escribir. Yo no hago elogios de compromisos porque tú eres mi amigo, y me apena y tengo que elogiar tu libro de todas maneras. Esas cosas a él le parecían verdaderas traiciones y eso es lo que yo aprendí de él.

En el orden de la escritura, mi literatura, ni mi teatro, ni mis novelas, ni mis poesías se parecen en nada a lo que él escribió,

Amaury. No se parecen.

Arrufat. No se parecen, ¿verdad? Es a favor de él, ¿no?

Amaury. A favor de los dos. Es más cómoda para mí esa posición.

Arrufat. ¿Verdad?, es casi suiza.

Amaury. Es el mundo de los relojes. (risas)

Arrufat. Entonces, pues nada. Eso es lo que yo creo que yo heredé de él. También lo heredé un poco de Lezama, aunque  Lezama era un individuo más tranquilo que Virgilio Piñera, que fueron, como escritores, mis dos grandes amigos.

Después lo sería Dulce María Loynaz, pero Dulce María Loynaz era una gran dama, tenía unos vestidos que le llegaban a los tobillos, entonces era muy diferente. Yo aprendí con ella el arte de conversar. No aprendí, sino perfeccioné con ella el arte de conversar; porque ella conversaba como los antiguos cubanos, que es una manera muy curiosa de conversar: que es escuchar, no precipitarte, no apabullar al otro, no querer tener todos los problemas resueltos. O si tú tienes todos los problemas resueltos, fingir que no están resueltos, para oír lo que el otro va a decir sobre esos problemas. Eso lo aprendí de estos grandes escritores.Indudablemente son los grandes escritores cubanos del siglo XX.

Amaury. Sí, pero es curioso, porque tanto Lezama, como Virgilio, como Dulce María, son personas que vivieron, además, una vida hacia adentro y cualquiera que esté viendo la entrevista, pensará que usted es una persona que vive hacia afuera, de balcón a la calle, en la realidad, por las cosas que está hablando. ¿Cómo podía establecer entonces un vínculo con personas tan herméticas...?

Arrufat. ...Bueno, Lezama...

Amaury. ...Dulce María sí era hermética...

Arrufat....Y Lezama también, pero Dulce María... yo de pronto iba por la calle Obispo, me sentaba en el Parque Central, y la veía sentada en un banco allí, vestida de negro, con una sombrilla abierta. Y yo iba y la saludaba y le decía: ¿Usted es usted? Y decía: Yo, sí. Ella tenía eso, y Lezama era un caminador, hasta que pudo. Ya cuando yo empecé la gran intimidad con él, que era en los años 70, ya él no caminaba, había engordado mucho.

Pero Virgilio era un callejero, un trashumante. Íbamos juntos a todas partes. Cuando vino ese mal tiempo, que no es el mal tiempo ni de la Batalla de Mal Tiempo, ni del tiempoclimático.

Amaury. ¡Del mal tiempo gris!

Arrufat. Del mal tiempo gris, sí, o negro. Entonces ese mal tiempo, ¡ay!, ¡cómo nos divertimos!, sufrimos, pero nos divertimos mucho (risas) Entonces, íbamos a asustar a la gente, ¿comprendes?, asistíamos a las galerías, a las exposiciones, a las funciones de teatro y la gente salía corriendo, literalmente, Amaury. Corrían cuando nos veían. Decían: ¡Ahí vienen! No te pegues ahí, porque nos están mirando, no te pegues.

Amaury. ¿Mentira que la gente era tan miserable?

Arrufat. La gente era así. Y perdimos muchos amigos así, muchos falsos amigos. Claro, a nosotros..., yo no tenía ningún miedo de ir a esos lugares, ni él tampoco.Bueno, ¡qué va a tener miedo Virgilio Piñera!. Él fingía tener miedo, escribía sobre el miedo. Su literatura está recorrida por un miedo que es el miedo ante la muerte, el miedo ante la indefinición, el miedo ¿tú comprendes? espiritual, todos los posibles miedos, el miedo que dan las grandes ciudades, porque él en el fondo era un provinciano. Un provinciano en el buen sentido. Había vivido muchos años en Camagüey, 22 años y cuando vino a La Habana sintió ese terror que siente el hombre de provincia en una ciudad mucho mayor, en una ciudad en que hay que aprender a subir las escaleras, ¿eh?, porque eso es importante.

Además, como siempre he tenido lo mismo dentro de mí, el sedentario que el callejero, entonces, pues con mi parte de sedentario hacía mi obra y con mi parte de callejero era amigo de ellos, sobre todo amigo de Virgilio. Cuando ya fue mi gran amistad con Dulce María, también fue en esos tiempos de mal tiempo, en que llovía mucho, por eso le pusieron Mal Tiempo a esos tiempos. En fin, pero de todos modos, eran, como personas, extraordinarias, ¡extraordinarias!

Amaury. ¿Y qué fue lo que le llamó la atención a Antón de esos personajes: Compartir el mal tiempo, compartir el aguacero, el trueno, el rayo, las épocas del mal tiempo?

Arrufat. Bueno, lo que pasa es que nosotros habíamos sido hasta ese momento, figuras públicas. Lo continuamos siendo, pero en lo que Eliseo Diego llamó El oscuro esplendor, o sea, estábamos en una oscuridad, pero que era más luminosa que la misma claridad.

No hablábamos casi nunca de lo que nos ocurría. Era como de mal gusto, ¿no?, era como subrayar lo que ya sabíamos. Y hablábamos como hablan los escritores, que todos somos muy habladores. Entonces, era, mira, voy a decir una palabra que ya no se usa tanto, era un compañerismo. Era ese tipo de relación entre, digamos, tus iguales. Ellos me llamaban, me buscaban. Yo tenía con ellos una relación, que cualquiera en este momento puede pensar: cómo está mintiendo ese hombre, nunca fue íntimo de esas personas. Esas cosas, pero en fin, eso no importa, todo el mundo sabe que fue verdad.

Amaury. También, usted era el joven y era el guapo. Pero, hace un ratico usted decía:no hablábamos de lo que ocurríaporque era de mal gusto, pero como estamos en televisión y estamos en el año 2011, será importante nombrar las cosas.

Arrufat. Hay un libro así, ¿no?

Amaury. Exactamente, bello libro, por cierto, de Eliseo Diego. Y  entonces sería interesante ¿qué era lo que ocurría?

Arrufat. Bueno, lo que ocurría era la separación, la separación. En un momento dado, ustedes de aquí no pasan. La sociedad que estamos fundando no es para ustedes y llegó un punto en que ya no podíamos participar de ella. Eso fue lo que ocurría, en fin, ya eso es una cosa tan vieja, ¿eh?, que...

Amaury. ...Pero la gente siente curiosidad muchas veces por las cosas viejas...

Arrufat. ...Bueno, mira, cuando se pusieron Los siete contra Tebas en el (Teatro) Mella, pasé por una experiencia interesantísima. Porque aparte de las 1 500 personas que iban todas las noches, y se puso 16 noches. Los muchachos de la Universidad, los estudiantes, me esperaban en el vestíbulo para que yo les contara lo que ocurría, para nombrar las cosas.

Amaury. Claro.

Arrufat. Y entonces, yo les contaba, más o menos, lo que había ocurrido. Porque sobre eso, sobre esa época, casi todo se ignora. Es una época muy importante, porque ahí surgieron, desde Lunes de Revolución,surgieron una serie de escritores, de artistas, de músicos, de pintores y todo, que son de una importancia extraordinaria en la Cultura de este país. Y salieron de ese momento oscuro, casi medieval y salieron de nuevo a la luz y ya.

Amaury. Ahora, hay personas, de esa generación, que han querido sanar y han sanado. Y hay personas que no quieren sanar porque les gusta vivir en esa especie de insalubridad memorial, ¿no?,la memoria insalubre también brinda una posibilidad de especular, de contar y de brillar a partir de las propias desgracias. Eso existe en todas las épocas, pero sobre todo en esa.

¿Usted es de los que sanó, de los que está por sanar o de los que no quieren sanar?

Arrufat. Yo soy superior a los resentimientos, soy superior a ese momento. No dejé de escribir jamás, pese a todo, pese a todo. Siempre me dije: Si van a tirar contra ti, que tiren con los cañones, porque tú vas a responder con tus cañones, que es, mira, escribir en esta página. Y así fue. Y nada, es decir, eso forma parte de una conversación, como el que habla de una enfermedad de su tía. Entonces, esa enfermedad que mi tía tuvo...

Amaury. ¡Aquella gripe mala!

Arrufat. Sí, aquella gripe mala. Ella tosía mucho de noche, y entonces, eso me hizo famoso. Cínicamente debía agradecerlo.

Amaury. Antón, su obra lo hubiera hecho famoso en cualquier circunstancia. Esa es la única ironía que no le voy a dejar pasar.

Arrufat. Lo estoy aceptando.

Amaury. Ahora, Manuel Sanguily decía en el siglo XIX, que la Cultura Cubana, era del disimulo y la hipocresía. En el siglo XXI ¿usted suscribiría un punto de vista tan audaz como ese?

Arrufat. Esa es una frase que yo he citado.

Amaury. Yo sé, yo también la conozco, pero no la conozco porque la citó, sino porque la leí de Manuel Sanguily y me quedé helado.

Arrufat. ¡Sí, él era un hombre muy inteligente!

Amaury. ¡Muy inteligente!

Arrufat. Y, además, tenía una lengua, capaz de decir cualquier cosa.

Amaury. Ahí nos parecemos.

Arrufat. Pero yo, cuando encontré esa frase de Manuel Sanguily, dije: Esto es lo que nos ocurre.

Amaury. Claro.

Arrufat. Pero tú sabes ¿por qué? En primera, porque somos un país muy pequeño, donde la verdad no circula,estoy hablando de los círculos literarios.

Amaury. Sí, sí, yo sé.

Arrufat. Hay que hacer esta aclaración.

Amaury. Buena aclaración.

Arrufat. La verdad no circula del todo, y eso es lo que le falta un poco a la crítica cubana; a la crítica literaria, a la crítica de artes plásticas, hasta a la crítica de radio y televisión, y es que disimulan.¿Por qué? Porque, bueno, porque ese guión lo hizo un amigo mío, y esa novela la escribió un amigo mío que me viene a saludar todos los días ycuando él venga aquí a mi casa, qué yo le digosi escribo en contra de su novela, ¿qué hago con eso? y algún día alguien tendrá que limpiar la crítica del futuro, lo que sea, tendrán que limpiar esa costra y ver, debajo de esa costra, cuál es el auténtico brillo, cuál es el auténtico metal que va a durar. Porque si se basan en las opiniones de este momento, la confusión, como diría Hamlet, ha hecho su obra maestra.

Amaury. Ya yo sé cuál sería a la crítica y a la opinión que aspiramos. Pero el asunto es, ¿cuál sería preferible?, porque también estamos utilizando mucho, no el disimulo, sino el silencio; y muchas veces lo que hacemos es, no nos querernos comprometer, ni a favor ni en contra.

Arrufat. El silencio es una forma del disimulo y la hipocresía es una tradición que viene del simular. El cubano simula muchas cosas. Como todos los seres humanos, el cubano está lleno de complejidades. Parece ser franco, directo, jovial, hospitalario. Eso en principio, pero después empezamos a descubrirle y a descubrirnos nuestras zonas oscuras, nuestras zonas calladas, el no decir.

Amaury. Sí, pero Antón, eso es para buscar la palabra bella aquella, que encontramos al principio, eso es consustancial a la naturaleza humana.

Arrufat. Consustancial, pero aquí es grave. Porque, si tú piensas, por ejemplo, en los tabúes sexuales que tiene el pueblo de Cuba, o que tuvo hasta cierto punto.

Amaury. ¡Que tiene!

Arrufat. O que tiene, bueno, lo extraño que es que te hablen realmente de lo que les ocurre...

Amaury. ...A ver, eso ocurre en el cubano, ya usted dijo. Yo creo que ocurre en casi todas partes.

Arrufat. Lo acepto, acepto que ocurre en casi todas partes.

Amaury. De todas maneras, aquí nosotros hemos tenido como invitados -lo sigo provocando-, hemos tenido como invitados a personas que profesan diversas religiones, que en un momento determinado aquí ni se hablaba de eso.

Pero por ejemplo, aquí hemos tenido personas que tienen preferencias sexuales diversas y nadie, nadie, teniendo toda la libertad del mundo para hablarlo, nadie lo asume. Nadie dice: No, yo vivo con un compañero, en el caso de un hombre. En caso de una mujer: Yo tengo una amiga con la que vivo, una novia. La gente no dice esas cosas tampoco en televisión. O sea, quizás por eso, porque también, dentro de uno dice: ¿qué van a decir mis vecinos?, ¿qué van a decir mis amigos?, ¿qué van a decir, en el caso suyo, mis lectores?Eso también ocurre en los personajes no públicos, pero en los públicos ocurre con mucha más gravedad. ¿Estaría de acuerdo usted con eso o no?

Arrufat. Yo creo que sí, por eso son personajes públicos, porque si no, no lo serían.

Amaury. Está bien. Bueno, de todas maneras quería que eso estuviera aclarado, así que bueno, seguimos. ¿Es miope? ¿Usted es miope?

Arrufat. Profundamente, desde niño.

Amaury. Yo me iba, Antón, a lo de los miopes, porque yo soy miope y los miopes son personas que esconden, que tienen trastiendas. O sea, se hacen los que no ven y ven. Porque si yo me quito, si yo hago esto, (Amaury se quita los espejuelos) su figura es totalmente borrosa, pero yo presiento que Antón está ahí y cuando me los pongo, es una certeza ¿No le ocurre algo parecido?

Arrufat. Bueno, a mí me ha gustado muchas veces ver a personas borrosas (risas). Entonces, cuando me quito los espejuelos, (Antón se los quita) entonces digo: Ahora descanso, los voy sumiendo en la nada.

Amaury. Sí, pero por ejemplo.

Arrufat. O sea, nosotros tenemos la posibilidad de lo que es corpóreo, hacerlo incorpóreo.

Amaury. Claro.

Arrufat. Que es una de las cosas que trata de hacer la poesía. Es decir, lo que vemos no es todo, hay un mundo invisible ¿comprende? que si tú te quitas los espejuelos empiezas a presentir que hay un mundo invisible, que la gente ya no es lo que es.

Amaury. Es convertir la fusa en la difusa. (risas)

Arrufat. Un poco aguada, una mirada acuosa, que la gente dirá  ¿qué estará pensando?

Amaury. Yo quiero irme acercando al final. Usted es un hombre muy admirado ¿pero querido, se siente querido?

Arrufat. Mira, entre la admiración y el querer hay una distancia infinita. La admiración es un poco fría, porque tú puedes querer a una persona sin admirarla.

Amaury. Está raro eso, yo no puedo.

Arrufat. ¿No?

Amaury. No.

Arrufat. Bueno, tú puedes querer a una persona que carece, por ejemplo, de aptitudes artísticas, y que tú a la vez, día tras día haciendo labores, que para ti son perder el tiempo. Tal vez, si lo pienso más, tenga los dos sentimientos mezclados: el querer y la admiración juntas, confundiéndose el uno con el otro. Eso es posible.

Pero yo puedo admirar a un escritor y no quererlo, en fin, creo  que eso es.

Amaury. ¿Cree que es querido? Es lo que quiero decir.

Arrufar.  ¿Si soy querido o no? Nunca le he preguntado a nadie.

Nunca le he preguntado a nadie ¿tú me quieres? Eso combate mi orgullo. (risas) No puedo preguntar eso, esa cosa ingenua y maravillosa que le pregunta una persona a otra ¿tú me quieres?

¡Qué difícil es para mí preguntarle a alguien! ¿Tú me quieres? Por tanto, como el verso maravilloso de Julián del Casal: Siempre ignoraré quién me ama.

Amaury. Yo estoy siempre desesperado por preguntar ¿tú me quieres?, a mí me encanta. Y me quiere, no me quiere, incluso, como decíamos con la florecita, ¿no?

Arrufat. Ahora, yo no alcancé esas florecitas ¿dónde estaban?

Amaury. Estaban en su corazón, lo que no miro para allí. Yo quiero terminar preguntándole si suscribe una frase de Valle Inclán, que a mí siempre me llamó la atención:

Arrufat. (risas) Esa es una trampa.

Amaury. Que dice: "Si prescinden de mí, yo prescindiré de ustedes".

Arrufat. Era una frase de su momento, creo que está en mi discurso. "Si prescinden de mí, yo prescindiré de ustedes". Yo puedo olvidar perfectamente a aquellos ¿tú comprendes? que han prescindido, que prescinden de mí. Yo no los necesito. Yo puedo hacer mi obra sin ellos, pero al mismo tiempo, ellos no pueden estar sin mí, porque el modo de perseguir a una persona, el modo de enjuiciarla, es el modo de, secretamente, de influirte por ella. Uno acaba adquiriendo las formas del que persigue y las pasiones del que persigue. Yo podía haber nacido en otro país y no haber nacido en este, pero lo importante es que no solo es nacer en este país, es asumir este país, que es otra forma de nacer. Hay como dos o tres nacimientos.Una vez leí una frase, una línea de Garcilaso de la Vega, que la voy a transformar, cosa que hago, él dijo una vez: "Me duele España". Yo puedo decir: Me duele Cuba.

Amaury. No, no, no. Los dolores de Cuba son otros dolores que nosotros tenemos el deber de ir aliviando. Muchas gracias, Antón.

Antón. Exactamente.

Amaury. Te quiero mucho, te admiro, y te adoro.

Antón. Gracias, gracias por correr ese riesgo. (risas)

Antón Arrufat y Amaury Pérez en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón Arrufat y Amaury Pérez en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón Arrufat en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón Arrufat en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón, Amaury y Manolito Iglesias, el editor de "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón, Amaury y Manolito Iglesias, el editor de "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón, Amaury y Manolito en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón, Amaury y Manolito en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón y Amaury en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón y Amaury en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Antón Arrufat en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí

Con parte del equipo de "Con 2 que se quieran". Foto: Petí