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Luis Enrique Camejo y su Coffee Time: Arte y alma en un sorbo

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A ratos, a deshora. Al despertar, al reinventarse. Desde la intimidad de un sorbo y lo solemne de un ritual. En soledad o en compañía. Pero cerca siempre. Pareciera que Luis Enrique Camejo Vento entendiese mejor la vida después de una buena taza de café.

Todo empezó con un bendito accidente. De esos que el arte y la gente agradecen. El café vertido fuera de las fronteras de una taza dibujó los primeros trazos hacia la galería.

Fueron esas gotas las responsables del placentero viaje que ha hecho escala en la galería Collage Habana, del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC).

Inaugurada el jueves 27 de noviembre y abierta al público hasta el 30 de enero de 2021 –de lunes a sábado en el horario de 10:00 a.m. a  4:00 p.m.–, la exposición incluye 100 piezas: 99 cuadros, de pequeño formato y excelente factura artística y visual, junto a una plausible instalación que simula un accidente doméstico para provocar nuevas emociones. La muestra también se puede disfrutar desde un recorrido virtual, con vista 360º, gracias a la Red Colaborativa de las Artes Visuales, Behart.

Curador en sí mismo de la atmósfera en torno a sus obras y enemigo de las repeticiones, Camejo logra que confluyan las artes visuales con tradiciones, diálogos interculturales, rostros de ciudad y humanos, literatura. En fin, un reencuentro –bajo el mismo techo– con el arte en primera persona.

Foto: Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli/ Cubadebate.

Del accidente en aquella cartulina nació la semilla del proyecto. Una cita virtual del artista con su público, redes sociales de por medio. Los cafés compartidos en las mañanas de aislamiento se volvieron hábito y este, a su vez, se tradujo en combustible para nuevos encuentros.

Meira Marrero, curadora desde hace 25 años en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y de esta exposición en particular, nos hace un retrato hablado de esa experiencia.

“Coffee Time fue, desde el principio, el despertar de cada mañana. Hacia dentro de nosotros mismos, en un tiempo cerril. Un tiempo en que estábamos encerrados prácticamente.

“Lo primero que hacemos cuando nos despertamos es tomar café. ¿No? Pues antes de tomar café, yo iba corriendo a buscar las estampas de Camejo. Es un artista que nos ha tenido acostumbrados a su visión particular de la urbanidad. Y el café forma parte de la urbanidad a nivel internacional.

“Cuando yo me enfrento a estas piezas, me enfrento a un artista sólido que tiene una formación académica y una formación histórica afianzada. Me doy cuenta que hay un cuerpo de obra, una historia del arte cubano, desde la cotidianidad, desde el aislamiento que hemos vivido en este año y que, indiscutiblemente, tenía muchísimo que darnos en positivo hacia lo que estábamos viviendo –como seres humanos– en negativo.

“Entonces fue como recuperar cada día un poco de positividad para enfrentar la jornada. Ese era el amanecer de cada día. Y es la senda de este proyecto que nació sin ningún tipo de pretensión. Era, sencillamente, un intercambio: un intercambio de cosas lindas que ver, de cosas buenas que recibir.

“Las redes se inundaron de pesimismo, de negatividad. Sin embargo, Camejo todos los días aportaba algo fresco, algo diferente. Las estampas citadinas a las cuales estamos acostumbrados y las que ya olvidamos, pero que –para él– forman parte de su background y de su composición como artista.

“Me dije: este es el momento de traer a La Habana, la misma Habana –y todo lo demás que contiene este proyecto– en calidad de urbe internacional, como mismo pueden ser Moscú, Beijing o Toronto… O cualquier ciudad inundada de pequeños cafés, inundada de la misma energía, la misma cafeína.

“Mostrar esto fue un gran reto porque, ¿cuánto no hay aquí? Hay un bagaje cultural enorme y todo regido por la historia del hombre, la historia del arte universal y la de Cuba también.

Retrato con sabor a café: Arte que salva

Foto: Cortesía de Luis Enrique Camejo.

Tras desandar el espacio de Collage Habana, Cubadebate quiso contar la historia de Coffee Time en la propia voz de su protagonista. Y Luis Enrique Camejo accedió a este viaje por su obra, que es decir: su vida.

—Del paisaje, la urbanidad, la dimensión del espacio y lo cotidiano en su obra a la intimidad del café…

Cuando inicié, nunca tuve la idea de hacer una exposición. Esto empezó como una casualidad, un accidente. Se me botó el café encima de la cartulina donde iba a hacer una acuarela y, entonces, lejos de lamentarme, lo que hice fue sacarle partido a aquello.

Me di cuenta que al final el café también es un pigmento, igual que otros, un pigmento orgánico que tiene muchas posibilidades creativas. Entonces empecé a hacer una serie de descargas, bocetos, y los comencé a publicar. Me percaté de que las reacciones del público eran muy positivas y se me ocurrió, poco a poco, hacer una exposición con esto.

Empecé a conversar con quien es hoy la curadora de la exposición, con varios amigos que son especialistas y otros artistas, y nos motivamos mucho. Ya la gente esperaba a ver lo que iba a publicar cada día. Traté de superarme a mí mismo. Comencé a investigar…

Hay un diapasón muy amplio en esta exposición porque el café es un lenguaje en sí mismo, un lenguaje internacional que todo el mundo entiende. Va más allá de las ideologías, las religiones… Un lenguaje que se habla en todos los lugares, en todas las culturas.

El café es un momento social, pero también un momento de intimidad. Entonces intenté explotar todas las posibilidades de investigación, ver hasta dónde yo podía llegar desde el punto de vista académico. Pues estudié la academia pero no la practico precisamente en mi trabajo. Fue un intento de encontrarme a mí mismo cuando estudiaba, cuando estaba aprendiendo, iniciando con estos bocetos, retratos de mi familia…

Foto: Tomada de la cuenta en Facebook de Camejo.

Quizás eso es lo que la gente ve extraño, que es como una ruptura en mi trabajo. Pero no, no es exactamente una ruptura porque tampoco lo he hecho con intención. Fue más bien tratando de investigar y ver hasta dónde podía llegar, creando un diálogo entre las personas, porque inmediatamente yo lo hacía, lo ponía en las redes e iba viendo las reacciones de la gente. Según esas reacciones, hacía más de una cosa o más de otra. Hay ejercicios académicos de retratos, como te decía, están las series de China y de Japón... Yo estudié en Asia algún tiempo atrás y tengo varios materiales: papel de arroz, tintas, cuños… Todas esas cosas las fui aprovechando.

—El café es recurso y pretexto: recurso para comunicar y pretexto para invitar a nuevas miradas. ¿Cómo define la propuesta, desde su perspectiva como creador, como artista?

Le puse así: Coffee Time, porque resulta el momento del café, el momento que ponemos todos en el café, que es social: cuando tú invitas a un amigo o te sientas en algún lugar… Al final el café es un elemento unificador: unificador de ideas, de amistades, de criterios. Donde tú te sientas a debatir. La sobremesa, la familia…

Entonces era eso: cómo establecer un diálogo entre todos, de cordialidad, en un momento complicado, donde las personas prácticamente no se podían ver. Y al ser social el café, era una manera también de poder unir a la sociedad, invitándolos a una taza. Una invitación virtual.

Publicaba siempre temprano, a las ocho de la mañana, y veía que a esa hora la gente estaba levantada esperando a ver qué iba a proponer ese día. Eso fue muy bonito y lo sigue siendo, pues solo paré de publicar cosas nuevas porque iba a hacer la exposición y quería darle paso a las publicaciones de los que se implicaron en este proyecto: la galería, el equipo de Behart…

Mi propósito no era crear expectativas, pero sí apaciguar un poco ese momento de duda y desesperación que tenía la gente para convertirlo en algo creativo, en algo positivo. Y al final (la lectura) es esa: cómo de los problemas se pueden extraer cosas buenas cuando uno tiene la voluntad de hacerlo.

El artista durante el proceso creativo que dio a luz la instalación incluida en la expo. Foto: Tomada de su muro en Facebook.

Esta misma instalación de la columna no estaba proyectada para la exposición. Cuando vi la galería, me dicen: esto se va a arreglar porque hay una filtración. Y decidí intervenirla. Aproveché el salidero, la rotura del techo e hice esta instalación. Una cafetera que se explota y se bota el café. De la explosión empiezan a salir, por ejemplo: El Juicio Final, de Miguel Ángel; La gran ola, de Hokusai… Es cómo aprovechar la calamidad o la fatalidad en cosas positivas.

—Acerca de las interioridades de la exposición: ¿obras, formatos, técnicas, alianzas…?

Hay 99 piezas, todas fueron sobre café. Algunas tienen agregadas tinta china y acuarela. Hay tonos más oscuros que yo los incrementé con la acuarela. En cambio, en las piezas japonesas y chinas todo lo que está pintado de rojo es con tinta. Son 99 piezas, 99 acuarelas, aguadas… y con la instalación completan 100 obras. Hay otras que estarán en una segunda parte.

¿Sabes? Cuando salgo con mis hijos con lo que queda (sobre la mesa) voy haciendo composiciones en el mantel, ellos les hacen fotos y van registrando todo. Esas cosas son efímeras, no se pueden conservar. La misma muestra resume un poco de eso: con lo que tengas delante, hacer algo que pueda gustarle a muchas personas o pueda unir criterios. Es lo que ha sucedido también.

En cuanto a las alianzas, hemos formado un equipo increíble: Meira, la curadora de la expo; Indira, galerista y curadora en Collage Habana; el equipo de Behart que tiene, además, desarrolladores de web y marketing… De hecho, la exposición está disponible  de forma virtual en esa plataforma, con vista 360º. Muy bien hecha. Imagínate que renderizar una imagen lleva aproximadamente ocho horas para cada pieza y son en total 100 obras. De que lo hicieron con amor, lo hicieron.

Hubo muy buena vibra entre todos, hicimos un equipo sin querer. Nos formamos como una amistad, como una familia que nació desde el núcleo de otra familia. Cerré mi casa en el Vedado y me fui para mi estudio en el Cerro, donde viven mis padres. Lejos de mis hijos, estuve buen tiempo encerrado en el estudio, mi mamá me llevaba el cafecito al taller. Y así, nos dedicamos a trabajar, asomándonos al balcón y viendo que a las siete de la noche no podía salir nadie. Desde entonces, mira todo lo que ha sucedido.

—La muestra reúne muchos pedacitos de usted: su cotidianidad, momentos, personas, espacios significativos en su vida. ¿Cuánto lo ha marcado ese proceso de traer experiencias tan suyas, compartir miradas tan propias, desde el zoom social y el diálogo que supone la expo?

Como decía, Coffee Time comenzó en el núcleo de una familia y, al final, se ha creado una nueva con todos los que están implicados en el proyecto. Está lleno de sentimientos porque cada pieza significa que se hizo para alguien, pensando en alguien. Tiene una carga de sentir más allá de cualquier pretensión intelectual o discurso. Ahí están la distancia, las cosas que te marcaron, lo que estuvo pasando en el momento. Para mí lo más importante del proyecto es eso: que fue hecho como una descarga, pero como una descarga para suscitar el diálogo con la gente.

Me ha marcado mucho. Nunca pensé hacer una exposición con estas cosas. Los formatos son rarísimos. Yo siempre tengo mis formatos ya, con los que trabajo normalmente… Esto es sobre una cartulina, un pedazo de periódico, un papel…

Al final es tan importante la pieza que está montada aquí en la galería como la composición que hice para las publicaciones. Por eso es que en la exposición virtual, cuando tú “pinchas” la obra lo que sale es la composición inicial que hice. Busqué luces, bombillos determinados... Creé una atmósfera alrededor de las piezas para aprovechar la casualidad; llegó un momento en que ya no era tan casual, sino provocada.

Empecé a ubicar tazas en la esquina, ponía los pinceles… Me inventé hasta un jardín de ajonjolí a partir de una semilla que nació en una tacita… Hice plumillas del bambú que tenía en mi estudio y con ellas me puse a pintar… O sea, fue crear una atmósfera a partir de esa acuarela… Entonces sí, sí me marcó.

—¿Cómo traduciría el regreso después del break impuesto por la COVID-19, y hacerlo además con una expo que tiene este impulso creativo, esta fuerza otra capaz de conectar, teniendo en cuenta que ha sido un impasse muy fecundo para usted, artísticamente hablando?

Lo que me motivó a regresar fue establecer un lenguaje positivo, que de las cosas malas pueden salir cosas buenas.

Los cubanos hemos vivido muchas crisis, han faltado cosas materiales; lo que sí no se acaba nunca es la creatividad.

Nosotros tenemos esa capacidad de hacer algo creativo con lo que tenemos. Solo no se puede detener la imaginación.

Coffe Time estará abierta al público, en la galería Collage Habana, hasta el 30 de enero próximo. Foto: Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli/ Cubadebate.

—¿La acogida por el público, tanto en el espacio físico como en el virtual?

Son increíbles las reacciones de las personas, no solamente del público especializado. Lo digo porque soy yo quien está conversando ahí directamente desde las redes sociales con la gente, soy yo quien está publicando sin mediaciones…

Luego disfruto también la posibilidad de inspirar a alguien más. Por ejemplo, en la inauguración de la muestra se degustaron cafés con algunas reproducciones, sobre la espuma, de algunas de mis obras, gracias a la joven Chayla Rodríguez.

Son esas las cosas que te llevan a decir: sirvió para algo y sirvió para algo bueno. Lo bonito que puede tener un proyecto es, justamente, eso: que el arte sane, que sirva para sanar.

Chayla Rodríguez reprodujo sobre la espuma del café una obra de Camejo. Foto: Tomada de su cuenta en Facebook.

Generar la creatividad de las personas. La producción de un artista es individualista siempre, pero a mí me gusta que se pueda generar este tipo de energías. Que la gente se pueda beneficiar, porque esa es la cultura. Que tu imaginación, tu creatividad, puedan inspirar a otras personas a hacer cosas buenas. Me parece maravilloso que el arte pueda salvar. Es lo mejor que pueda pasar y lo más lindo que ha tenido este proyecto al final.

—En el viaje que supone su obra hasta aquí, ¿cuál es la impronta de Coffee Time? ¿Cuánto de usted hay en la muestra y cuánto de ella en su modo de entender la vida y de asumir el arte?

Hay algo tan importante como peligroso: tener un sello. Que alguien vea tu obra y te identifique. Es bueno porque ya la gente sabe que es tu trabajo, de qué viene y por qué le gusta, y es peligroso porque te puedes repetir.

Mi pintura está más cercana a lo psicológico que a lo narrativo. O sea, yo no cuento nada, pero sí hay una atmósfera, un pensamiento, un sentimiento… Te puede dar nostalgia, melancolía, provocar el recogimiento que pueden suscitar la humedad, la lluvia…

Cuando siento que me estoy repitiendo, necesito buscar una fórmula para salirme de esas trampas que me pone mi proprio trabajo. Y esta es una de las fórmulas para salir de ello: hacer una escultura, un grabado, una instalación. Son cosas que me mantienen activo y me mantienen investigando.

Coffee Time me llevó a investigar también, a leer, buscar un libro o una reproducción de una obra de arte. Según la obra que yo escogía, me inventaba una parafernalia: buscaba los objetos que pudieran apoyarme la idea.

Este es un proyecto hecho para compartir, como lo es el café al final. El café es un lenguaje de amistad, un lenguaje para unir. Lo que me gustaría es que siga el diálogo con las personas y que de ahí salgan nuevas ideas, nuevos proyectos.

Así resume el artista este viaje: un viaje hecho desde el alma y, tras haber desandado mil emociones en la geografía de su cosmovisión, hasta escapársele de las manos. Un viaje desde el optimismo y el sentimiento que cobra vida en sus cuadros.

Algo es cierto: Camejo tiene el don de salvar con su arte, de conectar, de mirar la realidad desde la piel del otro. De apropiarse de lo cotidiano y devolvérnoslo infinito.

Coffee Time es más que un espacio donde compartir, más que una muestra con la cual deleitarse. Y lo logra sin duda. Es la certeza de que no estamos solos, aislados. De sabernos parte de algo, de alguien. La dimensión conceptual de la cultura como refugio. De que al mal tiempo, siempre podemos responderle con lo mejor del arte. Porque este, como la medicina, reinventa y salva. Coffee Time es, pues, la invitación de Camejo a una taza compartida de fe para degustar arte y alma en un mismo sorbo.

Se han publicado 9 comentarios



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  • Bart dijo:

    Imagino que con esta pandemia alla parado de producir esas hermosas obras porque el precio de la lb de cafe anda por las nubes

  • Yo dijo:

    Cuál es la dirección de la galería?

  • lans dijo:

    Es una preciosidad de obra, si pudiera ir a La Habana antes del 30 de enero, este sería una de mis visitas obligadas.
    Felicidades al artista

  • me voy´´´´pa mi casa dijo:

    QUE ORIGINAL FELICIDADES

  • Leyte dijo:

    Camejo....en estos tiempo es tan necesario CLONARTE. Ver tu expo es una maravilla que hace soñar hasta los que no son conocedores como yo.... Gracias por existir y regalarnos cosa como estas.

  • Luis dijo:

    Me encantó la exposición.

  • Yo dijo:

    Para un amante del café como yo ver eso es una maravilla, pero de donde sacas el café colega ??

  • Nayeli dijo:

    Hola...alguien me puede decir dónde son las exposiciones...??

  • Karl dijo:

    Son obras magníficas una muestra de que un artista puede ver algo hermoso y proyectarlo para que otros disfruten de lo que uno ve en las pequeñas cosas de la vida especialmente en medio de esta trágica pandemia felicidades por la Expo

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Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli

Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli

Periodista. Graduada en la Universidad de Camagüey "Ignacio Agramonte Loynaz" (2011). Periodista del diario Granma (2011-2016), de La Jiribilla y Cubaliteraria (2017-2018) y columnista en Cubainformación. Fue Consultora de Comunicaciones en la Oficina de la FAO en Cuba (2018).

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