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Crónica de un marzo inesperado

Imagen: Proyecto Cimarronas.

Los últimos marzos de mi vida han sido medio locos. En 2020, pocos días antes del “debut” de la pandemia perversa, viajé a trabajar al oriente. Ver las montañas más altas de Cuba siempre compensa el lento y cansado recorrido por carretera hasta Bayamo o hasta Santiago. Si bien el viaje de ida transcurrió sin mayores sobresaltos, el retorno, justo 24 horas después del diagnóstico de los primeros casos de COVID-19 en el archipiélago, ha quedado grabado en mi memoria como las escenas de una película de ciencia ficción.

En cada parador de carretera nos recibieron personas sin sonrisa y “armadas” con pomos de hipoclorito. Apenas dos días bastaron para activar una maquinaria enorme y silenciosa, al mejor estilo de las movilizaciones ante el paso de algún huracán caribeño. Solo que este “ciclón” ya le dio vuelta a un calendario, sigue haciendo mucho daño y no termina, a pesar de esa pequeña luz envasada en frascos que anda midiendo su alcance por estos días. 

Así llegó el otro marzo. Nuevo coronavirus al margen, este mes trajo “rarezas” de otra naturaleza. De esas que animan. 

A mediados de su primera semana, ya me preparaba para la avalancha de flores, velas y corazones que suelen acompañar la celebración del Día Internacional de la Mujer; pero entonces me contaron de los trajines en que andaba un grupo de estudiantes y colegas de la FAMCA para armar una felicitación televisiva diferente, una que apostaba por “celebrar” y por “seguir conquistando derechos”. Y de pronto, apenas sin tiempo para procesarlo, mis redes casi se tiñeron de morado.

Espacios mediáticos -de vieja y nueva factura- plantaron sobre la mesa debates múltiples sobre feminismos. Con todas sus letras. El término que en alguna ocasión calificó como “palabra maldita”, se diseccionó desde las plataformas online de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en busca de las señales de su emergencia en la Cuba de hoy y de sus posibles y necesarias contribuciones al proyecto que construimos. Colegas diversas, como diverso es el feminismo, develaron conceptos, razones e historias que suscriben la necesidad de apropiarnos de una vez por todas de estas luchas. 

Horizontes Blog dedicó un intercambio al tema y Mariblanca Sabas Alomá, “la campeona del feminismo cubano”, fue protagonista en titulares de Cubadebate. 

Desde las pantallas, el programa Cosas de Hombres abordó el asunto y en las redes, una nueva propuesta multimedial, Cimarronas, se presentó como apuesta “para posicionar un feminismo cubano anticapitalista, socialista y revolucionario”, en busca de subvertir el orden patriarcal. 

En paralelo, el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres se hizo letra firme tras su publicación en la Gaceta Oficial de la República y las redes de la enorme organización femenina comenzaron a visibilizar las violencias cotidianas que aún persisten y los caminos para enfrentarlas, junto a los pasos ganados por las mujeres de esta tierra. Desde otras campañas de comunicación también se habló de cuidados y cuidadoras y de mujeres que aportan sudores vitales desde los surcos

Reflexionando con las muchachas “hacedoras” de Cimarronas, algunas ideas quedan como desafío bajo la lupa de estas Letras… 

Buscar y narrar las historias de nuestras luchas por la igualdad es urgencia y necesidad. Le da contexto y objeto a las batallas de hoy. El movimiento feminista en Cuba, nacido en las primeras décadas del siglo pasado, cumplió un papel muy revolucionario al permitir la obtención de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas. Conquistas que ahora nos parecen “naturales” como la Ley de la Patria Potestad (1917), la Ley del Divorcio (1918) o la Ley del Sufragio Femenino (1934), fueron duramente peleadas por nuestras inconformes antecesoras.

“Contextualizar esas narrativas en el presente, ponerle el rostro de colectivos y proyectos feministas, de mujeres rurales, negras, trans, socialistas, que al margen del canon hegemónico llevan sus luchas contra múltiples opresiones”, al decir de Cimarronas, solo nos hace más fuertes.

Por supuesto, hablar de estos temas sigue siendo un reto tremendo en un contexto comunicativo donde abundan noticias inexactas y prejuicios sobre los feminismos y las feministas. Pero este marzo inesperado ha dejado la mesa bien servida.