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Mis primeros días en Cubadebate

Cubadebateandooozzzzzzzz. Foto: David Vázquez Abella

Cubadebateandooozzzzzzzz. Foto: David Vázquez Abella

Por Rafael González Escalona, estudiante de Periodismo de la Universidad de La Habana
Tomado del blog
El microwave
Levantarse a las 8:00. Descubrir que los enanos mágicos no vinieron y la casa continúa patas arriba. Suspirar. Desayunar a toda prisa. Asustarse ante un refrigerador que pide a gritos ser llenado. Llegar a la bodega y recoger las libritas de azúcar que aún quedaban. Salir huyendo del doméstico caos lezamiano sin mirar atrás so pena de quedar convertido en estatua de sal.

Alcanzar el P-2 que estaba a punto de irse. Dudar entre cederle el asiento a la anciana o la belleza que subió en la siguiente parada. Gana la anciana, la belleza busca otro puesto que cazar. Abrirme paso hasta la puerta, bajarme frente al edificio donde está la mínima redacción. Saludar, hojear velozmente los periódicos nacionales. Y adentrarme en Internet.

Adentrarme hasta perder el sentido del tiempo, olvidar si llueve o hace calor, si tengo hambre o perdió Industriales. Cuando parece que Internet va a terminar por devorarlo todo una voz. ¡Almuerzo!

Media hora de paradisiaca e intrascendente conversación.

De vuelta a la máquina. Sentir que el mouse y el teclado son una extensión de las extremidades. Persecuciones en Twitter y Facebook dignas de los mejores policiacos. Revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo, revisar insistentemente el correo.

Salir agotado, como si los 12 trabajos de Hércules fueran un juego de niño. Caminar hasta la parada. Derrumbarme en la cama, sin bañarme, sin comer. Destrozado. Pero feliz.