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La Regla Schiller y la necesidad de acortar en tiempo los juegos de béisbol

serie-nacional-de-beisbol-de-cuba-250x2501El tema de discusión por estos días en toda Cuba por los aficionados del béisbol es la aplicación de la Regla Schiller en los juegos que al concluir la novena entrada registren un empate de carreras. Por vez primera en nuestra Serie Nacional se puso en funcionamiento cuando Industriales y Villa Clara, en el partido inaugural, quedaron abrazados a tres carreras.

A muchos de los comentaristas y cronistas deportivos cubanos, y así lo han manifestado a través de la televisión, la radio y la prensa, no les gusta esa regla que se introdujo en el béisbol internacional durante los Juegos Olímpicos de Beijing, en el 2008, y que después se aplicó en el II Clásico Mundial y en la V edición del recién campeonato mundial universitario efectuado en Tokio.

El propósito de esa regla, que lleva el nombre de Harvey Schiller, ex presidente de la Federación Internacional de Béisbol, es evitar la prolongación excesiva de un partido de béisbol dando iguales posibilidades a ambos equipos de anotar la carrera o las carreras de desempate de un partido. Se trata de contribuir a una muerte súbita en un deporte  que, a diferencia del fútbol, el baloncesto, el ciclismo, el boxeo, la lucha, la esgrima y muchos otros, tiene hora de comienzo pero no de finalización. Los partidos de béisbol, en Cuba y en otros países, se prolongan  por más de 3 ó 4 horas. Son excepcionales aquellos que terminan en menos de tres horas.

Todos los deportes, de una manera u otra, siempre han hecho modificaciones a sus reglas que sin afectar las esencias contribuyan a hacerlo más vistoso y se sostenga como espectáculo dentro de un plazo de tiempo razonable. Así lo hizo el fútbol cuando se implantó el penalti para decidir empates o el voleibol  y el tenis cuando introdujeron el "tie- break". El voleibol es uno de los deportes que ha hecho mayores modificaciones en los últimos años, entre ellas la eliminación de la exigencia de estar en la posesión del saque para obtener un punto, introdujo el libero y ha permitido el toque de la bola con cualquier parte del cuerpo. Todo eso ha contribuido a que los juegos sean más rápidos. No debemos ignorar, por supuesto, que no pocos de esos cambios han sido impuestos por algo muy real: la existencia de las transmisiones de televisión.

El béisbol, ciertamente, es uno de los deportes que menos cambio ha tenido, y una pelota más viva ha sido factor esencial en que haya una mayor ofensiva, a la vez que los lanzadores deban ser mucho más cuidadosos y alejar sus envíos del centro del home, lo que los lleva a embasar corredores, bien por base por bolas o por golpear al bateador. Todo eso contribuye a que los juegos, como regla, se extiendan por más de tres horas.

En la inauguración de la 50 Serie Nacional el juego Industriales-Villa Clara, al concluir la novena entrada, había ocupado casi 4 horas. De no aplicarse la Regla Schiller, que aceleró la decisión en dos entradas más, hubiese existido la posibilidad de una extensión mayor, e incluso que la oscuridad hubiese tenido que dejar empatado el juego.

Y ya que hablo de la Regla Schiller apunto lo siguiente: Su inspiración está en la aplicación que hace el softbol -deporte con muchas similitudes al béisbol-desde hace decenas de años. Recuerdo cuando era anotador de varios torneos de softbol en La Polar, allá por la década de los 50s, si un partido concluía empatado en siete entradas, la octava  se iniciaba colocando en segunda base como corredor al bateador que había quedado en turno. E igual posibilidad tenía el equipo home club. Las actuales  Reglas oficiales del softbol, de la Federación Internacional de ese deporte, tienen plasmado ese principio para propiciar un pronto desempate.

Los pocos eventos en que se ha aplicado esa Regla Schiller ha evidenciado que es capaz de dar una dinámica a los partidos de béisbol. El juego de Industriales-Las Villas ganó en espectacularidad en sus dos entradas extras. Puso de manifiesto que los mentores y jugadores deben accionar con mayor creatividad para llevarse la victoria. La afición reunida en el Stadium Latinoamericano o la que está frente a los televisores, disfruto ese final. ¿Quién no recuerda lo que ocurrió en el mundial universitario de Tokio en el juego entre Estados Unidos y Cuba, decidido por jonrón de Alfredo Despaigne en la décima entrada, luego que el equipo norteamericano se había ido adelante? Tan espectacular fue ese encuentro que el director del equipo de Estados Unidos, Bob Kinneberg, a pesar de su derrota, lo calificó como el mejor en que se había visto envuelto en su vida.

La Regla Schiller, aunque no le guste a muchos, está ahí, y aquellos mentores de equipos que sean capaces de actuar con mayor inteligencia en el movimiento de sus jugadores y en las nuevas tácticas a emplear, serán los que podrán llevarse la victoria. Es, sobre todo, un desafío para ellos.

No pocos, seguramente, cuestionarán o descalificarán a que el autor de esta nota que habitualmente comenta temas internacionales en Cubadebate y otros medios de nuestro país, exprese algunas opiniones sobre nuestro pasatiempo nacional. Asumo tal responsabilidad y riesgo como cubano que ama el béisbol y se informa a diario de todo lo que acontece aquí, allá y acullá, y que lo practicó en su juventud y que, además, estudió periodismo para hacerse "cronista deportivo" y que, tras graduarse, tuvo la dicha de poderlo ejercer aunque de forma esporádica.

Sin alterar sus esencias, creo que el béisbol requiere cambios que contribuyan a acortar el tiempo de los partidos. ¿Cuántos fouls pegó el torpedero Parets frente a Odrisamer Despaigne, que tuvo que hacer 12 lanzamientos frente a él, en una de las comparecencias al cajón de bateo? Me aventuro a plantear que regular el número de fouls, podría ser una posible medida a estudiar por los que quieren y sueñan con un juego más dinámico. O también el número de veces que un lanzador puede lanzar hacia una base para cuidar a un corredor. A veces resulta excesivo. En muchas otras situaciones podrían pensarse.

Aquí cabe aquello dicho por Fidel de que "hay que cambiar lo que necesita ser cambiado". Lo mismo en la economía que en el béisbol.