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A 36 años del asesinato de Víctor Jara, sólo falta saber quiénes apretaron el gatillo

La viuda de Víctor Jara, Joan Turner, junto a un retrato del cantante. Nuevas pericias revelaron que Jara fue torturado antes de ser acribillado a balazos. Pero todavía no se sabe quiénes hicieron los disparos. (AP Photo/Roberto Candia)

La viuda de Víctor Jara, Joan Turner, junto a un retrato del cantante. Nuevas pericias revelaron que Jara fue torturado antes de ser acribillado a balazos. Pero todavía no se sabe quiénes hicieron los disparos. (AP Photo/Roberto Candia)

Treinta y seis años después de la muerte de Víctor Jara, su viuda ya conoce todos los detalles macabros de los momentos finales del cantante. Sabe que antes de ser acribillado a balazos, fue torturado. Y que no le amputaron las manos, como se dijo por décadas.

Pero sigue desconociendo quiénes fueron los que lo mataron, si oficiales o conscriptos del ejército.

Eso lo determinará un análisis de las balas empleadas. No está claro si ya se conocen los resultados de esas pericias.

Lo que sí se sabe es que a Jara lo torturaron con "objetos contundentes" antes de rociar su cuerpo de balazos, según confirmó el jueves el Servicio Médico Legal (SML) a la Associated Press.

El cantautor, asesinado 12 días antes de cumplir 41 años, fue uno de los miles de detenidos por las fuerzas armadas tras el golpe de estado del general Augusto Pinochet que derrocó al presidente Salvador Allende en septiembre de 1973, y se convirtió en un verdadero mito, por lo consecuente que fue con su compromiso como artista y por la forma en que murió.

La viuda de Jara, la británica Joan Turner, de 82 años, pudo sepultarlo en un humilde nicho del Cementerio General de Santiago, a un par de cuadras de la morgue. Fue un solitario funeral en medio de la violencia desatada tras el golpe militar.

Fue en cierto sentido afortunada porque miles de familiares siguen buscando a sus parientes. La cifra oficial de víctimas es de 3 197, de los cuales 1 197 son detenidos desaparecidos y 20 años después sólo se han ubicado e identificado al 7%. Hay muchos restos óseos sin que se sepa de quiénes son.

"Yo tuve el privilegio de entrar (a la morgue), donde vi centenares de cuerpos, literalmente, y encontré el de Víctor. Si no lo hubiera podido reclamar en ese momento, habría desaparecido, porque estaba como NN (no identificado)", dijo Joan Jara en entrevista exclusiva con la Associated Press.

Jara estuvo detenido en el Estadio Chile, junto a más de 5 000 prisioneros, pero al ser identificado por los militares que custodiaban a los prisioneros, fue trasladado junto a otras 14 personas, a un camarín subterráneo donde fue asesinado, al igual que sus compañeros.

Las balas encontradas en el ataúd de Jara, exhumado en junio, las tiene la Policía de Investigaciones, y serán las que determinen si fue baleado por oficiales del ejercito, por reclutas, o por ambos.

La AP llamó al subcomisario Freddy Orellana, pero no se encontraba en su oficina.

El director del SML, doctor Patricio Bustos, dijo a APTV que Jara falleció por "múltiples heridas de proyectil, en todo el cuerpo, cráneo, piernas, brazos, tórax, y que significaron un shock hemorrágico agudo, provocado por una situación violenta de tipo homicida".

No descartó que Jara pudiera haber recibido más balas, pero por el paso del tiempo -hoy sólo quedan huesos- no se puede precisar.

Bustos añadió que "tenia también fracturas provocadas por otro tipo de objeto contundente, no por balas. Todas producidas en el momento en el cual fue ejecutado este homicidio".

El informe del SML fue entregado en la víspera al juez Juan Fuentes Belmar, que investiga el caso desde el 2006, quien busca llegar a los asesinos siguiendo la huella de las balas.

Este es el primer informe que precisa con certeza las causas de la muerte de Jara. Existía una "autopsia económica" -como se denomina a las revisiones visuales- efectuada en los días posteriores al golpe militar del 11 de septiembre por un médico que ni siquiera firmó los resultados y sólo señaló que el cuerpo tenía 44 impactos de bala.

En esa época no había tiempo para autopsias verdaderas, los cuerpos acumulados se contaban por centenas, no había suficientes cámaras frigoríficas y estaban tirados en los pasillos y hasta en el patio del entonces llamado Instituto Médico Legal.

Desde hace más de tres décadas, leyendas populares dicen que a Jara le amputaron las manos, o que le fracturaron los dedos y que igual los militares lo obligaron a tocar la guitarra. El servicio forense echó por tierra el mito.

Bustos dijo a APTV que "no había signos de amputación, pero sí lesiones en los tejidos blandos que fueron constatadas en el tiempo que se realizó la primera autopsia, en las condiciones en las cuales se podía hacer, con un servicio extremadamente recargado... producto de la represión del año 1973″.

Joan Jara sabe ahora cómo murieron, pero no quiénes lo asesinaron. Las sospechas recaen sobre los oficiales que lo torturaron e interrogaron y en un par de reclutas que supuestamente lo acribillaron por órdenes superiores.

Hasta ahora el único procesado como autor del homicidio es el ex conscripto José Paredes Márquez, de 56 años, pero que aparenta unos 70. Antes estuvo enjuiciado el jefe del estadio, comandante Mario Manríquez, pero murió de cáncer en julio último.

La investigación del asesinato fue cerrada varias veces. Fuentes tomó el caso el 2006 y por diligencias pedidas por Joan y su abogado, Nelson Caucoto, se ubicó a parte de los conscriptos que estuvieron en el estadio.

Caucoto dijo a la AP que "nada ha sido fácil en el caso y todo lo que se ha logrado ha sido con mucho esfuerzo".

Fuentes detuvo a Paredes en mayo por 50 días y lo liberó provisionalmente en junio.

Paredes fue reclutado seis meses antes del golpe militar para el servicio militar obligatorio, cuando tenía 18 años y era menor de edad.

El ex recluta firmó dos declaraciones en las que admite que unos tenientes del ejército lo obligaron a él y a otro conscripto a rematar con sus fusiles SIG al folclorista, que ya había recibido una bala en su cabeza disparada por un oficial. Pero luego se desdijo y sostuvo que repitió lo que sus compañeros que estuvieron en el Estadio Chile le relataron.

"Jamás, nunca estuve en el estadio (después del golpe)", aseguró en exclusiva a un equipo de a la AP. "Tienen que investigar más arriba, a los oficiales".

Subiendo un poco el tono de voz, agregó que, "según el hombre (el juez), (Jara) tiene 44 impactos en el cuerpo. Por lo que yo sé, por fuera, confidencial, son balas de bajo calibre", menos letales que las de los SIG, que pueden atravesar a cinco o seis personas".

Dijo que su regimiento, Tejas Verdes, al mando del entonces coronel Manuel Contreras, envió una compañía a Santiago, dividida en tres secciones y que la suya no fue al estadio.

Contreras creó y dirigió la temida policía secreta de Pinochet, responsable de las peores torturas y del mayor número de desapariciones. Hoy está en una prisión para violadores a los derechos humanos, cumpliendo condenas que suman más de 300 años.

Caucoto declaró a la AP que "nos interesa diferenciar las responsabilidades. Detrás de un conscripto hay la orden de un oficial: nos interesa el oficial".

Paredes dijo que reconoció ante el juez y expertos balísticos un fusil similar al que usaba en 1973, aunque no era el suyo, del cual aun recuerda hasta su número de serie, 108668.

Nombró algunos lugares que patrulló en Santiago, para desvirtuar su estadía en el Estadio Chile, y preguntado por la AP si disparó y mató, respondió con los ojos llorosos, "de eso no me gusta hablar mucho".

Limpiándose las lágrimas de sus mejillas y mientras encendía un cigarrillo, añadió que "era la mía (su vida) o la de ellos".

Al insistirle por qué en su declaración judicial fue tan preciso al describir el estadio y el camarín donde estuvieron Jara y otros 14 prisioneros, todos asesinados, relató que era boxeador y que un campeonato de boxeo del ejército, antes del golpe, concluyó en el estadio.

Paredes se aisló del mundo tras dejar el ejército, en 1976, y vive en una pequeña localidad costera, porque al regresar a su ciudad de origen fue tratado de asesino. Vive en compañía de su mujer y sus perros. Allí fue donde habló con la AP luego que lo convenciera uno de sus pocos amigos.

Paredes dice que firmó la declaración inculpatoria ante agentes especializados en la investigación de crímenes de lesa humanidad porque "estaba tan presionado, que si me hubieran dicho firma aquí, donde dice que mataste a 20, 30 o 40 personas, yo firmo para que se acabe todo".

Joan Jara partió al exilio en octubre de ese mismo año, con sus hijas Manuela, de 12 años, concebida en un matrimonio previo, y Amanda, hija del cantante, de nueve. En 1978 logró vía exhorto presentar una querella por el asesinato de su esposo, pero el caso pasó por varios jueces y casi fue cerrado.

La viuda dijo a la AP que cuando detuvieron a Paredes, le preguntaron si quería venganza.

"Yo dije que no, que era un cabro (un muchacho), estaba metido en esta cosa horrenda que era el golpe militar... El culpable es Pinochet por dar licencia para matar y torturar, y toda la otra gente que estaba metida en esto y gozaba, matando con gusto", señaló.

(Con información de Eva Vergara, de AP)