Presentación de Silvio Rodríguez, Trovarroco, Niurka González y Oliver Valdés, en La Juanita; en ocasión de los treinta años de vida artística de los Hermanos Novo.
¿Se puede amar una máquina? Para los trabajadores del taller ferroviario de La Juanita la pregunta no se sostiene, no hay en tal sentido duda ni cuestionamiento posible. Isidro Chaviano, Jefe de Brigada, empezó siendo niño: "Este trabajo es mi vida, no podría irme de aquí".
De todos los ruidos familiares del barrio, el que se distingue más especialmente es el del tren; mucho más que el del tránsito, el de los pregones, las carretillas, el juego de pelota en el terreno, el de fútbol en la calle. Se distingue por lo particular, y por la frecuencia con que se le escucha. Se trata de un taller Vanguardia Nacional, que opta por la condición de excelencia, y sus trabajadores entregan siempre al menos dos locomotoras más que lo que pide su empresa. Aun así, dicen, como en confesión el servicio ferroviario "no es el mejor, pero es el que tenemos".
No es el mejor: las vías se encuentran en un estado que no permite suficiente celeridad en el traslado (suficiente según los patrones del siglo XXI). Explica Omar Acea: "El mundo hoy se mueve de 270 Km/h para arriba. Una máquina que supere los 250 Km/h ya se considera de gran velocidad. Nosotros no podemos todavía ni pensar en eso. Estamos logrando alcanzar en los nacionales 90km/h, y los de carga bastante menos: 50Km/h o 40 km/h". No es el mejor porque no se mueve a la velocidad del mundo ("desarrollado"), porque el progreso en algunos lugares suele tener límite, ser un progreso limitado. Pero es el que tenemos, aceptación, consuelo, siempre que sea una condición sin remedio, y no resultado de falta de gestión, indolencia o desorganización, herencia pesada de años duros, según dice el propio Acea.
Cerca de este taller fue el concierto de Silvio y los hermanos Novo. Algunos obreros dijeron que se darían una vuelta por allí, después del trabajo, de afeitarse y ponerse "presentables" (difícil mejor presencia que la de sus ropas sucias de labor, de presionar ese límite de progreso, y que el ruido del tren sea todavía un poco más frecuente en La Juanita).