Al igual que la llovizna, la cinarra, la lluvia, la lluvia engelante, la nieve, la nieve granulada, el granizo y la cellisca, el polvo de diamante es un hidrometeoro que consiste en la caída de un conjunto de partículas.
Puede observarse en regiones polares y alpinas y en zonas continentales interiores, especialmente con tiempo despejado, frío y en calma.
Según el Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica Mundial, el polvo de diamante es una “precipitación de cristales de hielo muy pequeños que cae de un cielo despejado, a menudo tan fina que parece suspendida en el aire”. En el glosario del Servicio Meteorológico Nacional de los Estados Unidos encontramos la siguiente definición: “una caída de cristales de hielo no ramificados (los cristales de nieve son ramificados) en forma de agujas, columnas o placas”.
Esta precipitación ocurre, por lo general, a temperaturas inferiores a -10 grados Celsius en masas de aire enfriadas rápidamente. Es normal que el polvo de diamante esté compuesto de cristales de hielo bien formados, a menudo en placas, con diámetros de unos cien micrómetros (0.1 mm).
El español José Miguel Viñas expone en Divulgameteo que “al producirse con los cielos rasos, cuando es de día y luce el sol, los pequeños prismas de hielo actúan como minúsculos espejos y en el ambiente parecen flotar pequeños diamantes, lo que suele venir acompañado de espectaculares fenómenos ópticos como los halos, parhelios y una gran variedad de arcos luminosos”.