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El pensamiento de Michel de Montaigne

Ya que ni la filosofía ha logrado una vía buena y general para
la vida, ¡que cada uno la busque en su fuero interno!
Michel de Montaigne

A cinco siglos de su nacimiento, Michel Eyquem de Montaigne, o como más se conoce: Michel de Montaigne, es recordado, pero por ser el creador del género literario ensayístico moderno. En realidad es uno de los pensadores de más influencia en la literatura francesa, occidental y mundial de la historia contemporánea.

Me gustaría mirar su vida mientras cito su pensamiento.

El 28 de febrero de 1533, vino al mundo quien fuera humanista, filósofo, moralista, escritor y político. Su frase principal “¿Qué sé yo?” muestra el centro de su filosofía, porque dudar era para él afirmar. Su empresa fue estudiarse a sí mismo: “Yo no me encuentro a mí mismo cuando más me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero”.

Su instrucción le fue impartida de una manera muy peculiar. Desde muy niño lo enviaron con los campesinos para que aprendiera de la pobreza: “la gente rústica y de baja condición muestra mayor serenidad. […] El vulgo es más sabio, porque solo sabe lo que necesita”.

El latín se hace su lengua materna. El padre contrató, a exprofeso, un tutor alemán que no hablara francés, obligándolo a que se comunicaran, por ocho años, solo en ese lenguaje. Del método de estudio también opinó: “El esfuerzo y el gasto de nuestros padres en llevarnos a la escuela no busca otra cosa que amueblarnos la cabeza de ciencia, sin ocuparnos del juicio y la virtud, se llena entonces la memoria y se olvida la conciencia”.

Siempre se quejó de no tener una vasta memoria.Para esto el pensador buscó sus artificios: “Como no tengo memoria natural, me hago una de papel”.

Principal defensor del escepticismo en el renacimiento tardío fue admirador del poeta romano Virgilio, del filósofo Séneca, el historiador griego Plutarco y de Sócrates, el gran filósofo griego. Sin embargo llegada su madurez como pensador expresó: “Con el mismo objetivo, hay que distanciarse de la filosofía. Hay que escribir sin compañía de libros para no interrumpir la forma de nuestra propia escritura. (…) Así que hay que proponerse filosofar sin Aristóteles”.

Extremadamente piadoso y noble, obsesionado con la humildad, la prudencia y la tranquilidad en todos los aspectos de la vida, muchos de sus contemporáneos juzgaron que su verdadera tragedia fue no comprometerse a manifestar la crueldad, porque también ahí radica lo humano.

No obstante, mientras algunos ponían en un pedestal al humanismo, él profesaba el relativismo cultural, por tanto sufría y criticaba la esclavitud que se estaba llevando en el nuevo mundo. Tampoco veía al ser humano superior a los animales; para él este había olvidado su lugar en el cosmos, al evaluarse por encima de todas las demás cosas. “Así, es difícil fundar un juicio firme sobre el hombre, objeto vano, diverso, fluctuante e incierto, que con un levísimo movimiento cambia de un estado a otro muy distinto”.

Crítico agudo de la cultura y la religión de su época, sin abrazar una filosofía propia y respetando todas las otras, no quiso nunca sentar cátedra; solo persiguió la suya, que lo llevase hacia la identidad, la libertad de pensamiento. Asumirla fue: “La que enseña a los hombres a morir como se aprende a vivir”.

Podría escribir aquí de, su aversión hacia la violencia, el fanatismo, la negación al matrimonio, su pensamiento sobre el cuerpo, pero eso me llevaría muchas páginas. Puedo solo afirmar que Montaigne continuó desarrollando y revisando sus ensayos hasta su muerte en 1592. En el castillo que lleva su nombre, en las vigas del techo, dejó grabadas sus citas favoritas como testigo fiel de su ideología. Entre muchas inscrita, quizás, se encontraba esta: “La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”.

(Tomado de Cubaliteraria)