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El sueño de Raúl va a renacer

El ingeniero químico Raúl Abréu Gómez, Máster en Ciencias en Ingeniería en Procesos Biotecnológicos y trabajador durante diez años en el Polo Científico. Foto: El Artemiseño.

Llegaron hace ya muchos años desde Melena del Sur, y se asentaron en tierras de la finca Santa Ana, en las afueras del pueblo de Guayabal, en Caimito, muy cerca de donde radica el Campamento Internacional Julio Antonio Mella.

Por entonces eran “los únicos revolucionarios” en aquella zona, tal como aseguraban de ellos los vecinos del lugar, solo porque el cabeza de familia, Faustino Abréu, era miembro del Partido Socialista Popular (PSP).

Su hijo Raúl, campesino también y chofer, heredó el sobrenombre por el cual se le conoce hasta hoy en todos los rincones de la geografía caimitense: El Socialista, del cual se enorgullece por la carga simbólica que encierra… y porque haber servido bien a sus coterráneos ha sido una manera hermosa de servir a un país en Revolución.

Su hijo, el ingeniero químico Raúl Abréu Gómez, Máster en Ciencias en Ingeniería en Procesos Biotecnológicos y trabajador durante diez años en el Polo Científico, al parecer había tomado otro camino. Pero un buen día, por esas complicaciones que a veces nos depara la existencia, debió retornar a la finca Santa Ana.

¿La razón esencial del regreso? Muy serias complicaciones de salud habían dictaminado que su padre necesitaba de ayuda y relevo urgente.
Abréu Gómez volvió para tomar las riendas de la finca. Sin embargo, el panorama de la propiedad era desolador, y el científico a tiempo total mostraba una inexperiencia casi absoluta en lo referido a materia agrícola.

Algo sí tenía a su favor: un intenso ritmo de trabajo aprendido en el Polo Científico… y unos conocimientos que lo llevarían a elaborar variedades de queso bien recibidas dentro y fuera de Cuba.

Eliminó el marabú. Sembró pastos y alimento animal de diversos tipos, capaces de garantizar sustento a las reses en época de bonanza o sequía. Construyó un establo. Fabricó un equipo de ordeño mecánico. Compró teteras y medicamentos. Se propuso elevar la cifra de reses, y logró incrementarla de 20 a 140.

Decidió incluso dar valor agregado a la leche, con la elaboración de los mencionados quesos, una manera de solventar los necesarios gastos en el mejoramiento de las condiciones de la finca, aunque desde tiempos inmemoriales este producto ya se elaboraba allí.

No serían estas las únicas inversiones y desvelos de Abréu Gómez, empeñado en la perfección de un producto que se consume en el mundo entero y tiene verdaderos estandartes en naciones como Italia.

Por intermedio de una admiradora de sus quesos, la conocida vocalista Lucía Altieri, largamente radicada en Cuba, Raúl logró viajar a esa nación europea, específicamente al municipio de Battipaglia, bastión del queso Mozarella.

Allí consolidó su formación en la materia, al punto de conocer perfectamente el modo de elaborar una notable variedad de este alimento de tanta aceptación popular, y de volver a la península para ampliar sus estudios y obtener un producto de extraordinaria calidad.

Haber intervenido en proyectos tan hermosos y exigentes como la creación de la vacuna antimeningocócica, en que términos como higiene extrema constituyen obligación inviolable para cada trabajador y en cada local, lo llevó a asumir idéntica responsabilidad al confeccionar un producto que comienza a resurgir de sus cenizas.

Como el ave Fénix

El yogur probiótico: gratuito para personas que lo necesitan / Fotos: Humberto Lister

El 10 de julio de 2020 resultó ser una fecha que no olvidará jamás la familia entera de este ingeniero: equívocos lamentables llevaron a que las autoridades policiales del municipio se presentaran en la finca Santa Ana para efectuar un registro domiciliario.

Allí tomaron en calidad de depósito varios artículos, equipos y medios de trabajo, así como quesos elaborados por Raúl y sus hijos Gerardo y Luis Daniel, al tiempo que se abría la posibilidad de que Abréu Gómez compareciera ante los tribunales, acusado de actividad económica ilícita.

Sobraron amarguras ante tantos comentarios injustos. No pocas opiniones se vertieron en las redes sociales y el ámbito popular. No obstante, lejos de amilanarse, una vez que la verdad fue abriéndose paso, Raúl decidió retomar el oficio del cual ya no se puede desprender.

“Siempre hemos cumplido el plan de entrega de leche al Estado —asegura—. En los últimos tres años hemos entregado unos 30 000 litros cada año. En este ya vamos por 20 000, y creo que al cierre de diciembre podemos alcanzar el doble”.

Otro detalle de interés y que no admite postergación ante la realidad alimentaria del país: en la finca, unas 40 reses están sometidas a espera interminable, sin la reacción oportuna de quien debe recogerlas: la Empresa Agropecuaria Habana Libre. Y podrían reportar hasta siete toneladas de carne.

Hombre de palabras claras y con sapiencia en cada criterio, dice estar dispuesto a capacitar personas a fin de que se dediquen a la fabricación de quesos con destino a unidades de Comercio y Gastronomía, así como lo ha estado siempre a elaborar yogur probiótico, sin dinero a cambio, para personas con tumoraciones u otros problemas de salud.

Conoce de la alta demanda del queso y su escasez, aun en las variantes más pedestres, sobre todo en los estantes de establecimientos en moneda nacional.

“Voy a serte sincero: he visitado Canadá, Estados Unidos, Italia, Costa Rica y España… y las mejores pizzas de mi vida me las he comido en la pizzería Los Aliados, en Caimito —asevera este especialista—. A mí me encantaría producir queso para ella, más que para el área en MLC”.

En camino a recuperar todos los medios de su propiedad, Raúl se apresta a una suerte de renacer humano y laboral. Por eso, aunque tenga la urgencia de comprar nuevos medicamentos y teteras, y replantearse la vida para impulsar esos sueños que nunca murieron dentro de él, nada detendrá su paso productivo.

Ni sus sueños. Ni los de quienes, aun en los más álgidos momentos, continuaron siguiéndolo en firme en las tres caballerías de la finca Santa Ana, donde mucho más se quiere alcanzar cada día.

En la finca está garantizado el alimento animal para tiempos de bonanza y sequía / Foto: Humberto Lister

(Tomado de El Artemiseño)