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La luchita

"¿Cómo anda la Cosa?", pregunta el cubano y así obra un suceso que se repite infinidad de veces en este país de los saludos, del beso fácil, y del todo quererse saber. La respuesta probable será una expresión que sale disparada entre la sonrisa y el guiño de ojo: "Aquí... en la luchita".

Esta última frase, a pesar de su brevedad, encierra la elección contumaz de seguir adelante con todas las armas e imaginación disponibles en el día a día.

La Cosa es la situación, el escenario, la suerte colectiva tejida por nosotros mismos y que por eso solo nosotros entendemos del todo. Y la luchita es el trazo de alguna táctica, de empeños que nos mantienen en pie desde que sol se levanta hasta que nos dice adiós.

La luchita -que va tejiendo calladamente la contienda gigante- se da en estampas que pueden discurrir desapercibidas si una lente inquieta y buena no las atrapa. Está en las calles, cerca de los anaqueles de comidas. Va en la jaba, objeto imprescindible de nuestra identidad y por cuenta del cual en el imaginario popular ha quedado grabada la simpática definición según la cual el cuerpo del cubano se divide en cabeza, tronco, extremidades... y jaba.

La luchita es la esperanza tomada a sorbos, como el café mañanero. Es la clave de nuestra fibra dura, y aún así la pronunciamos tiernamente. La luchita no incluye treguas: es una filosofía que destierra miedos y nos endurece mientras nos hace pobladores avispados y tenaces de la Cosa.

(Texto: Alina Perera; Fotos: Kaloian)

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian

La Luchita, Foto Kaloian