Tienen el agua, las ramas o el asfalto por casa. Miles esperan el atardecer para ver sus opacos colores relucir. Cantando despiertan al día y cantando dicen adiós al sol que se va. Imposible prescindir de sus melodías. Traen vida en el vuelo. Se mezclan con las piedras, la hojarasca y los insectos. Revolotean en jardines de árboles enanos o aguardan en el cálido alfeizar de una ventana. Pero, sobre todo, habitan allí donde tienen compañía.
Gorriones (+ Fotos)
Ismael FranciscoFotorreportajes,Medio Ambiente
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