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Macro extremo: la fotografía que harían los insectos si tuvieran cámara

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Aunque la fotografía macro es una de las disciplinas más admiradas por lo espectacular de sus creaciones, hay un tipo de fotografía de aproximación -sin llegar a lo microscópico- que puede ser incluso más asombrosa. Se trata del macro extremo, una vuelta de tuerca al macro tradicional que, combinado con el adecuado tratamiento informático, ofrece una nueva perspectiva de lo que es realmente pequeño.

Pese a su larga trayectoria en televisión (lleva desde 1991 realizando documentales para varias cadenas y participa en el programa “La aventura del saber” de La 2), Ángel Febrero es uno de esos desconocidos expertos en fotografía especializada. Su historia con el macro extremo, como muchas otras, empieza con la curiosidad: “Vi en revistas científicas estas fotos, que parecían estar hechas con un microscopio, pero me quedé sorprendido porque a esa escala no hay profundidad de campo y estas fotos sí tenían profundidad de campo.”

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El naturalista Ángel Febrero, especializado en la fotografía de macro extremo. | Foto: Ángel Febrero

He aquí la clave del macro extremo. Mientras que en la fotografía macro convencional la profundidad de campo es mínima y ésta se consigue gracias a diafragmas cerrados, la marca de la casa del macro extremo es que la profundidad de campo es prácticamente completa y esto permite apreciar el volumen de lo fotografiado. “Si haces una foto con un microscopio de electrones, tienes profundidad; pero eso es una simulación, no es fotografía óptica”, explica Febrero.

Lograr una fotografía utilizando esta técnica es un ejercicio de precisión y paciencia. Cada imagen terminada requiere decenas o centenares de fotos previas y muchísimo cuidado. “Lo que haces es ir fileteando -fotográficamente hablando- el insecto o lo que sea que vas a fotografiar, empezando por la parte más prominente y yendo hacia atrás.”

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Hormiga reina Foto: Ángel Febrero

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Una hormiga y un mosquito Foto: Ángel Febrero

En el macro extremo la profundidad de campo es prácticamente completa y esto permite apreciar el volumen de lo fotografiado

Cada foto tiene una diferencia respecto a la anterior de una décima de milímetro, y requiere de tanta precisión que en la sala debe haber absoluto silencio para que las vibraciones no malogren el trabajo.

Una vez terminadas, las fotografías se vuelcan todas al programa que realmente ha hecho eclosionar esta técnica: Zerene Stacker, un software específico nacido en 2006 que apila las capas, desecha las partes desenfocadas y agrupa las nítidas en una sola imagen. “Una vez terminado el apilado, solo queda pasar la imagen por Photoshop para pulirla y corregir algún pequeño defecto que ésta pudiera tener, por ejemplo a causa de la difracción”, aclara Febrero.

“No podemos poner ni música, y si tu vecino da un portazo, las vibraciones se van a notar en la foto”, explica Febrero. En la imagen, la punta de un bolígrafo.

“No podemos poner ni música, y si tu vecino da un portazo, las vibraciones se van a notar en la foto”, explica Febrero. En la imagen, la punta de un bolígrafo. Foto: Ángel Febrero.

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Foto: Ángel Febrero.

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Foto: Ángel Febrero.

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Foto: Ángel Febrero.

(Con información de Que sabes de)