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El Inglesito: un joven yanqui muerto por Cuba libre

Con información de Prensa Latina

Henry Reeve, El Inglesito.

Henry Reeve, El Inglesito.

Cienfuegos, Cuba (PL) Como si no fueran bastantes sus méritos artísticos y urbanísticos, el viejo Cementerio Municipal de Reina, en esta ciudad cubana, hospeda en una tumba anónima los restos de un joven general nacido en Brooklyn.

La necrópolis situada en el extremo oeste de Cienfuegos, 250 kilómetros al Sureste de La Habana, es la única de la Isla que conserva el sistema de enterramientos en nichos verticales, similar al usado en el desaparecido cementerio de Espada, en la capital cubana.

Esculturas en mármol de Carrara, trabajos de herrería facturados en las mejores fundiciones de Cuba y el libro de historia que constituyen las lápidas de los sepulcros argumentan la condición de Monumento Nacional del camposanto.

Todo cementerio que se precie tiene al menos una leyenda y el de Reina es famoso por el mito de la Bella Durmiente, ofrenda de un viudo enamorado de la joven esposa muerta.

Aquel amor trunco fue tallado en piedra italiana y después de más de un siglo de distancia constituye la carta de presentación del sacro recinto edificado en 1839, dos décadas después de la fundación de esta villa.

Las prácticas de la política colonial impidieron que, al menos en su área intramuros, acogiera los restos del brigadier independentista Henry Reeve, muerto en campaña el 4 de agosto de 1876 en una sabana ubicada a 50 kilómetros al oeste de Cienfuegos.

En el llamado segundo patio, en una tumba sin identificar, fue sepultado el cuerpo del oficial de 26 años, nacido en la barriada de Brooklyn, Nueva York, y que desde los 19 había ingresado en las filas del Ejército Libertador de Cuba.

Tras conocer en la Gran Manzana las noticias de la guerra emancipadora iniciada por los cubanos el 10 de octubre de 1868, el casi imberbe Reeve se alistó en la expedición del vapor Perrit que desembarcó en el oriente de la Isla el 11 de mayo de 1869.

Cuentan que su compatriota y jefe de aquella empresa, el general Thomas Jordan, comparó la valentía del mozalbete con la del legendario Julio César y mandó le dieran un rifle.

Al poco tiempo cayó prisionero y fue fusilado por un piquete español, pero se levantó malherido de entre los cuerpos sanguinolentos de sus compañeros muertos para incorporarse de nuevo al ejército mambí.

La leyenda de quien comenzó a ser conocido como El Inglesito o Enrique el Americano comenzó a crecer mientras combatía en las planicies del Camagüey a las órdenes del mayor general Ignacio Agramonte, famoso por el manejo de la caballería patriota.

Por esa época Reeve llegó a dominar el castellano empleando como manual un ejemplar de Don Quijote de la Mancha requisado a una fuerza enemiga.

Llegó a ser el segundo de Agramonte y a la caída de este el 11 de mayo de
1873 comenzó a combatir bajo la jefatura del insigne dominicano Máximo Gómez, con el tiempo General en Jefe del Ejército Libertador.

En el ataque al poblado costero de Santa Cruz del Sur    septiembre del propio año- se ganó los grados de brigadier y perdió para siempre la movilidad de una pierna a causa de las heridas recibidas al dominar una pieza de artillería.

Atado con correas a su montura, comandaba la extrema vanguardia del Ejército Libertador que trataba de llevar la guerra al emporio azucarero del Occidente, sostén económico del régimen colonial, cuando libró su último combate.

En la llanura de Yaguaramas, jurisdicción de Cienfuegos y muy cerca de la Ciénaga de Zapata, sostuvo al frente de 100 hombres un desigual enfrentamiento contra fuerzas hispanas que cuadriplicaban sus efectivos.

Mientras trataba de proteger la retirada de sus hombres Reeve disparó hasta la penúltima bala contra el cuadro español, cuya fusilería logró herirlo en tres lugares y matarle a su caballo, sin el cual no podía valerse.    No estaba dispuesto a que lo condujeran por segunda vez ante un pelotón de fusilamiento y en éso debió pensar cuando llevó el revólver a su sien aquella mañana del 4 de agosto de 1876.