Hace par de semanas tuve la oportunidad de enrolarme en una gira con la Compañía Cubana de Teatro Infantil La Colmenita. El periplo con esa maravillosa agrupación, Embajadora de Buena Voluntad de la UNICEF, me llevó hasta las rojas tierras de Moa. Este municipio de la nororiental provincia de Holguín, a casi 1 000 KM de la Ciudad de La Habana, atesora una de las mayores reservas de níquel del mundo.
Días antes de mi estancia, el 7 de noviembre, los moenses celebraron el setenta cumpleaños del pueblo. La fecha fue instaurada debido a que ese día de 1939 echó a andar en esa zona la primera industria. Pero no fue una fábrica para procesar níquel sino un aserrío que se abastecía de frondosos bosques cercanos a esa región. Para entonces el asentamiento poblacional en la zona era de unos mil habitantes.
Fue una década más tarde cuando comenzó a desplegarse la industria minera hasta convertirse con el tiempo en uno de los lugares más industrializados de Cuba. Hoy Moa alberga a más de 70 mil habitantes de los que, más del 80 %, trabaja en la Unión del Níquel.
No es sobre la vida minera metalúrgica mi propuesta gráfica, aunque eso sería un buen tema para reflejar. Mis pasos, algo lentos, se detienen en las calles y los moradores de este rojo pueblo.
