Por Dailene Dovale y Darío Gabriel Sánchez.
Hay mujeres de todas formas, estilos y colores. Dejaron atrás las metáforas vacías de rosas y flores pasivas. Salieron al espacio, conquistaron oficios y profesiones que otros consideraron ajenos a ellas.
Hay mujeres a las que les gustan los grandes pesos y las vemos campeonas de halterofilia; las hay amantes de las alturas que surcan los vuelos piloteando aviones y también las hay apasionadas por máquinas monstruosas que disfrutan el rugido de sus motores.
Hay mujeres con pasiones tan diversas como ellas mismas, que no son ni por asomo un molde único. Al contrario, su encanto radica en la libertad, de ser ante todo fieles a sí mismas y sus deseos.
En cualquier caso, está claro que al cromosoma XY no viene asignado un listado de empleos, y si se diera la situación de aquella, que combinara entre sus pasiones los caballos de fuerza y el vértigo, podría encontrar en una grúa su realización profesional.
Esta es la historia de Xiomara Pantoja, quien hace 26 años llegó a trabajar a la cabina de control de las grúas pórticos del astillero CDC, SA en la capital cubana e inició así una pasión que le hace alegre los días.
Tanto amor por su oficio se revierte en admiración. “La consideran más precisa y cuidadosa con respecto a otros”, asegura Astul Castellanos, trabajador del sector portuario y reafirma que en el astillero no son pocos los que prefieren trabajar con Xiomara.
Sí, hay cubanas diversas, libres y apasionadas que con su trabajo cotidiano, con su esfuerzo ayudan a construir una sociedad un poquito menos prejuiciosa.