Este fotorreportaje pretende ser diferente a los que habitualmente hago. La historia no la encontré desandando por la Isla. Apareció de repente, por causas y azares, en un lugar necesario e ineludible como es la Casa de las Américas y, tras escuchar contestar a un cúmulo de interrogantes disparadas desde varias partes del mundo, a una persona también imprescindible como Silvio Rodríguez Domínguez. Y es que estuve, este viernes en la tarde, en la presentación de Segunda Cita, la más reciente producción fonográfica del autor de Ojalá.
Pudiera pensarse que es imposible encontrar una historia gráfica entre cuatro paredes, en una cobertura meramente informativa. Pero los sentimientos violan cualquier ley. Incluso a las objetivas del periodismo. De ahí que, mientras algunos de mis colegas se aglomeraban en primera fila buscando sus mejores ángulos, yo me movía por la Sala Che Guevara de la prestigiosa institución. Así alcanzaba a fotografiar, entre el protaginista y el público, algunas de las pasiones que Silvio ha compartido en muchos de sus temas.
Ahora escucho una y otra vez el disco (porque el trovador tuvo a bien lanzar a la venta una amplia tirada en moneda nacional). Aunque aún no me atrevo a hacer una evaluación del fonograma, hace varios días leí las letras y lo que sí puedo asegurarles es que Silvio sigue siendo un joven irreverente, revolucionario. Los dejó con el fotorreportaje y que a mis instantáneas las acompañe entonces, como una foto más, la letra del segundo track del disco que va siendo, hasta ahora, mi preferido. Abrazos MIL.
TONADA DEL ALBEDRÍO
Dijo Guevara el hermoso,
viendo al África llorar:
que en el imperio mañoso
nunca se debe confiar.
Y dijo el Che legendario,
como sembrando una flor:
que al buen revolucionario
sólo lo mueve el amor.
Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.
Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.
Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal.
