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La luz en el caos

Quién me tienda la mano al pasar/ comparte mi suerte...

             Pablo Milanés

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Foto: Kaloian.

La lluvia enfurecida abatió a mediados de esta semana algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires y de La Plata, a sesenta kilómetros de la capital argentina.

Escenas espeluznantes invadieron las pantallas, diarios y sitios web. Hogares y negocios inundados por las intensas precipitaciones. Miradas desesperadas deambulando por calles convertidas en canales fluviales. Autos apilados como galletitas. Mucha rabia, desconcierto y miedo. Almas destrozadas. Y la peor catástrofe: más de medio centenar de vidas arrastradas hacia la muerte.

Si sirve como mínimo y fugaz consuelo para mis compatriotas argentinos, les cuento que en muchas ocasiones, he sido testigo del desastre humano y material que deja la naturaleza cuando se ensaña. He visto cómo los huracanes han arrasado con pueblos enteros de mi país, Cuba. Esas caras, ese dolor, que ahora una y otra vez todos los canales de TV trasmiten (hasta los programas de farándula tuvieron que cambiar su perfil editorial) los he palpado en vivo y en directo.

Quizás por ello algunos de mis amigos argentinos, cuando me comentaban sobre el desastre sucedido, daban por sentado que, ante semejantes catástrofes naturales, los cubanos podríamos estar curados de espanto pues casi todos los años tenemos que lidiar con fenómenos atmosféricos.

Es cierto que en un país como Cuba, gracias a su sistema social, el Sistema de la Defensa Civil Nacional, con más de cincuenta años de historia, se propone prevenir a tiempo cualquier riesgo para evitar males mayores. Y, para ello, no escatima el estado en invertir esfuerzos y recursos.

Mas esto no quiere decir que sea posible acostumbrarse a tragedias causadas, por ejemplo, por un fenómeno como el huracán Sandy, el más mortífero de la temporada ciclónica 2012. Ese temporal que entró a la Isla entre el 24 y el 25 de octubre, con olas de hasta diez metros de altura, penetraciones del mar de más de 35 metros tierra adentro; registró vientos máximos sostenidos de 175 kilómetros por hora que arrasaron con viviendas, derribaron árboles, postes eléctricos y telefónicos. Sandy causó, solo en Cuba, una decena de muertes y pérdidas económicas por cientos de millones de dólares.

¿Qué hacer entonces ante este infierno que ahora mismo viven tantas argentinas y argentinos?

La respuesta la encontré entre los habitantes de Las Quintas (Calle 140 e/ 525 y 526 ), uno de los barrios más afectados de La Plata, donde vive una comunidad de la etnia Qom que, ninguneados al fin, no salieron ni por asomo en los canales de TV. Son familias humildes, ensimismadas en la pobreza, que perdieron la mayoría de sus pocas pertenencias y, en casos extremos, hasta sus casuchas de madera fueron derribadas por el desborde de un insalubre arroyo adyacente.

El martes en la noche, en medio del temporal, estas familias se organizaron para autoevacuarse. Gracias a ello no hubo que lamentar ninguna víctima fatal, pese a quedar atrapados durante horas con un metro y medio de agua en las viviendas más próximas al arroyo.

Ante la llegada de las únicas donaciones, provenientes de la comunidad universitaria que todas las semanas desarrolla talleres artísticos y educativos en esa zona, los vecinos, sin ningún puntero ni agrupación política mediante, se reunieron cerca del salón comunitario. Espontáneamente y casi de forma asamblearia, repartieron las asistencia material. Las mujeres, y sobre todo las madres más experimentadas, señalaban las necesidades más urgentes y condujeron la repartición.

Lo reconfortante ante esta catástrofe es constatar que, desde el primer instante, el pueblo argentino salió a demostrar que la solidaridad no tiene banderas, clases sociales o partidos políticos. Saben que la cura ante tanto dolor siempre es la misma. No es ningún bálsamo inventado por psicofarmacéuticos. Tampoco una receta publicitaria. El alivio parte siempre desde el optimismo y la solidaridad sin límites.

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Foto: Kaloian.

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Miembros de la comunidad universitaria apilan objetos para donaciones. Foto: Kaloian.

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"...las madres más experimentadas, señalaban las necesidades más urgentes y condujeron la repartición". Foto: Kaloian.

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Donaciones. Foto: Kaloian.

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Familia. "Las Quintas". Foto: Kaloian.

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"Las Quintas", uno de los barrios más afectados de La Plata, donde vive una comunidad de la etnia Qom. Foto: Kaloian.

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Rostros que no salieron ni por asomo en los canales de TV. Foto: Kaloian.

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Panorama desolador. Foto: Kaloian.

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Consuelo. Foto: Kaloian.

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"...familias humildes, ensimismadas en la pobreza, que perdieron la mayoría de sus pocas pertenencias y, en casos extremos, hasta sus casuchas de madera fueron derribadas por el desborde de un insalubre arroyo adyacente". Foto: Kaloian.

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Foto: Kaloian.

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Barrio próspero. Foto: Kaloian.

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La naturaleza no entiende de pobreza y riqueza. Foto: Kaloian.

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Muestra del desastre. Foto: Kaloian.