- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Sexting, ¿de ángeles o demonios?

La pornovenganza, el acoso tecnológico, el control, el chantaje y otras expresiones de violencia hacia las mujeres, sobre todo, han salido del sexting y del uso inadecuado de los datos privados y la confianza.

Tras experiencias traumáticas como estas, poco nos detenemos a pensar en qué es esta otra forma de explorar la sexualidad, qué beneficios aporta a quienes la practican y cómo minimizar sus riesgos.

Ante un contexto donde muchas parejas están distanciadas físicamente, y tantísimas personas quieren mantener activa su dinámica sexo-afectiva sin arriesgarse al contagio de la COVID-19, la revista Alma Mater busca respuestas en cuanto al sexting y su comportamiento entre las juventudes.

Acudimos a tres profesionales que le saben al tema y ofrecemos su postura a cada una de las preguntas planteadas.

Se trata de: Yadira Palenzuela Fundora (YPF), Doctora en Psicología, integrante del Núcleo de Investigación y Acción en Juventudes, Universidad de Chile; Juan Carlos Gutiérrez Pérez (JCG), Máster en Sexología y Sociedad, profesor e investigador de la Universidad Central “Marta Abreu” de Villa Clara; y Laura Marcilla (LM), psicóloga española, Máster en Ciencias de la Sexología, quien trabaja con víctimas adolescentes de violencia de género e imparte talleres de Educación sexual en centros educativos.

Te proponemos leer los criterios que hemos puesto a dialogar y tomes los elementos que se alineen contigo.

¿Qué es el sexting?

Juan Carlos Gutiérrez Pérez (JCG): “El sexting o sexteo se refiere al envío de mensajes sexuales o eróticos, por medio de teléfonos móviles u otro dispositivo tecnológico. Inicialmente aludía solo a SMS de naturaleza sexual, pero después comenzó a incluir también el envío de material pornográfico a través de móviles y ordenadores, mediante redes sociales.

“Según varias investigaciones realizadas se reconoce que una parte considerable de la juventud practica sexting enviando material sexual. Aunque no sea exclusiva de la juventud, la infancia y la adolescencia, son los grupos más vulnerables y más preocupantes. Puede ser, por tanto, una práctica sexual en sí misma, sin necesidad de verse en persona después, o servir como conocimiento previo”.

¿Cómo se comporta esta práctica en las juventudes?

Yadira Palenzuela Fundora (YPF): “Lo primero que debemos comentar es cómo entendemos las juventudes. Históricamente y siguiendo a un importante investigador en el tema, Claudio Duarte (2015), ha existido una noción esencialista y bastante universal de entender la juventud como tránsito (de niño/a a adulto/a) y como problema. Siguiendo esta lógica pareciera que la inmadurez, la rebeldía, la desobediencia, el no estar listo, o no saber ser, la irresponsabilidad, etc., están asociadas con esta ‘etapa del desarrollo’.

“Pareciera entonces, que hay una única manera de ser jóvenes y que en ella se presentan estas características y cuando no están, pues son excepciones. Sin embargo, no hay nada más lejos. Concebirlo de esta manera resulta una forma de entender las juventudes desde una perspectiva reduccionista, biologicista y psicologizante.

“La clave es entender la pluralidad de experiencias que se configuran en torno a lo juvenil, por tanto, es relevante hablar de juventudes diversas y heterogéneas. Las juventudes en tanto categoría, deben comprenderse como una construcción social, donde la posición que se ocupa en la estructura social (ej: joven trabajador/a, estudiante, emprendedor/a por citar algunos/as), así como la clase social, género, raza, capital cultural, territorio; resultan elementos significativos para dar cuenta de sus experiencias de vida, identidades y cómo significan sus vivencias como jóvenes en relación con pares y con el mundo adulto en relaciones de conflictividad o de colaboración.

“Teniendo en cuenta esta perspectiva, la respuesta a la pregunta va en sintonía con lo anterior. Esta práctica se comporta de manera diversa, heterogénea y situada según la posición que ocupan las/os distinto/as maneras de ser jóvenes en la estructura social (clase social, género, raza, capital cultural, territorio, religión, etc.).

“Es importante añadir que, además, en este caso resultan de interés otras variables como: los niveles de acceso a las tecnologías y a cómo estas se conciben, integran o tensionan en su vida personal.

“De tal manera un/a joven rural con acceso limitado a las tecnologías vivenciará esta práctica de forma diferente a otro/a rural con mayor acceso, con distinto capital cultural, aunque ambos estén en el mismo territorio. Alguien con mayor acceso, con niveles de estudios superiores, que pertenece a una clase social acomodada, pero con una formación religiosa más conservadora, lo vivenciará distinto a otro/a con capital cultural o religioso diferente. No hay recetas, aunque sí pueden observarse ciertas tendencias de acuerdo a ciertas variables”.

Imagen: Orestes Baratuti.

Laura Marcilla (LM): “Es una práctica bastante común entre juventudes y adolescentes, sobre todo porque son quienes más dominan el uso de las redes sociales y la tecnología. Tiene la ventaja de que, aquellas personas inexpertas en la práctica pueden ir tanteando y conociendo y les sirve como un entrenamiento previo para entender sus fantasías, sus límites, y aprender a comunicarlos”.

¿Hasta qué punto es recomendable asumirla como una herramienta de relaciones eróticas seguras?

YPF: “Desde el momento en que se utilizan las tecnologías digitales y las plataformas para relaciones interpersonales, las redes sociales, como medio de creación, edición, producción, transmisión, almacenamiento, recepción; estos contenidos pueden reenviarse, reeditarse, subirse a otras plataformas etc.; es de suponer entonces, que se someten a los mismos problemas de seguridad y privacidad que el resto de los contenidos.

“Si bien las juventudes pueden llegar a pensar que son círculos cerrados de confianza, basados en el respeto, en el consenso mutuo, en la protección de esa información que circula y en este sentido pueden servir entonces como herramienta para establecer, mantener, y producir nuevas formas de relaciones eróticas y aludir a la sexualidad a través de estas plataformas; distintas experiencias han demostrado que no siempre lo son”.

JCG: “Lo que debería ser un juego erótico y placentero, podría convertirse en un verdadero drama si no consideramos los riesgos a los que nos exponemos.

“El límite para usarla es complejo, pues una vez que se envía el contenido depende del uso de la otra persona. Muchas veces se envía en ‘confianza’ de un empleo privado, y tristemente no sucede así. Es una práctica que puede ser utilizada entre parejas adultas, mediante consentimiento, pero, de igual forma, siempre existirá el peligro de que sea publicado el contenido por la otra persona o que la cuenta de ambos sea hackeada”.

LM: “No hay nada en esta vida que sea cien por ciento seguro, sobre todo en materia de sexualidad. Cuando voy a cruzar la calle, si no miro a los dos lados, corro el riesgo de que me atropellen; si voy a la playa y no me pongo protector solar existe la posibilidad de que me queme la piel.

“El sexting, por sí mismo, no tiene por qué tener más riesgos que cualquier otra práctica sexual, lo que pasa es que los riesgos son diferentes. Así como frente a las prácticas sexuales más tradicionales no tiene los riesgos de ITS o embarazos no deseados; encierra el peligro de que se difunda una imagen o que alguien pueda causar perjuicio con esta”.

¿Cómo asumir la práctica del sexting responsablemente?

Imagen: Orestes Baratuti.

YPF: “Ser conscientes de que una vez llegado a destino este tipo de contenidos, quien los recibe puede realizar otro tipo de acciones con ellos (compartirlos, almacenarlos, distribuirlos o subirlos a otras plataformas etc.). Por tanto, si se es consciente y se tiene información de todo ello, y aun así se decide producir estas prácticas entre las partes (debe recordarse que es una práctica colectiva, no es solo responsabilidad de él/la autor/a del contenido, sino de todo/as los que intervienen), la variante que se reconoce por algunos como la más segura es de forma sincrónica. Es decir, como videollamada donde los mensajes son cifrados de punta a punta y durante ese momento no pueden ser intervenidos, aunque siempre está la opción de que esta videollamada sea grabada a su vez, con otro dispositivo”.

JCG: “Para asumirla responsablemente hay que conocer y tener seguridad en cuanto al uso que le dará la otra persona al contenido enviado. Una opción es no enviar imágenes donde se vea el rostro, algún tatuaje o marca distintiva del cuerpo, pues así es más difícil identificar de quién son”.

LM: “Lo primero que entra en juego son el deseo y el consentimiento. No insistir, no presionar, y por supuesto, no mandar material con contenido erótico a alguien que no desea recibirlo. La forma de practicarlo de manera segura es tener algunas pautas que podemos dividir en diferentes aristas.

“Primero, cómo comparto el contenido. Hay aplicaciones específicas que permiten ver el contenido, disfrutarlo, sin descargarlo. También hay otras que impiden hacer capturas de pantalla y otras que limitan el tiempo en que se puede ver la imagen.

“Así como no mostrar la cara o marcas identificables, cuidar el espacio y los elementos que hay en la habitación. Para quienes lo hacen con varias personas, un consejo interesante podría ser marcar con un emoticono o dibujito diferente cada imagen. Así, si la otra parte no respeta la privacidad, sabremos quién difundió el contenido, y así se puede denunciar.

“Algunas guías de sexting seguro hacen una recomendación con la que no termino de estar del todo de acuerdo. Se trata de hacerlo con personas, exclusivamente, de confianza. Y cómo mides de forma objetiva, la confianza.

“Igual que la confianza no protege de las ITS ni de los embarazos y no es un argumento para no usar el preservativo, aquí deberían predominar otras pautas de protección del contenido.

“Puedes encontrar noviazgos de mucho tiempo de duración que, en el momento de ruptura, ante el rencor o el dolor, acuden al fenómeno llamado pornovenganza, que no es más que filtrar imágenes íntimas de la expareja”.

¿Tomando como extremos la satanización y la recomendación, hacia cuál inclina su posición como especialista?

JCG: “Me inclino hacia el uso responsable de esta práctica, pero siempre teniendo en cuenta que puede haber víctimas, y consecuencias negativas. En muchos países existen leyes que tipifican la socialización de contenido explícito privado, por ejemplo, en México existe la Ley Olimpia, con la cual las víctimas pueden demandar a las personas que comparten este contenido; pero en Cuba, hasta ahora no. Por otra parte, es una práctica que tiene sus beneficios: no hay riesgos de embarazos no deseados, o de transmisión de alguna ITS, y además es una estrategia que pueden utilizar las parejas a distancia por falta de contacto físico, como ahora en plena pandemia”.

YPF: “Ninguno de los extremos es adecuado para abordar el fenómeno. Si se decide realizar esta práctica, lo ideal es que las partes estén en consenso e informadas, que sea liberadora y placentera y ojalá de forma sincrónica o en directo en plataformas que permitan videollamadas entre las personas involucradas. Mi recomendación es hacer uso de ellas de forma responsable”.

LM: “Entre estas dos me inclino hacia la recomendación. El sexting ayuda a comunicarse eróticamente. Entrena las habilidades sociales, mejora la creatividad, la imaginación. Supone una herramienta mucho más potente que la masturbación acompañada de pornografía. A las personas a veces les cuesta más decir algo de frente que escribir un texto que se puede borrar, editar antes de enviar. Bien utilizado puede ser muy positivo, no creo que los riesgos son mejores o peores que los de otras prácticas sexuales”.

Descarga Revista Alma Mater Enero - Febrero - Marzo