Fotos: Alejandro Ramírez Anderson. Texto: Mónica Rivero
Aquí la gente se saluda como si se conociera de siempre; el tiempo se escurre entre labores y charla; y el estado del ternerito "más nuevo" (que estuvo enfermo), la poca lluvia, los pavos que se comen los sembrados del vecino... son preocupaciones comunes.
Aquí un olor a verde se respira, se escucha, casi se puede tocar. Y, en las noches, el alumbrado artificial no alcanza, como en las grandes ciudades, a "hacerle sombra" al firmamento.
Se le conoce como Cafetal del padre. Está en Madruga, Mayabeque. Lejos de lo que su nombre sugiere, apenas si queda alguna planta de la droga negra; alguna de las que en el siglo XVIII llenaban 14 de esas 30 caballerías, cuando los terreros pertenecían a la adinerada familia de un presbítero llamado Don Ignacio O´Farrill.
Pocos vestigios se conservan de esa época, solo las ruinas de la casa de vivienda y los barracones de los esclavos; muy cerca de donde hoy vive otra familia, sin ínfulas de más celebridad que la que les otorgue su trabajo: los Pérez Bueno. Como ellos es la gente de este lugar.