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Donde hay un niño… debe haber un libro

“Donde hay un niño, debe haber un libro”, dijo Dora Alonso. Parece una simple frase, pero encierra mucho de verdad.

Los niños siempre deberían estar bien cerca de los libros. Estos pueden ser sus mejores aliados en todas las causas que la infancia emprende para sobrevivir a un mundo que a veces —lamentablemente en muchas ocasiones— le puede resultar hostil.

Me viene esto a la mente, cuando reparo en que este 2 de abril estaremos celebrando, como cada año en todo el mundo, un aniversario más del natalicio de Hans Christian Andersen, el llamado Príncipe de los cuentos para niños, un hombre que en sus historias reivindicó su propia infancia, venida a menos entre los avatares familiares, la pobreza, una nostalgia imperecedera por cuanto no pudo ser y su ansia de auto reconocimiento que le sacó del anonimato para llevarle a las grandes cimas de la fama.

Son muchos quienes, desde el autor danés hasta el presente, escriben pensando en la infancia. Tantos los que han dedicado su existencia para llenar de alegría los ratos libres de quienes dan sus primeros pasos en la andadura por la vida.

Iniciaba mis reflexiones con una frase de nuestra entrañable Dora Alonso, durante años el epígono por excelencia de la llamada “literatura infantil” cubana. Dora, quien desde niña se consideró a su vez poco agraciada y de casi ningún encanto, se identificaba sobremanera con  El patico feo. Así lo dijo muchas veces y en su raigambre guajira, amamantada por su nana negra Namuní y creciendo semi salvaje en una finca de su padre, supo alimentar las esencias del corazón, esas que de grandes, nos permiten ser mejores personas y ayudar más al mundo en que vivimos.

Muchos de los conocidos autores que hoy escriben para la niñez, tuvieron una infancia, si no triste o terrible, al menos compleja, diferente, llena de retos que vencer. Las personas que desde su más tierna edad alimentan el don de saber mirar —y si, además, son lectoras—, y tienen la capacidad de desentrañar la esencia de los libros, están mejor preparadas para comprender las razones (o sinrazones) del mundo. Saben que no estamos aquí para pasar indiferentes sino para tomar partido, mejorar nuestra vida y la ajena y ser guerreros de cualquier causa justa.

Donde hay un niño, debe haber un libro. No podría existir verdad mayor que esa porque los libros siempre están ahí, a la mano, con un mensaje importante que transmitirnos. Silenciosos, semi ocultos en cualquier rincón, a la espera de que alguien se aventure entre sus páginas, tienen esa paciencia eterna de quien saber aguardar pues conoce que ese alguien necesitado siempre está por llegar. No importa si pasan horas, semanas, milenios. Tarde o temprano sus páginas hablarán.

Donde hay un libro

Para los niños tener cerca un libro, además del poderoso imaginario en historias e ilustraciones que estos comparten, puede significar un proceso de redención. El escapar de una vida gris o de una circunstancia cruel, gracias a las páginas de un buen libro es la redención definitiva para cualquier lector.

Hace poco, cuando en un cuestionario me preguntaban ¿Cuáles son esos referentes universales en la literatura infanto-juvenil sin los cuales tal vez este oficio de escritor para niños y jóvenes le sería inimaginable?, respondía que “No hubiera sido la misma persona (no solo el escritor que soy) de no haber leído, a la edad que pude, a escritores como Astrid Lindgren y su Pippa Mediaslargas, a la inefable María Gripe de El papá de noche o la saga de Elvis, a la Christine Nöstlinger, a la Alki Zei de El tigre en la vitrina, al genial Gianni Rodari en cualquiera de sus libros, a la esplendorosa Lygia Bojunga Nunes de La cuerda floja, El abrazo, La casa de la madrina, El bolso amarillo o Mi amigo el pintor.

Me han impactado también Tormod Haugen, Marina Colasanti, María Teresa Andruetto, Antonio García Teijeiro, Carlo Frabetti, Gonzalo Moure, Scott O´Dell, Uri Orlev, Ben Ryce, Paul Krop, Catherine Paterson en La Gran Gilly Hopkins o en Un puente hasta Terrabithia, Michael Ende, el Ray Bradbury de El vino del estío, Alain Fournier quien solo nos legó El Gran Meaulnes, Gina Ruck Pauquet, Michel Tournier, la Eleanor Cameron de El patio de los niños de piedra, tantos y tantos… También me identifico mucho con el sarcasmo reivindicativo hacia la infancia de Roald Dahl y de los clásicos adoro la prosa de Mark Twain y me fascina la escritura de Charles Dickens. Creo que todos se deben mucho unos a otros y los jóvenes autores que les lean, siempre aprenderán algo con ellos.

Donde no hay un libro

Siempre que veo a un niño ajeno o lejano hacia los libros siento una honda preocupación al pensar: ¿De qué manera se llenan sus días? ¿Qué sueños le mueven? ¿Cómo puede vivir en un mundo sin libros? ¿De qué forma se comportará el día de mañana?

La honda sensibilidad martiana que presidía los afanes creativos de Dora Alonso en cada una de sus obras, tienen tanto que ver con los ideales de quienes en el mundo entero apuestan por una infancia redimida y feliz, porque están precedidos, de cualquier manera, por un afán de justicia. Ser cultos es ser libre. Para saber hay que leer, no solo creer, nos enseñaba Fidel cuando ya se fundaba el sistema editorial cubano, que también por estos días ha celebrado su aniversario.

La redención de los niños a veces no necesita de un proceso social, una cruzada, un cambio de aires o grandes recursos ni complicadas estrategias. Simplemente puede hallarse entre las páginas de aquel libro que fue escrito hace siglos quizás pensando en ese niño del futuro.

Confieso que una de las mayores felicidades de mi vida ha sido estar siempre entre libros. Tenerlos cerca. Sentirlos. Verlos a la luz o entre sombras. Olerlos. Palparlos. Llevarlos lejos o cerca. Sentir que me acompañan en cada situación. Ellos me ayudaron, como pocas cosas o personas, a saber andar y a tratar de ser mejor.

Propiciemos entonces, cada día, de manera sencilla pero efectiva, que nuestros niños estén bien cerca de los libros. Es nuestro deber. Será nuestra ganancia para el futuro.

Mensaje por el Día Internacional del Libro Infantil

Desde 1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY promueve la celebración del Día Internacional del Libro Infantil con el fin de promocionar los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes. Cada año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser la patrocinadora internacional del Día del Libro Infantil y selecciona un escritor/a representativo y a un reconocido ilustrador/a de su país para que elaboren el mensaje dirigido a todos Los niños del mundo y el cartel que se distribuye por todo el mundo, y se promueva la celebración en las bibliotecas, centros escolares, librerías, etc.

Día Internacional del Libro Infantil 2021

 

La música de las palabras

Escrito por Margarita Engle, ilustrado por Roger Mello y traducido por Laia Martínez

Cuando leemos, a nuestras mentes les crecen alas.

Cuando escribimos, nuestros dedos cantan.

Las palabras son percusiones y flautas en la página,

pájaros cantores que alzan el vuelo y elefantes trompeteros,

ríos que fluyen, cascadas que caen

mariposas que revolotean

¡en lo alto del cielo!

Las palabras nos invitan a bailar —ritmos,

rimas, latidos del corazón,

galopes, aleteos, cuentos nuevos y viejos,

fantasías y realidad.

No importa si estás cómodo en casa

O cruzando fronteras hacia un nuevo país

y una lengua extraña, las historias y los poemas

te pertenecen.

Al compartir palabras, nuestras voces

se convierten en la música del futuro,

en paz, alegría y amistad,

en una melodía

de esperanza.