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Jorge Drexler y su manía de dormir en el lado bueno de la fama

Jorge Drexler obtuvo siete premios en los Grammy Latinos 2022. Foto: AFP

Gracias, Jorge, una vez más, por por tu mirada transversal, cosmopolita y desprejuiciada al arte…

Cuando en el año 2018, durante la ceremonia de los Grammy Latinos, mi amigo Jorge Drexler se convirtió en el gran triunfador de la noche por ganar tres estatuillas (por encima de los archipopulares Maluma y J. Balvin), su discurso de agradecimiento dejó boquiabiertos a muchos colegas y críticos especializados. El uruguayo, visiblemente emocionado, dijo: “Que vivan el reguetón, la cumbia, Pessoa y Borges”. Y aquello no había sido un arrebato de entusiasmo oportunista y mucho menos hipócrita. Lo sé porque muchas veces en la sala de su casa, en Madrid, o en algún bar de Chueca –vino tinto mediante–, habíamos hablado sobre el tema. Y su opinión podría resumirse así: “El reggaetón no es el enemigo”. Yo pensé entonces: ‘Qué interesante, Jorge Drexler, hacedor y consumidor de buena música, un absoluto referente de las exquisiteces musicales en la actualidad, no hace ascos al tan vilipendiado género urbano’. Además, sus argumentos eran sólidos y, a mi entender, el resultado de dos rasgos de su personalidad: humildad e inteligencia. Aquella frase de los Grammys en la que mezclaba en una misma oración al portugués Pessoa, al argentino Borges y a los reguetoneros, por supuesto que saltó a los titulares, pero como un “grito de integración” y “un llamado para dejar las barreras que separan a la música y a la humanidad y abrazar al otro”.

Alexis Díaz-Pimienta y Jorge Drexler. Foto: Tomada de El Caimán Barbudo.

Aunque para mí lo mejor fueron sus argumentos teóricos: “Ese patrón rítmico (el del reguetón) no es ni siquiera nuestro. No es mío, no es de Balvin, no es de Maluma, no es de ninguno de nosotros, viene desde el siglo XI, de los burdeles de Persia donde le llamaban el ritmo del diablo”. Y en nuestras charlas madrileñas recordamos las proscripciones del pasado a otros ritmos que ahora nos parecen inocentes: la zarabanda, la lambada, o el danzón cubano, en épocas en que acercar las pelvis era casi un delito.

Y Drexler siguió argumentando en la prensa: “Si no nos gusta algún tipo de canción escribamos canciones mejores, no le echemos la culpa a los géneros de las cosas, es nuestra responsabilidad como compositores. Abramos los brazos, que el mundo ya está bastante dividido y va tendiendo a dividirse cada más como para andar estableciendo guetos”.

De todo esto me he acordado ahora porque anoche, 17 de noviembre de 2022, Jorge Drexler volvió a hacer historia al ser el auténtico triunfador en la ceremonia de los Granmy Latinos, esta vez con siete galardones, por su disco Tinta y tiempo, una auténtica joya musical a cuya magnífica producción hay que añadir la espectacular puesta en escena de sus directos. Tinta y tiempo: Pura delicatesen, letras, música, concepto, coreografía, todo.

Ahora, ahondando en cómo y por qué Drexler ha llegado hasta aquí –respeto de la crítica, aceptación del gran público, premios de la Academia–, he recordado algunas anécdotas que lo retratan (sencillez adulta, más curiosidad casi infantil, más madurez artística) y entre ellas uno de nuestros recientes intercambios vía WhatsApp hablando de canciones.

Hace apenas dos meses recibí un mensaje de Jorge interesado en “saber” qué tipo de estructura estrófica tenía la canción Tocarte, obra suya coescrita con C. Tangana, y con la que acaba de ganar el Grammy Latino 2022.

–Maestro, ¿cómo se llama el sistema de rima que las repite permanentemente (“aaaa”), que es casi infantil?

Y yo le respondí: “Estrofa monorrima. Y viene de la poesía medieval. La cuaderna vía medieval era un poema monorrimo. Es el llamado ‘tetrastrofo monorrimo’, un tipo de estrofa formada por cuartetos de versos alejandrinos con una sola rima: AAAA/BBBB. Esta es la llamada ‘cuaderna vía’. Un conjunto de estrofas con esta estructura”.

Y le conté, emocionado, que precisamente estaba en la universidad Loyola de Sevilla explicándoles a mis alumnos que las remanencias de la poesía medieval, casi todas, estaban en la canción contemporánea. Y le puse ejemplos medievales:

En el nombre de Dios e de Santa María,

si ellos me guiassen estudiar querría,

componer un romançe de nueva maestría

del buen rey Apolonio e de su cortesía.

(Libro de Apolonio. Anónimo. Siglo XIII)

O este otro:

Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer

muchas cosas tendrás primero que aprender

para que ella te quiera en amor acoger.

Primeramente mira qué mujer escoger.

(El Arcipreste de Hita. Libro de buen amor)

Y añadí: “Es curioso ver cómo se entretejen la raíces y cómo [estos jóvenes músicos] heredan sin saber que heredan”.

Jorge me compartió el estribillo de Tocarte:

Valiente o gallina

La bolsa o la vida

Picar medicina

Chupar golosina

Perder la partida

Beber tu saliva

Jugarme la vida

Buscarme la ruina

Le comenté: “Son versos monorrimos, a veces, con rimas asonantes, pero creo la fuerza está en el hexasílabo”.

Añado ahora: Y lo novedoso. Este estribillo conserva la fuerza de la monorrima (enfática, reiterativa, creciente, acumulativa) y añade la fuerza prosódica del verso breve, por lo tanto, aumenta la velocidad enunciativa, recorta los tiempos de espera, en resumen: se hace más bailable; a menos texto, a menos espacio silábico, más ritmo.

Yo seguía emocionado esgrimiendo argumentos que nos explicaran a los dos qué pasaba “ahí dentro”: este es el “Aquí llegamos, aquí no veníamos” de Lezama Lima. Le dije: creo que los compositores de música urbana, en general, huyendo de la rima consonante y de las estrofas más trilladas por la tradición poética, han regresado al pasado: a los metros cortos, por un lado (nuestra amada lyra mínima) y a las estrofas monorrimas.

Y Jorge argumentó también:

–Cierto: van por reacción. Es una opción retórica. Evitando la grandilocuencia y el virtuosismo explícitos. Eluden la ostentación y también tienen una cosa de infantilismo buscado, hasta en la emisión vocal, como Bad Bunny. Eso es lo que buscan. Una cosa gamberra adolescente. Y eso es lo que buscaba Rosalía que enfadó tanto con lo de “morío”.

–Es tremendamente interesante.

–Buscan establecer una barrera retórica con las generaciones mayores. Para que nos sintamos molestos.

Cuento todo esto ahora para que entiendan por qué a mí no me ha sorprendido ni asombrado el nuevo discurso de Drexler al recibir tantos Grammy Latinos en 2022. Esta vez el uruguayo ha dicho: “Felicidades a todos los que hacen música urbana por llevar el español a donde nadie había podido”. Otra vez una mirada al fenómeno más allá del fenómeno, una mirada cuasi antropológica, sociológica al menos. Si lo pensamos bien, hasta hace poco solo la música en inglés ponía a bailar a todo el mundo en todas las latitudes. Sin embargo, desde que el género urbano se ha convertido en el más popular de la música latina, son millones de jóvenes en todo el mundo, y en todas las lenguas, los que bailan y corean en español canciones nacidas y pensadas desde nuestra lengua. Da lo mismo que sean coreanos, alemanes, chinos o japoneses. Todos cantan: “Titi me preguntó si tengo muchas novias, muchas novias”, y mueven el cuerpo en español, la lengua de Cervantes. Verlo así, analizarlo así, nos debería reconciliar con estos jóvenes artistas que no tienen más pretensiones que divertirse, jugar, pasarla bien y hacer felices a sus contemporáneos.

Visto así no me queda más remedio que volver a decir: Gracias, Jorge, una vez más, por tu mirada transversal, cosmopolita y desprejuiciada al arte. Necesitamos más artistas como tú. La música en español necesita menos enjuiciadores y juzgadores. Y la literatura también. Y la crítica. Tal vez necesitamos bailar más y escribir menos. Tal vez necesitamos integrarnos más en todos los sentidos. Y tú eres el mejor ejemplo. Hay muchas formas de ser popular. Hay muchas maneras de ser famoso. Tú, con tu música y con tu personalidad tranquila, mesurada, nos recuerdas que se puede dormir, cómodamente, en el lado bueno de la fama. Disfrútalo.

(Tomado de El Caimán Barbudo)