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¿Quiénes hablan por teléfono?

Más del 60 por ciento de las consultas que ha recibido la línea telefónica 103 en los últimos meses han sido realizadas por mujeres. Foto: El Telégrafo.

La llamada de Sonia clasificó entre esas que, al menos de inicio, resultan algo raras. “Es la mamá del novio de la mejor amiga de una de sus alumnas”, fue la parrafada de introducción, que casi a las diez de la noche de un día largo resultó como un cubo de agua muy fría. Pero el “pollo del arroz con pollo” fue más simple que la presentación.

Esta mujer, probablemente de una edad cercana a la “media rueda”, solo quería saber más de la Línea 103, o “sobre cualquier lugar adonde pudiera llamar” en busca de orientación para lidiar con un hijo universitario, unas gemelas adolescentes, un abuelo “majadero” y un esposo que “no maneja bien la frustración” y está loco por salir a trabajar. “Después de tantos meses en la casa, el techo se me quiere caer encima”, resumió, aplastante, su breve consulta.

Sonia no es una excepción. Más del 60 por ciento de las consultas que ha recibido la línea telefónica 103 en los últimos meses han sido realizadas por mujeres. También son cubanas más de la mitad de las personas que se han comunicado con los psicogrupos de WhatsApp desde su nacimiento, hace casi un año, para orientar a quienes comenzaron a sufrir los embates de una contingencia sanitaria que aísla y estresa.

Si ya sabíamos que la pandemia generada por la COVID-19 profundizó las dobles y triples jornadas domésticas, siempre sobre hombros femeninos, estos datos apuntan a que también crecieron las cargas mentales para ellas. Esas que las mantienen buena parte del día planificando comidas u horarios, recordando deudas médicas acumuladas, apuntando en algún otro cajón de la memoria lo que hace falta comprar o gestionar y buscando soluciones para que no se arme el caos en casa.

La carga mental es silenciosa, pero no pesa menos. Desde la psicología, el concepto viene de los análisis de la salud laboral y se ha extendido con rapidez del espacio del trabajo remunerado hasta el ámbito familiar y doméstico. Concretamente, identifica a ese conjunto de tensiones inducidas en una persona por las exigencias del esfuerzo mental y emocional, en un determinado contexto. En otras palabras, son los pesos que abruman a Sonia.

La mayoría de las personas que solicitan el servicio de ayuda telefónica, preocupadas por su familia ante la pandemia de la COVID-19, son mujeres, analizaba a mediados de 2020 la doctora Laura López Angulo, profesora titular consultante del Departamento de Psicología, de la Universidad de Ciencias Médicas de la provincia de Cienfuegos. Esta especialista es parte del equipo que asumió la tarea de reconfigurar la Línea 103 para que, además de brindar orientación sobre adicciones, atendiera demandas vinculadas a los impactos de la pandemia y,  más recientemente, llamadas relativas a manifestaciones diversas de violencia de género.

En declaraciones a la prensa, López Angulo detallaba que tal situación viene dada por ser ellas quienes asumen las funciones de la casa ante la cultura patriarcal predominante. “Llaman la atención, sobre todo, interrogantes relacionadas más con la salvaguarda de hijos y nietos que con la propia salud”, precisó.

Reflexiones similares compartía con Bohemia, en agosto, la doctora Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

“Las mujeres madres, esposas e hijas se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y de probabilidad de recibir violencia de género”, apuntaba y refería que ya existían algunos reportes de mujeres que solicitaban orientación y ayuda mediante la línea telefónica 103, “por estar sometidas a algún tipo de violencia”, a pesar de que aún no estaba funcionando a plena capacidad para atender estas demandas.

“Su mayor reclamo es aliviar estados emocionales desagradables generados por la ruptura del rol productivo y su impacto en la esfera afectivo-motivacional. También por el aislamiento social y con ello el estancamiento en el proyecto de vida. En esta condición de sobrecarga se les hace muy difícil encontrar estrategias adecuadas para enfrentar la situación”, abundaba Álvarez.

Lo que cuentan los números

Las estadísticas analizadas este marzo por la dirección de la FMC y su equipo asesor para la atención a la violencia de género confirman el comportamiento descrito por López Angulo y Álvarez casi medio año atrás.

De las casi 21 mil 800 llamadas registradas entre mayo de 2020 y febrero de 2021 por la Línea 103, el 60,3 por ciento fueron realizadas por mujeres. Las edades más representadas son las de 40 a 49 años, 50 a 59 y 30 a 39 años, en ese orden y con cerca del 20 por ciento en cada caso, según cifras de la Unidad de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades (Prosalud).

Estrés, ansiedad y depresión resultan manifestaciones frecuentes en las comunicaciones telefónicas, originadas, en orden de importancia, por la necesidad de información con respecto a la COVID-19, dudas en el manejo de las adicciones y de conflictos familiares diversos.

En particular, 280 llamadas han aludido a problemáticas asociadas a la violencia en los últimos tres meses, justo a partir de noviembre, momento en que se comenzó a brindar ese servicio, explicó Geovanys Leal-Duque, coordinador de la línea y especialista de Prosalud.

“Por lo general, muchas de las llamadas no tienen inicialmente la intención declarada de denunciar estos casos, sino que buscan alternativas para reducir otras manifestaciones psicosociales vinculadas al incremento de los niveles de irritabilidad en el hogar y el manejo de otras situaciones domésticas”, explicó Leal-Duque durante un en  un taller convocado por la FMC el 4 de marzo, a través de las plataformas virtuales de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) donde se “pusieron sobre el tapete” avances y desafíos de la prevención y atención a la violencia contra las mujeres en Cuba.

De las 280 llamadas, 132 estuvieron referidas a diversas manifestaciones de violencia vinculadas al funcionamiento familiar y otras 71 tuvieron relación directa o indirecta con violencias derivadas de desigualdades de género: 28 de estas últimas refirieron algún tipo de maltrato psicológico, entre los que se enumeraron insultos, ofensas y humillaciones. Un 11 por ciento de las mujeres reportó, además, algún tipo de violencia física.

Según Prosalud, además, 43 de las cubanas que se comunicaron con el servicio “perciben que todo el peso de las responsabilidades en la búsqueda de alimentos recae sobre ellas y denuncian presiones y exigencias por parte de sus parejas”.

Para la socióloga Clotilde Proveyer, coordinadora del grupo asesor en temas de violencia de género de la FMC, estos números, aunque aún nos parezcan bajos, resultan significativos si se tiene en cuenta que se trata de un servicio nuevo y que las estadísticas internacionales refieren que apenas el 10 por ciento de las personas víctimas de violencia de género busca ayuda.

Los datos no son una sorpresa. Las evidencias de que la crisis social y sanitaria generada por la pandemia de COVID-19 está afectando en mayor medida a las mujeres se han ido acumulando durante meses. La necesidad de espacios para canalizar situaciones de violencias también había sido reconocida con anterioridad.

Pero la recurrencia en los datos al tema de las cargas mentales derivadas de la gestión de tareas asociadas a roles culturalmente asignados y asumidos por ellas han puesto sobre el tapete desigualdades de género que a veces son menos públicas. Si bien hemos caminado pasos gigantescos hacia la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en el ámbito laboral, puertas adentro de casa el recorrido no ha sido parejo y se siguen reproduciendo diferencias que hacen diana en la salud y la calidad de vida de las mujeres.

En el ámbito doméstico, el de lo privado, también existen tareas y actividades que producen una notable sobrecarga y esfuerzo psicológico. La diferencia es que no suelen ser reconocidas de igual modo que aquellas que se manifiestan en el ámbito laboral, el “de la calle”. La planificación, organización y coordinación de muchas tareas hogareñas implican manejar, procesar y ordenar tal cantidad información que el ejercicio quizás calificaría para un proyecto doctoral. Y abruman.

No es difícil comprender por qué ellas están pidiendo orientación, auxilio, herramientas para lidiar con lo cotidiano. No es difícil entender, entonces, por qué son las mujeres quienes llaman por teléfono.