Tres cruces han dominado la cima de la loma, desde 1790. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
Nadie se va de la urbe sin ascender a la Loma de la Cruz, sitio patrimonial de Holguín. Para sus habitantes es un lugar fundamental porque, según cuentan, les permite ver el escenario de sus vidas desde otra perspectiva.
Hasta este lugar peregrinó, el 3 de mayo de 1790, fray Antonio Joseph Alegre cargando el símbolo religioso que le dio nombre a la elevación, antes conocida como Cerro Bayado.
Todos los años, durante las Romerías de Mayo, una fiesta cultural sin igual en el país, decenas de jóvenes suben un hacha aborigen a cuestas. A la loma puede accederse en auto, por una vía de asfalto, aunque la mayoría prefiere -al menos la primera vez- vencer los más de 450 escalones entre el suelo y la cima. ¡Ese es el reto!
Aunque no parece una altura considerable, los invito a andar por la zona vieja de la capital provincial y luego atreverse a la escalada, que por lo empinada de la cuesta y sus cortos peldaños quita el aliento.
En la cúspide se reúnen enamorados, deportistas, niños y abuelas, turistas y vendedores de suvenires; también hay un recodo para quien deposita sus esperanzas en ofrendas a deidades. Desde allí, cuando te abandonas a la contemplación del paisaje, ves la limpia ciudad desparramada a tus pies.
Un sitio para conocer la ciudad desde otra perspectiva. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
¿Le creemos a quien dijo que corre cuatro o cinco veces hacia la cima, todos los días? Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
La escalinata pudo construirse gracias a donaciones de los pobladores, animados por el historiador Oscar Albanés, durante la primera mitad del siglo pasado. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
Los visitantes no pueden irse sin pasar por aquí. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
Subir puede ser un combate contra la fatiga. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.
La ciudad de Holguín y sus alrededores, vista desde una altura de más de 260 metros. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.