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Escuelas del Partido: Seis décadas formando cuadros para la Revolución

En enero de 1959, por vez primera en casi cinco siglos de historia, el pueblo de Cuba asumía el mandato de sus destinos. Al frente, en la vanguardia, los líderes que conquistaron en el llano y la montaña la victoria. El país que renacía necesitaba de cuadros,  personas capaces de llevar adelante el desarrollo, la defensa, la economía, de dar pertinente solución a las necesidades sociales demandadas por la nueva sociedad y sus  relaciones de producción.

El comandante Ernesto Che Guevara, en su ensayo “El cuadro columna vertebral de la Revolución” comentaba: “Cuando se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba definitivamente el mando, se vieron también las grandes limitaciones que tendría en el ejercicio del poder estatal a causa de las condiciones en que encontráramos el Estado, sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política y en todo el frente económico” Esa fue entonces una de las primeras y más importantes tareas: formar cuadros.

Para una persona encargada de la dirección política de la sociedad socialista, la primera condición es el mérito, entendido como la expresión real en su vida del compromiso con el pueblo y la Revolución. Además el desempeño eficiente de competencias profesionales propias de la dirección, las construcción del consenso, y la búsqueda sistemática de la participación popular en la toma de la decisión.

La dirección revolucionaria para la superación de esos compañeros y compañeras que salen de las masas, de los colectivos obreros, campesinos,  intelectuales necesitaba de un tipo especial de centros de superación, con un tipo particular de modelo enseñanza- aprendizaje. Bajo esas demandas nace el 2 de diciembre de 1960 el Sistema de Instrucción Revolucionaria que con los años sería el Sistema de Escuelas del Partido.

Desde los primeros años la vida demostró que no se trataba de enseñar una ciencia exacta o de una disciplina cuyo “estado del arte” era tan amplio y antiguo como la humanidad misma. El desafío de la formación política socialista en las condiciones de Cuba era nuevo y singular, la teoría revolucionaria, heredada del marxismo- leninismo, del pensamiento  emancipador de los pensadores cubanos y latinoamericanos , eran una sólida base y sobre ella se fundamentaba la enseñanza, pero un proyecto libertador autentico como el cubano, se enfrentaba a nuevos y desconocidos caminos para la construcción de la nueva sociedad, en tal sentido la ciencia ya conocida no era suficiente.

El Comandante en Jefe Fidel Castro aseguraba al respecto: “Lo que se está enseñando es más difícil, además de más importante: y lo que se está enseñando es también una ciencia, pero la ciencia más compleja, la ciencia más difícil, la ciencia más profunda, y no una ciencia muerta sino una ciencia en pleno desarrollo histórico. Porque, ¿qué puede haber más difícil y más complejo, en primer lugar, que una Revolución: qué puede haber más difícil y más complejo en la vida de los pueblos que la política: y qué puede haber más difícil que aquello que tiene que irse aprendiendo en medio del fragor de la lucha, de la batalla diaria? Y que de la propia lucha y de cada batalla tiene que ir extrayendo más y más conocimientos”.

A los cuadros de la Revolución se les exige, junto a su desempeño cotidiano, el aprendizaje directo con el pueblo, y su superación constante y creciente en la cultura general integral. Más  conocimientos, más instrucción, más dominio de la ciencia y la técnica “hay que estudiar, y hay que estudiar de verdad; y hay que adentrarse a fondo, y hay que sacar a relucir todas las armas y todas las fuerzas de la ciencia y de la verdad”- orientaba el compañero Fidel- Por supuesto, en primer lugar el ejemplo personal de compromiso honesto y humilde ante el servicio público. Con el tiempo las Escuelas de Instrucción Revolucionaria  evolucionaron a las Escuelas del Partido, hoy es una red que se extiende por toda la nación, desde el más recóndito territorio, hasta la ciudad capital.

Un sistema que se sostiene en la formidable e imprescindible labor de los profesores activistas de las escuelas municipales. Esos miles de militantes revolucionarios que dedican una parte de su tiempo para enseñar en las aulas organizadas en centros de trabajo o de estudio, en campos y unidades militares. En ellas los nuevos militantes de la UJC y el Partido, los cuadros de las organizaciones de bases, y otros muchos compañeros y compañeras reciben preparación sobre la responsabilidad de dirección política y sobre la ciencias sociales.

Las Escuelas Provinciales del Partido, junto a la Escuela Superior del Partido Ñico López conforman una estructura institucional de formación universitaria para el pregrado y el postgrado de los cuadros políticos, de las organizaciones de masas y del Estado. Se estudia allí la Licenciatura en Ciencias Sociales  y   cursos para posgraduados, desde el entrenamiento hasta el doctorado. La “Ñico López” como se le conoce nacional e internacionalmente, ha sido también una escuela de revolucionarios de muchos países, especialmente de América Latina y África cuyos cuadros han venido a prepararse a sus aulas y sus profesores han impartido clases en las arenas de desierto del Sahara,  en las tórridas ciudades del Caribe, en las escuelas de los barrios de muchas naciones del tercer mundo. La Escuela Superior mantiene vínculos académicos con sus homólogas de los países socialistas como China y Viet Nam en un intercambio permanente de experiencias.

El claustro de profesores del sistema lo conforman compañeros y compañeras de diversas generaciones. Profesionales quienes a pesar de sus seis décadas de labor no abandonan el aula,   aprendiendo de su experiencia los instructores recién graduados de las universidades, jóvenes de diversas disciplinas que le imprimen ímpetu y frescura a las clases, que saben los códigos nuevos para la teoría clásica sin que se pierda un átomo de sus principios. Un claustro de alto nivel profesional comprometido, enamorado de su trabajo.

Un claustro con un número cada vez mayor de Especialistas, Master y Doctores en Ciencias, quienes investigan la Teoría de Dirección, la Economía, la Historia, las Relaciones Internacionales, la Sociología, la Psicología, la Comunicación Política y otras  disciplinas y con ello hacen propuestas dinamizadoras para resolver muchas de las contradicciones que cada día se enfrentan en la gestión  de las demandas políticas de una realidad cada vez más compleja.

Un claustro que se exige, junto a la elevación de sus conocimientos teóricos, el vínculo permanente con la práctica  en los territorios, acompañando a los cuadros en su trabajo, conformando un ejercicio de enseñanza aprendizaje mutuo y crecimiento permanente. A ese colectivo se le suman profesionales de todas las universidades del país quienes asisten como profesores adjuntos o invitados a las aulas del sistema, junto a ellos participan en la actualización y los debates, los principales cuadros de la Revolución, quienes nunca pierden el vínculo con el sistema de formación de cuadros.

El Sistema de Escuelas del Partido que arriba a sus seis décadas de fundado, es sin lugar a dudas una de las fortalezas con la que cuenta la Revolución. Un sistema que lucha para no detenerse en el tiempo y se supera a si mismo con la modernización de sus escenarios docentes, de los métodos de estudio y de enseñanza misma, a fin de unir en el camino al socialismo la teoría y la practica con el propósito arduo y tenaz de traspasar exitosamente, dirigentes y dirigidos, como expresara con un poco de poesía y mucho de razón el comandante en jefe “el umbral por donde se entra al camino difícil y empinado, a la cuesta dura pero gloriosa de la Revolución”.

(Tomado del Blog Turquinauta)