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Joaquín Sabina: "Estoy profundamente aburrido"

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Por Mariano del Mazo
Diario Clarín

joan-manuel-serrat-joaquin-sabinaLos diarios hablan de la desocupación, de los premios Príncipe de Asturias, de Chávez, de Pujol y Messi. En la calle, la fiebre consumista está a tope y contradice los títulos agoreros sobre la crisis: El Corte Inglés exhibe combos y ofertas para todos los gustos y en la calle la gente toma cerveza como agua. El otoño de Madrid está en las antípodas de la melancolía que marca el estereotipo de la estación. En Preciados, centroamericanos tienden mantas con discos y películas, un croata toca el chelo y a pocas cuadras ("diez minutos caminando, caballero"), en el Palacio de Atocha, Joaquín Sabina espera con asistentes, tortillas, montaditos y gaseosas.

Ahí está: 60 años, delgadez rocker, barba de días, remera negra, el cabello como tupida mata entrecana, carcajada gruesa. Dicen que a Sabina le amedrentan las entrevistas periodísticas; él ratifica un rato después. "Por eso toma whisky", dice, maternal y negadora su bella mujer, Jimena, una peruana que está atenta a todos los detalles. Y así será, entonces: son las cuatro de la tarde y el buen hombre, el de los 19 días y 500 noches, ya se zampó tres whiskies con hielo en vaso de trago largo. "Sí, es parte del oficio, pero las entrevistas me cuestan", dice. Delante de un ventanal con paisaje de tejados, Sabina habla de Vinagre y rosas, su primer disco de canciones nuevas en cuatro años. Después de los pasos de comedia y la nostalgia de la gigantesca gira compartida con Joan Manuel Serrat, regresa el auténtico Sabina. Con un detalle nada menor: parece que el hecho de no salir más de noche provocó una suerte de agotamiento artístico. Y como un vampiro del dolor, se puso a escribir canciones junto a Benjamín Prado, un amigo poeta destrozado por una mujer que lo abandonó.

¿Estabas agotado artísticamente?

Bueno, no se me ocurría una puta canción. Yo no sé hacer canciones porque sí, no trabajo. Las canciones vienen por inspiración. Y descubrí que no salía ninguna. Decidí aprovecharme de un amigo muy íntimo como es Benjamín: lo acababa de dejar su novia y estaba muy mal. Nos fuimos a Praga en plan de escribir a cuatro manos... Y en pocos días teníamos el núcleo duro del disco, siete u ocho canciones de absoluto desamor y absoluta rabia.

Es curioso. Siempre fuiste un cantautor que jugó con lo autobiográfico. Ahora tomás vidas prestadas...

Es que estoy profundamente aburrido. Mi vida actual no tiene demasiada noche, no hay adicciones. Vivo un período de razonable tranquilidad doméstica y eso seguramente conspira contra la capacidad de hacer canciones. Con Benjamín formamos una buena dupla... Es un loco, un obsesivo, un poeta rocker.

¿Por qué Praga?

Porque no me conoce nadie, porque es una ciudad recoleta, antigua y decadente.

¿No temías repetir con Prado la nefasta experiencia del disco en común con Fito Páez?

Más que experiencia nefasta... ¡la época fue nefasta! Con Fito ahora está todo bien pero fue difícil. Esa causa ya prescribió. En el caso de Benjamín... ¡el inmanejable es él!

A esta altura de tu carrera, ¿cuál es la necesidad de sacar discos si te sentís agotado artísticamente
?

Creo que las giras... Esa es la necesidad. El cuerpo me pide carretera. Estoy más saludable -excepto cuando me tengo que enfrentar a la prensa (ríe)- y el escenario se transformó en un lugar de excitación. Te diría además que no encuentro mejor excusa para ir a la Argentina y a México que las giras.

Sabina se despatarra en la silla. Habla de Maradona ("siempre tendrá mi apoyo, él mismo lo dijo: no es gris... Los que se sorprenden... ¿qué esperaban de Diego?") y dice que en el partido de Argentina-Perú casi se divorcia de su mujer. Comenta: "Lo vi gordito a Charly... Me alegra que haya vuelto... ¿No se apuró en el regreso? Tengo ganas de verlo".

¿Te reflejaste en su caso?

Sí... Hay un momento en que es necesario levantar el pie del acelerador. Tengo muchos amigos muertos.

Cuenta cómo lo intimidó la gira con Serrat: "No podía hacerme el loco, tenía que portarme bien... Estaba tan asustado por defraudarlo que al final todo salió perfecto. Hemos quedado bien amigos. Hablamos todas las semanas.


¿Habrá una segunda parte?

Yo no sé si habrá una segunda parte. No fui el motor de la primera, ni lo seré si hay una segunda ocasión.

En la canción Viudita de Clicquot escribís: "A los cuarenta y diez naufragué en un Plus Ultra sin faro /Mi caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne? / Me pasé de la raya con tal de pasar por el aro / Con sesenta qué importa la talla de mis Calvin Klein"... ¿Pensás en la muerte, en el paso del tiempo?

No hay un día que no piense. Es terrible.

¿Sos feliz?

La pregunta, más cursi que obvia, lo desacomoda por un instante. Arma la guardia y el español "recoleto, antiguo y decadente" como Praga cuenta: "Una vez Rimbaud le preguntó eso mismo a un amigo. El amigo respondió que sí, que era feliz. Rimbaud le dijo: 'Oye... ¿cómo has podido caer tan bajo?'.

¿Entonces?

Pues no, no soy feliz... No al menos en los términos en los que se entiende la palabra felicidad.

Enciende el último cigarrillo, se para, saluda, sonríe. Pregunta a Jimena: "¿Y ahora qué?". Espera un periodista chileno. Sabina suspira: el gran charlista parece fatigado de tanto hablar. Pide un whisky más, y se resigna con elegancia.«

Se han publicado 1 comentarios



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  • Andrei dijo:

    fabulosa entrevista!!, el loco sabina, el viejo, el novio, el incognito, el conocido, el despiadado, y el trovador, confuso, pero concluso... elegante, y como siempre con whisky!! como un dolor de muela aliviado!!!

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