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La mejor princesa y el último dragón

Tierra de neblinosas junglas, mares profundos y leyendas ancestrales, de cultura milenaria y tradiciones perfectamente preservadas. Así es el Sudeste Asiático que enamoró a grandes de la literatura como Emilio Salgari y sirvió de escenario a Francis Ford Coppola para su fabuloso “Apocalypse Now”. Ahora es Disney quien, después del remake de “Mulan”, vuelca una vez más su interés por este continente, pero la primera ocasión en la que se centra de forma específica sobre los territorios al sur. Con el título de “Raya y el último dragón”,  el filme salió a la luz desde principios de marzo y hasta el momento cuenta con buena acogida tanto del público como de la crítica especializada.

Cuatro directores (Don Hall, Carlos López Estrada, Paul Briggs y John Ripa) fueron necesarios para esta producción debido a la complejidad de su historia con múltiples escenarios y personajes. El trabajo de guion corrió por cuenta de Qui Nguyen, norteamericano de padres vietnamitas y la malasia Adele Lim (“Crazy rich asians”), mientras que el reparto se conformó con actores también de origen asiático. Kelly Marie Tran (“The rise of Skywalker”) es la voz de la protagonista, la rapera Awkwafina personificó al dragón Sisu, Gemma Chan (“Captain Marvel”) como la antagonista Namaari y el resto lo integran Daniel Dae Kim (“The good doctor”), Benedict Wong (“Avengers Endgame”) y Sandra Oh (“Killing Eve”, “Grey’s Anatomy”).

La película cuenta la historia de Raya, joven guerrera que carga sobre sus hombros el error de confiar en otros cuando niña. Debido a ello, la Gema creada para contener a la destructora fuerza del Druun y que era su deber proteger, se rompe provocando el retorno del mal y la devastación del mundo conocido. Su misión es recuperar los fragmentos de la piedra preciosa entre las diferentes tribus y encontrar a Sisu, el último dragón sobreviviente del caos con la esperanza de que pueda restaurar todo lo perdido.

Debido a la pandemia dicha realización, que tenía previsto estrenarse el pasado noviembre, solo pudo salir hace unas semanas pero con el aliciente de que además se proyectó en salas de cine. Por la misma causa, los últimos meses de filmación tuvieron que ser modificados por el trabajo a distancia. Sin embargo, todo esfuerzo valió la pena. Si bien ya el director Don Hall tenía la experiencia en su anterior aporte de “Big Hero 6” de mostrar la cultura oriental, en “Raya y el último dragón” se rozan los límites de la perfección al recrear diestramente la magia de la tierra asiática.

En el filme se logra recrear maravillosamente la belleza de las tierras del Sudeste Asiático.

Estamos sin lugar a dudas frente a uno de los mejores trabajos de animación de Disney. En todo momento se evidencia la minuciosidad en plasmar la arquitectura, vestuario y hasta la comida regional. Cierto que Kumandra se entiende como un mundo ficticio, pero la pasmosa belleza de sus cinco diferentes territorios (Corazón, Cola, Talón, Columna y Colmillo) es fácilmente identificable con Vietnam, Tailandia, Indonesia, Camboya, Laos, Singapur y Malasia, países recorridos por el equipo creativo del filme y que les sirvieron de inspiración. Desde ciudades costeras acariciadas por linternas de papel hasta densos bosques de bambú, todo remarca la esmerada labor de la compañía del ratón en el detalle. Cuenta además con la banda sonora del magistral James Newton Howard (“Dark knight”, “Hunger Games”, “Maleficent”) y “Lead the way”,  tema central interpretado por la cantante de rythm and blues Jhené Aiko.

Con “Raya y el último dragón” Disney continúa su propósito de evolucionar la figura de las princesas. Ya en producciones recientes como “Tangled”, “Brave”, “Frozen” o “Moana” la principal meta no era convertirse en esposa real y las protagonistas semejaban más guerreras que damiselas en apuros. El arquetipo de género que por más de 80 años se había vendido se volvió tan identificable que en varias de las últimas realizaciones pueden encontrarse burlonas autocríticas sobre ello. Como cuando en “Ralph breaks the Internet” las primeras jovencitas coronadas (Blancanieves o Cenicienta) se comportan de forma más simplona que sus modernas acompañantes, o en “Moana”, al esta ser convencida por el semidiós Maui de que sí califica como princesa por ser hija del jefe de la tribu y tener un animal de compañía. De esto último tampoco se libra Raya, ni de verse impulsada a cumplir su destino de salvadora ante la pérdida del progenitor, pero al menos mantiene el espíritu independiente y combativo de su antecesora “Mulan”. No tiene interés amoroso, no canta ni baila, apenas sonríe y puede transformarse en máquina temible por su dominio de las artes marciales. Además, exhibe defectos de carácter que la llevan a peligrar todo por lo que ha luchado. Es decir, una imagen hecha más al gusto de las actuales adolescentes que del habitual público infantil.

Raya no es la típica princesa de Disney: no canta y tiene un temible dominio de las artes marciales.

Lo cierto es que en esta producción, pese a no desviarse demasiado del molde comercial propio de Disney, incorpora novedades por la adopción del lenguaje cinematográfico asiático en la coreografía de sus escenas de combate, así como las decenas de referencias a grandes obras de la cultura popular universal que van desde Indiana Jones, “Star Wars”, “Avatar”, “Mad Max: Fury Road”, “Game of Thrones” y “The Lord of the Rings” hasta los más cercanos en distancia y estilo “Princess Mononoke” y “Spirited away”, de Hayao Miyazaki. En fin, que resulta evidente que tener cerca al ente generador de Pixar ha dado sus frutos.

Por otra parte, no puede ignorarse que, pese a todo lo anterior, Disney no salió en lo absoluto de su zona de confort y repite fórmulas que restan frescura a todo nuevo proyecto. Los alocados e improbables personajes secundarios que siguen a Raya en su búsqueda, aunque simpáticos, no aportan novedad a la historia ni se diferencian de la gran galería de acompañantes excéntricos típicos de estas películas. Sisu, en su doble papel de criatura mística y alocada jovencita, no deja de parecer fascinante y nos entrega una relación especial con la protagonista, pero no llega a trascender y, por tanto, difícilmente se convierta en favorito de seguidores. No obstante, proyectada de esa forma, reafirma que todo el crédito de la trama pertenece no a ella, sino a Raya.

Entre Raya y Sisu se establece una relación especial pero a esta última le falta para convertirse en favorita de los seguidores de Disney.

El viaje de la protagonista por toda Kumandra es también el viaje al interior de su personalidad. El espectador comienza de la mano de una chica resentida por la traición, cínica en cuanto a la existencia de la bondad humana y que consecuentemente, desconfía hasta de su sombra. Si el egoísmo de los hombres provocó su propia destrucción, cree que solo el poder del dragón mágico puede salvar su tierra. Cada nuevo compañero que suma a su búsqueda ha perdido a alguien (inolvidable y desgarrador el plano de la cuna vacía en la casa del guerrero Tong) pero los restos del mundo se sostienen gracias a ellos y a su esperanza de un mañana mejor.

En “Raya y el último dragón“, puede apreciarse el nivel superior que otorgó el equipo creativo a la historia por su complejidad y el empleo de metáforas para representar el mal, la alegoría púrpura de la guerra y el eterno sueño de piedra que provoca en sus víctimas.  Al principio, nadie conoce qué causó las fuerzas del Druun y solo mediante la experiencia aportada por la travesía y las revelaciones de Sisu pueden descifrarlo: el mayor villano no es otro que la propia ambición de los hombres y no desaparece debido también a otra falla humana, la falta de confianza en el otro. Excelente según mi punto de vista pues así esta propuesta se aleja de los facilismos de personajes maniqueos.

Esta vez, el mensaje va más allá de los típicos “sé tú mismo” o “enfrentar con valentía nuestro destino”. Las verdaderas gemas del filme son las sentencias de Sisu cuando alega que Es difícil ser persona o Quizás el mundo está roto, porque no se puede confiar en nadie. Aquí radica la principal enseñanza que adquiere Raya: le hará falta más que un dragón mágico, pues para querer cambiar el mundo se debe empezar por uno mismo, aunque ello signifique realizar sacrificios.

Las enseñanzas de Sisu ayudan a comprender a Raya que la única forma de cambiar al mundo es empezar por uno mismo.

Con esta propuesta, la compañía del ratón explora como nunca la oscuridad del presente, sobre todo en ese aterrador clímax en que el que toda esperanza parece perdida. Pero no hay que preocuparse, es Disney. Siempre podremos cantar Hakuna Matata o aplaudir para que no mueran las hadas. Mantenerse consecuentes con la historia hasta traspasar los límites hubiera significado perder público. Ya para unos no resulta suficientemente buena la película por la ausencia de canciones y otros llegan más lejos al afirmar que jamás estará entre los grandes clásicos. Para mis adentros, doy gracias por eso.

“Raya y el último dragón” cumple con su función de entretener, hacer reír y llorar sin propasarse en las emociones. La princesa de turno, debido a todo el crecimiento personal que adquiere, rebasa por mucho en empatía y autenticidad a sus semejantes de trajes enjoyados y zapatillas de cristal. Pero el verdadero aporte, sin lugar a dudas, es la enseñanza de que si queremos cambiar nuestro mañana y ante el fracaso siempre culpamos a otros, entonces también estamos en la búsqueda de una criatura mística.

Ficha Técnica

Título: Raya and the Last Dragon
Año: 
2021
País: 
Estados Unidos
Duración: 
114 min.
Dirección:
Don Hall, Carlos López Estrada, Paul Briggs, John Ripa
Guion:
Qui Nguyen,Adele Lim (Historia: Paul Briggs,Don Hall,Adele Lim,Carlos López Estrada,Kiel Murray,Qui Nguyen,John Ripa,Dean Wellins)
Género:
Animación. Fantástico. Aventuras | Dragones
Reparto:
Animación
Productora:
Walt Disney Animation Studios (Distribuidora: Walt Disney Pictures, Disney+)

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