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La novela en piedras

Por: Joel Mayor Lorán
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Escucho al museólogo Luis Manuel García, quien me permite descubrir a un Maceo enorme. Foto: Humberto Lister.

Volví a ser joven gracias a Maceo. Fue hace menos de una semana. Otra vez tenía poco más de 20 años, y caminaba ciento veinte y tantos kilómetros con muchachos de 17. Hacíamos corazón de una historia en libros. Estaba en el Complejo Monumentario erigido en San Pedro, Bauta, y me sentí bañado con dos regalos: juventud y libertad.

Era la historia prendida en los huesos, desde que en 1996 viviera en carne propia parte de las noches sin sueño del Titán, las marchas nocturnas y, sobre todo, la voluntad, porque no habría cansancio ni balas capaces de robarle el deseo de ver a Cuba libre.

Tampoco celebraríamos su Centenario sin regresar sobre sus pasos, la mejor manera de aquilatar tantas hazañas. Entonces, un centenar de jóvenes y otro de cadetes emprendieron la ruta desde la loma La Gobernadora, en Mariel, hasta el sitio del combate fatal, San Pedro, y el de su sepultura gloriosa en el Cacahual.

Han pasado 24 años y aún el viento agita las estructuras de piedra cual si fuesen libros vivos. Escucho al museólogo Luis Manuel García, quien me permite descubrir a un Maceo enorme, pero humano como cualquiera de esos chicos que hundían kilómetros bajo sus pies y caminaban cubiertos de nubes y estrellas en la noche.

¿Quién dijo que la historia son fechas y nombres, que está apresada en hojas de papel amarillo o en una pizarra? No hay lección como un relato en el lugar exacto.

La cerca de alambre

En busca de la unión en la dirección de la guerra, Maceo ha de abandonar Pinar del Río y regresar, precipitadamente, al centro del país. “Bien sabía Gómez que era el jefe ideal para resolver este problema, pues lo había sufrido en carne propia, por el hecho de ser mulato y oriental”, comenta el Licenciado en Historia y Marxismo.

Antes, el General quiso desarrollar una acción a las puertas de la capital, y coordina con Perfecto Lacoste el ataque a Marianao.

“Pero el 7 de diciembre la exploración se descuida y no deja ningún puesto de mando, vigilancia y observación en zonas aledañas al campamento mambí. Fue un error táctico fatal, que costó diez vidas.

“Confiado de la información recibida de que todo estaba bien, salvo la presencia de pequeñas patrullas españolas en su recorrido habitual rumbo norte (en apoyo a la Trocha Mariel Majana), a las 11:00 de la mañana, después de puntualizar algunos aspectos propios de la guerra, Maceo se dispone a descansar.

“A las 2:55 de la tarde, acostado en su hamaca, el General se sorprende al escuchar un tiroteo: el enemigo irrumpe, abre fuego y genera confusión. Sin embargo, el Titán no rehúye el combate; por el contrario, planea tomar desprevenida a la retaguardia española.

“Se abrocha las polainas, ensilla el caballo (lo hacía personalmente, para sentirse más seguro en el combate) y parte a todo galope hacia el flanco izquierdo; como ya estaba defendido por las tropas mambisas de Santiago de las Vegas, da un giro brusco en la finca Bobadilla.

“Tras destruir un muro de piedras, cuando ya se cree encima del enemigo, otra cerca de alambre de púas lo detiene y convierte en blanco fácil. Desde 300 metros, un tiro le alcanza en pleno rostro, en el maxilar inferior derecho, y le secciona la arteria carótida, la encargada de irrigar el cerebro de sangre. Es un disparo de muerte. Se le sueltan las bridas. Se le cae el machete. Cuando va cayendo del caballo, recibe otro impacto en el estómago”.

La lealtad

Este enamorado de la historia no detiene su narración. Cuenta que, “aun herido tras el combate en la loma La Gobernadora, de Mariel, y con el brazo izquierdo en cabestrillo, el capitán Francisco Gómez Toro sale a rescatar el cadáver de su jefe o perecer junto a él.

“Una bala lo derriba mientras arrastra el cuerpo de más de 200 libras. Decide, entonces, que allí ha de morir también… y se quita la vida, para no caer en manos del enemigo.

“Entonces, entra en acción el coronel Juan Delgado, el mambí de más alto grado allí en ese momento, quien apela a los sentimientos de cubanía y arenga a las tropas incluso con una palabrota altisonante. Se le suman 18 hombres y, en una pequeña escaramuza, rescatan al Lugarteniente General”.

El museólogo habla del Pacto de silencio, de cómo los tres hijos del campesino Pedro Pérez no se dejaron tentar por los mil pesos en oro que ofrecía el Ejército español por la información del paradero del cadáver de Maceo.

Con una emoción que no decae, pese a los cientos de repeticiones del mismo relato, indica que en 1899 Máximo Gómez llega al lugar y hace colocar una cruz de yaba, una madera oriental muy dura y resistente. “A veces pienso que quería representar la firmeza de Maceo”.

Luis Manuel alude a la lealtad de Panchito, de Juan Delgado, de Gómez… y cómo esa fidelidad se erige en ejemplo para las generaciones siguientes.

Él mismo llegó a La Habana como profesor en un contingente de maestros. Su padre le había sembrado el alma de anécdotas de nuestros mártires.

Las estrellas que hablan

“Aquí también aprendí, en el intercambio con el público. Me gusta que me hagan preguntas y poder responderlas. El propio monumento me llevó a leer las crónicas de Miró Argenter y el pensamiento político de Maceo. El General veía hacia delante; estaba en lo cierto cuando hablaba de Estados Unidos como ‘un enemigo tan poderoso’.

“Cierta vez, los muchachos de la UCI me preguntaron por qué este sitio fue convertido en museo. ¡Mira qué interesante! Pensé en el momento en que Gómez colocó aquí la cruz de Yaba; quizás ese fue el presagio”.

Habla de las graduaciones del IPVCE Mártires de Humboldt 7, del círculo de interés de la primaria que lleva el nombre de Maceo, de las mesas redondas y concursos entre los planteles del municipio, las investigaciones de la UCI y la Escuela de Cadetes, las firmas del Código de Ética y las caminatas por la ruta del Titán.

Solo lo entristece haber escuchado hablar durante años de presupuesto para restauración, mientras el comején se abre paso en la madera, el techo se filtra y las raíces socavan la instalación sanitaria, a la par que se deterioran los muros de piedra y las estrellas.

El Complejo Monumentario Antonio Maceo fue inaugurado el 7 de diciembre de 1986, un proyecto artístico del escultor ariguanabense y universal José Delarra y del arquitecto Fernando Salinas. En 1991 una tarja lo oficializa como Monumento Nacional.

Alguien tan perspicaz como Delarra decía que la escultura es una novela. El heroísmo del pueblo cubano lo inspiró a contarla, a hacer que 15 estrellas y pirámides monumentales de hormigón le hablen al visitante, que le involucren en un pasaje amargo de la historia… y al mismo tiempo sienta la libertad en el filo de un machete.

El Complejo Monumentario Antonio Maceo fue inaugurado el 7 de diciembre de 1986. Foto: Humberto Lister.

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  • Toti dijo:

    Que bella la historia de Cuba ,gracias profesor .

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