Querido 2011:
No sé si llegaste desde lejos o si estabas escondido detrás de una puerta mirándonos sin que nos diéramos cuenta, a ver qué recibimiento te estábamos preparando. Pienso en ti y me viene a la mente la imagen del niño Martí en la película preciosa del ojo del canario, aquella imagen en la que le vemos solo la mitad de la cara y que tantas cosas nos dice o nos pregunta. Faltaban cuatro días para el 31 y hacía frío en todo el territorio nacional mientras preparaba para ti una primera carta que tuve que enmendar, en la que te hablaba de mi desconsuelo por no poder estrenarme algo nuevo para esperarte como Dios manda, a causa de la necesidad de forrarme con todo lo que encontrara para que el cuerpo no perdiera su calor. El tiempo levantó, por fortuna; me vi en el deber de revisar aquella carta y aquí estoy.
Mira, pequeño 2011, desde hace tiempo sé que en tu mochila traes unos cuantos centenarios que no podemos dejar pasar (hablo de Bola, de Arsenio, de Ardévol, ¡de Arcaño! por citar solo algunos nombres de mi jugosa lista). Ayúdame a afilar el pensamiento y a defender la maltrecha visión que todavía conservo para no fallarles a quienes nos legaron disciplina, rigor, laboriosidad junto con el tesoro musical que nunca va a morir; para guardarles fidelidad y rendir tributo al genio que bien supieron aprovechar.
Además de esa vista y esa lucidez que te estoy pidiendo, danos a todos una mano en defensa de la oreja agredida por el kilowatt impune que se derrocha a toda hora en las ferias y en los establecimientos de venta de cualquier cosa, disparando --día y noche-- las más estridentes expresiones concebidas para el peor mercado; proyectando los más tontos videos en los que casi nadie se detiene a fijar la atención: ese kilowatt que no se contabiliza, para el cual parece no haberse concebido tarifa alguna y cuyo despilfarro no tiene justificación. Solo tú, que a pesar del frío debes haberte esmerado en preparar cuidadosamente las alforjas del camello para que no se te quedara nada, puedes hallar entre tus vituallas algún frasquito del antídoto adecuado para erradicar el derecho de escándalo. Búscalo bien, estoy segura de que cargaste con él porque no pesa ni abulta.
Entra en nuestras vidas como Pedro por su casa; si de camino en un primer recorrido pasas por Ojalá, pídele prestado a Silvio el barredor de tristezas que ha estado dejando nuestros barrios tan limpios de mala yerba. No estaría de más que registraras, entre tus planes, la fabricación y venta de estos artefactos que cada casa podría tener detrás de la puerta o donde a sus moradores les diera la gana de parapetarlos. Enfila tus cañones, desde el primer lunes, a esa comisión de obstáculos que nos acecha con tanta frecuencia entorpeciendo las ganas de hacer.
De todos modos, mantén a mano la chamarreta, que hasta marzo más o menos puede sorprendernos algún nortecito (siempre a traición, como corresponde).
El Cerro, 2 de enero de 2011
"Ojalá", interpretado por Silvio Rodríguez en la Plaza de la Revolución "José Martí"