La enorme mezcla de etnias y culturas que convergen en este Festival del Caribe convierte a la ciudad en un gran templo del patrimonio vivo y la diversidad. Siempre de puertas abiertas al encuentro y al conocimiento, Santiago se mueve y no es solo por los temblores; más de mil visitantes de 30 países —la cifra más elevada en la historia de la cita caribeña— caminan por las calles, se divierten e intercambian sus costumbres y tradiciones.
Portadoras de distintas manifestaciones culturales, las delegaciones nacionales y extranjeras se unieron durante casi dos horas en el tradicional desfile de la Serpiente, espectáculo que, con la presencia de Abel Prieto, miembro del Buró Político y ministro de Cultura, y Manuel Marrero, ministro de Turismo, mostró además de los ritmos regionales y ritos religiosos el inmenso acervo creativo de nuestro continente.
El son, la rumba, el zapateo, ritmos afrocubanos, el reggae y las notas de la corneta china, de la indispensable conga, invadieron las calles e hicieron bailar a cientos de participantes quienes, desde la Plaza de Marte hasta el Parque Céspedes, también disfrutaron de la samba y el movimiento pernambucano, de los bailes típicos de Curazao y Argentina, de danzas de origen indígena y las populares melodías mexicanas.
De Pernambuco se hallan aquí exponentes de su cultura popular como Maracatú, Afoxé, Caboclinhos, y el Grupo Bongar.
Aunque el calendario festivo aún depara festejos callejeros, exposiciones de artes plásticas, espacios para la poesía, coloquios y conferencias, no caben dudas de que la trigésima edición del Festival, a pocos días de haberse inaugurado, ha convertido a todo Santiago en una gran feria, de respeto a la diversidad y a las expresiones de todos los pueblos.
(Con información de Radio Triple M Oriental, del III Frente, en Santiago Cuba)