Cada día, en silencio o a viva voz, lejos de las penumbras y de las luces, muy cerca del alma, en constante torrente, sin permiso y con anuencia, con furia amordazada y liberta serenidad, con sigilo por los túneles de todos los sentidos, como una gota de lluvia cual rayo de pureza, comienza a obrarse la vida.
Germina la creación y, en estaciones, se convierte, gana forma, reposa, inquieta, descubre y hace suyos los sonidos, hasta sacudir y desgarrar las entrañas de mujer.
Entonces, al fin, quedan el vacío y lo puro, y se escucha el llanto primero de miedos, naufragios, también sueños y realizaciones. Se escucha el único llanto con fuerza real para trocar todas las congojas.
A ese instante de llenar de (más) luz la existencia, se acercó la fotorreportera Ladyrene Pérez y hoy muestra, tal cual, esa poesía sin par que hay en cada nacimiento.