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¿Los perros callejeros van al cielo?

Texto y foto: Javier Montenegro

No sé cómo hablar de los perros callejeros sin destilar cursilerías, sin caer en frases manidas, sin apelar al sentimentalismo barato; quizás no deba hablar de ellos, sino de los que corren mejor suerte, de los que encuentran a una familia. Duquesa corrió esa suerte, de perra callejera a título nobiliario.

Negra como el azabache y sata como ella sola, no le bastó con un poco de leche y se paró de guardia en la puerta de la casa; no era fácil, dos Cocker Spaniel ya tenían residencia y un tercer perro agravaría las broncas nocturnas por la comida. Pero ella siguió en sus quince esperando una invitación a pasar y lo consiguió. Era una perra ratonera, de ratones con alas; cazó murciélagos incluso cuando las cataratas no la dejaban ver. No fue la primera chica con suerte en esa familia; antes de la llegada de los cockers, Riki Travis, sin raza determinada, fue recogida.

Llena de gusanos y pulgas, fue peinada con un cepillo de dientes hasta que no quedó un bicho; pero estuvo poco tiempo en la casa. Con mucha suerte, terminó viviendo en el corazón de la Habana, el Vedado.

Duquesa presenció la llegada de Pancho, criollo, subcategoría de sato. Al parecer, había escuchado de la buena fe de aquella familia y montó guardia en la puerta. Aun vive allí con su mal carácter. Como ya es costumbre, fue testigo de la llegada de otra perra, medio descendiente de pekinés. Lucía, como la bautizaron, traía consigo un cargamento de cachorros: tres fueron regalados y uno se quedó en casa. Algunos prometen que Label, su hija, será el último can de la familia. Demasiadas discusiones por las comidas y por los cuidados. Además, el piso de esta casa es una maravilla; si en París, siempre que se mira al firmamento hay un avión, cuando bajas la vista en esta casa siempre hay una garrapata caminando por el suelo.

Cuatro perritos y medio con una linda historia: unos locos se apiadaron de ellos y les mejoraron la vida. Por desgracia, los protagonistas de estas instantáneas, en el momento de ser fotografiados, no habían encontrado hogar.

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