Silvio en Buena Vista: Sin cuenta

Presentación de Silvio Rodríguez, Emilio Vega, Oliver Valdés, Jorge Aragón y Jorge Reyes en Buena Vista, Playa; con Teresa Parodi, Carlos Ruiz de la Tejera, Jesús del Valle Tatica y Víctor Casaus como invitados.

Llueve a ratos mientras escribo. Golpecitos paradójicamente secos lo anuncian en la ventana. Recuerdo la canción: A la ventana le han salido dientes, dientes de agua de lluvia en blanca red. Más para allá se está mojando el lunes, para aliviarle al año su vieja sed. Cantaba Silvio la lluvia y una nube descargó su agua sobre la ciudad. Permanecieron los artistas, permaneció el público. Permaneció la lluvia también, y terminó interrumpiendo el concierto número cincuenta de la Gira por los barrios.

Los números cerrados se prestan a recuentos, a paradas para mirar, a la pausa reflexiva. Por alguna razón –la estandarización, quizás– se discriminan todos los impares excepto el 5, y reclaman toda la atención los finalizados en cero. El de Buena Vista, Playa, fue el concierto número 50. Tres años de rueda dentro y fuera de La Habana, tres años de repertorios diversos. El conteo seduce, claro, por lo elocuente del número, porque la verdad, según filosofías exitosas, habla en cantidades perceptibles. Años tres, conciertos cincuenta: total, la dimensión del proyecto. Y pareciera que su tamaño es eso, como si el tamaño que le dan los barrios y los artistas tuviera una medida numérica; como si toda su verdad se resolviera en un cálculo espacial o de tiempo (con perdón de la probable redundancia); cuando lo cierto es que han sido más de cincuenta conciertos, porque han sido tantos como públicos lo hayan hecho, han sido tantos como expectativas superadas o insatisfechas. Han sido tantos conciertos como necesarios y agradecidos.

Por demás, la cuenta sigue siendo burlada: la gira es interminable. Así la describió Silvio en entrevista, así la dimensionó eterna, infinita en su alcance potencial, en su vocación. Para el barrio cada concierto es el primero y es el último. No hay cuenta en la Gira por los barrios: hay música, hay sensibilidades, hay conexiones y sentimiento que no se pueden tabular. Laten las razones que entraña el tejido de estos lugares, hay huellas, hay realizaciones. Hay una mirada, una sola, que prefigura más, mucho más, definitivamente, sus dimensiones.

Esta gira no es el equivalente al índice promedio de cincuenta entre tres; esta gira es del tamaño de un solo gesto perdido entre el público, en una multitud en la oscuridad, un gesto inadvertido, solitario, repetido acaso mil veces. La gira es perpetua como la imagen fotografiada de ese rostro, de ese gesto, que lo congelaría para siempre, que lo proyectaría en un solo instante sobre el infinito, diminuto y trascendente. La Gira es del tamaño de una fotografía cualquiera que no se ha hecho todavía, una fotografía cualquiera que ya no importa si se hace alguna vez.