- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Denys Ramos: “Actuar es como mi segunda naturaleza”

“Siempre estoy deseando tener personajes que sean un reto y tratando de crear y desarrollarlos lo mejor que pueda, aportarles todo lo que pueda”. Foto: Portal de la Televisión Cubana.

No siempre los televidentes tienen la oportunidad de disfrutar el mismo día del mismo actor en dos personajes totalmente diferentes, y que en ambos esté bien.

El Lester de la excelente obra Zoológico, retransmitida por Cubavisión, y el Fabián de la telenovela actual, El rostro de los días, es Denis Ramos, un rostro familiar y generalmente aplaudido por la crítica y el público. No se olvida en De amores y esperanzas y tampoco en Lucha Contra Bandidos, la otra guerra, además de otras propuestas televisivas.

De la imitación de personajes radiales o televisivos a Yerma. ¿Cómo explicas ese salto?

–Jugar cuando eres niño es jugar, no tienes nadie quien te juzgue. No tienes a nadie que te diga si una cosa está bien o mal, simplemente estás jugando y lo que estás haciendo no le importa a nadie. Yo jugaba con otra amiga, una vecina que terminó siendo actriz también. Simplemente, era el placer de sentirnos bien haciéndolo, y de pronto llegar a un teatro, lo que es un teatro como tal, un tabloncillo con lunetas con personas mayores mirando hacia uno, con solo 10 años.

“Otros actores del grupo de Humberto Rodríguez en ese tiempo terminaron trabajando con Flora Lauten. Fue realmente conmovedor saber que una persona que ya llevaba muchos años de experiencia decía simplemente que sí, que yo tenía talento. Fue algo muy lindo, la palabra no es exactamente lindo, la palabra realmente es impresionante para mi vida. Fue genial cuando de pronto estaba en el escenario, ya estrenando la obra que fue mi debut.

“No pude seguir haciendo teatro por cuestiones del Periodo especial, era muy crudo, estaba pasando muchas necesidades y eso sí me gustaría que lo pusieras. En mis entrevistas obvian eso: sí pasé necesidades, como pasó la mayoría de los cubanos con muchas limitantes, y no tenía zapatos para ir a los ensayos y mi mama me dijo que no podía llevarme más a los talleres de Humberto, pero para mí fue muy muy gratificante saber que podía hacer algo como era actuar”.

A los 13 años estabas en La Terraza. ¿Qué te aportó?

–Luego de pasar casi tres años, más o menos de los 10 a los 13, sin hacer nada de teatro, sin conocer nada más, sin aprender nada, Adolfo Llauradó abrió el teatro para adolescentes. Era un taller comunitario; desde que entré tuve ese sentido de pertenencia, como mi casa. De paso, era frente de mi casa. Adolfo se comportó con nosotros como si fuera nuestro padre. Fue muy recio, el taller lo impartían Llauradó y Eduardo Benítez.

“Nos pusimos de acuerdo todo el grupo y decidimos llamarlo La Terraza. Entonces fue cuando realmente pensé que podía tomar en serio la carrera de actor. Incluso hay un documental donde termino diciendo que “si no soy actor, muero”, y en realidad siempre es lo que he sentido, creo que no hay otra profesión para mí.

“Hablando de esto me emociono, no hay otra profesión que haría con más amor que esta. Creo que pudiera hacer cualquier cosa en el mundo, por supuesto, aunque fuera barrer pisos, lo que sea lo puedo hacer con el mayor amor de este mundo, pero actuar es como mi segunda naturaleza, es una necesidad muy grande.

“En fin, con Humberto supe lo que era actuar y que los actores no se morían de verdad, pero la verdad del actor la aprendí estando en el taller de Adolfo, allí aprendí donde no moríamos de verdad, pero… la verdad era saber que podías morir en el escenario. Es una paradoja pero es la forma en la que puedo explicar el paso de la casa de la cultura con Humberto, en el Olga Alonso, a La Terraza”.

¿Cuándo entras en la Escuela Nacional de Arte? ¿Qué aprehendiste allí?

–En la Escuela Nacional de Arte (ENA) tuve muchos profesores. Algunos maestros me dijeron que no diera más clases con Adolfo, hubo quien me lo prohibía, consideraban que estar en el teatro con Adolfo no era algo bueno para mi carrera y mi aprendizaje como actor. A lo mejor trataban de protegerme de algún tipo de ego, de algún tipo de conocimiento que había adquirido durante el taller que ellos no querían que yo tuviera, sino que llegara con las manos vacías.

“Yo no llegué con las manos vacías a la ENA, sino con algunos estudios y algunas lecturas que no tiene que haber tenido un niño con 13 o 14 años; que, incluso, dentro de la academia uno no debería tenerlas a ciertas edades.

“Empecé a entender más cosas cuando entré en la universidad, fue con los mismos libros. Hubo una cosa que sí me llamó la atención, y es que cuando me prohibieron estar en el taller de Adolfo lo primero que pensé fue: todo lo prohibido es tentador. El taller de Adolfo siguió dos años más, me permitió poner en tela de juicio todo lo que aprendí.

“Yo sentí luego, cuando estuve con otros maestros como Bertha Martínez, que constantemente decía ‘pongan en duda todo lo que aprenden, o pongan en duda todo lo que digo, o todo lo que leen o lo que existe’. La duda es el sinónimo de la inteligencia y la duda es una de las cosas que me ha perseguido, a tal punto que hice un monologo que se llama Dudo.

“He dudado otras cosas en el monólogo, cosas de la profesión y del aprendizaje constantemente. Para mí, la ENA fue un paso de consolidación de conocimiento y entendimiento, y pude poner en práctica algunas cosas que no había conseguido totalmente dentro los talleres”.

¿Cómo llegas a Los Villalobos? ¿Qué edad tenías?

–A los Villalobos llego terminando la novela Historias de fuego, de Nohemí Cartaya. Fue mi segundo trabajo en televisión, no recuerdo si fue la misma Nohemí o fue algún otro director o productor, quien me dijo que Miguel Sosa estaba buscando actores y que si quería pasara por allá para hacer casting y me presenté. Resulta que Miguel confió en mí para hacer un personaje como el del Cabo Interino, que en mi vida había hecho un personaje de ese tipo. En la televisión era mi segunda vez y fue emocionante saber que otro director iba a confiar en mí con tanta rapidez. Fue un casting que no voy a olvidar, porque fue con mucho cariño y respeto

¿Qué recuerdos te trae Aquí estamos?

–Aquí estamos es La Ilíada y La Odisea juntas. Aquí estamos fue un trabajo para el que tuve que pedir licencia en la escuela. Estaba cursando el segundo año en el Instituto Superior de Arte (ISA) y me obligaron a pedir licencia, porque llevaba tres meses ausentándome a clases. Le voy a confiar una cosa, si quiere lo publica o no, pero en esos tres meses el ISA estaba teniendo problemas con los profesores y tampoco se estaban dando clases. Aun así me mandaron a pedir licencia porque yo no estaba asistiendo.

“Me dediqué a todos los entrenamientos que tuve que hacer para montar el personaje de Shidartha en Aquí estamos. Lo he dicho varias veces, pero que quede constancia y por escrito: dábamos entrenamientos, es decir, clases y entrenamientos de actuación, danza entre la danza folklórica y moderna, di entrenamientos de patinaje, guitarra y también tenía que entrenar físicamente, el físico que esperaban del personaje, eso fue lo que hice por dos meses y medio.

“Los recuerdos de Aquí estamos son muy intensos. Todo el proceso de pregrabación y grabación de la novela es una de las cosas más duras en cuanto a entrenamiento por el tiempo que duró: 13 meses en total entre pregrabación y grabación y fue más bello, todavía al terminar la serie, que quedaran amistades, quedaran personas queridas, que se guardan con la alegría y la satisfacción de haber trabajado en un proyecto tan profesional, tan dedicado como fue, gracias a Hugo Rodríguez y Alfredo Pérez”.

¿Me cuentas cómo te ha ido en el Teatro (la mayúscula se la pones tú)?

–El teatro... Ay, Paquita, en el teatro creo que no he tenido el mismo éxito o las mismas aprobaciones desde el sentido de la crítica, incluso desde las encuestas. No ha sido de la misma manera porque la televisión es un medio mucho más masivo y lo ven muchas más personas.

“El teatro es como más selecto, lo ven pocas personas, no en todas las funciones uno está al ciento por ciento, aunque quisiera. Uno siempre se está cuestionando por qué razón no pasa y eso es obvio, porque si pasara al ciento por ciento entonces, evidentemente, habría algo mecánico, algo que no es real.

“Yo creo que el Teatro, con mayúscula, es mi casa, es el lugar donde he permanecido más tiempo. He hecho más teatro que televisión o cualquier otra cosa, pero así no lo ven, me ven por lo general como un actor de televisión. El teatro es el lugar al que trato de regresar siempre y desintoxicarme de otros medios. Trato de volver a esa intensidad, a ese trabajo tan dedicado de día a día, ir construyendo poco a poco cada matiz, cada subtexto, cada mirada, cada gesto, cada momento que vas a dejar a la improvisación o cada momento que vas a marcar de manera muy precisa,  porque es como te gusta ser, es como te gusta interpretarlo en el momento que sea, como lo hiciste o como lo llegaste a hacer en algún momento del ensayo. Creo que el teatro siempre va a ser el lugar donde me voy a parar, aunque solo tenga un interlocutor, porque es una necesidad. Más que una necesidad, es el lugar donde puedo habitar, donde puedo exorcizar mis demonios.

“Del teatro puedo decirte El cartero de Neruda, de la novela de Antonio Skármeta que Orietta Medina adaptó para el teatro. Mi tesis de actuación fue La verbena de la paloma, pieza dirigida por Bertha Martínez. El mago de Oz, versión de Abelardo Estorino dirigida por Fabricio Fernández, y Tango, de Mrozek; Sueño de una noche de verano y Noche de reyes, las dos obras de Shakespeare, dirigidas por Carlos Díaz, y, por supuesto, Dudo, que es mi primer unipersonal. Espero hacer muchos más, es un mundo que creo que puedo explorar y también el de las obras cortas por lo general. He hecho obras multitudinarias, obras de muchos personajes, no he tenido la dicha de hacer obras de dos o tres personajes solamente Creo que sería bueno experimentarlo, y si puedo en algún momento determinado, dirigir, que es lo que más estoy ansiando”.

¿Y en el cine y la radio?

–He hecho muy poco cine, y ahora con Opus Habana y Desde el corazón de La Habana, que dirige Otto Braña, es que estoy haciendo radio. Me gustaría hacer mucha más radio, me gusta mucho, pero tengo una necesidad increíble de explorar el cine. No he tenido la oportunidad de hacer. Si acaso, cosas muy pequeñas, y realmente es como lo que me queda pendiente como actor”.

¿Has dejado de hacer una obra audiovisual por una temporada teatral?

–Realmente he hecho una obra teatral junto a una obra audiovisual. A los productores siempre les dejo claro que voy a hacer teatro durante la producción que sea, y si estoy en una temporada, la hago. Solamente una vez no pude hacer teatro por un trabajo en televisión, y fue porque era un trabajo pendiente que ya había empezado, se paró y durante ese paro yo empecé a hacer teatro porque pensé que se iba a parar por tiempo indefinido, que ya no se iba a retomar la producción. Al cabo de los dos meses, la retomaron y ya tenía un contrato firmado.

“Si no hubiese sido por ese contrato, no hubiera hecho el trabajo en televisión. Habría continuado haciendo la obra de teatro que había empezado a ensayar, estaba muy interesado en ella y me gustaba lo que estaba haciendo, pero espero que eso no me vuelva a ocurrir. Siempre que tenga un proyecto, el que sea, el primero que llegue, ese es al que le voy a dedicar todo mi tiempo.

“Claro, hay que tener en cuenta que el dinero también es importante, porque si no tengo dinero para producir lo que voy a hacer, no puedo actuar. Creo que si no hubiese tenido el trabajo en televisión que tenía en ese momento, me hubiese sido casi imposible hacer Dudo. Parte de ese monólogo salió de mi bolsillo. De hecho, el personaje de Fabián lo hice exactamente a la misma vez que estaba ensayando y poniendo Dudo en el teatro”.

Del buen Fabián o Pavel al diabólico Lester. Evidentemente, no te han encasillado. ¿Los personajes te llegan a ti o tú los buscas como un reto a tus potencialidades?

–Realmente me hubiera gustado que viviéramos en un país que tuviera producciones abundantes, que hubiera dónde escoger. En realidad, los actores podemos escoger si hacemos un personaje o no, a veces sí te dan la oportunidad, pero eso ocurre muy pocas veces y uno debe aprovechar en el momento que sucede, mientras te tocan personajes.

“He tenido la suerte de que los directores, por lo general, no me han encasillado, y me han dado la posibilidad de hacer varios tipos de personajes y de crear junto a esos personajes, transformarme físicamente. A veces, en la televisión no podemos transformarnos de todas las maneras que queremos. Yo terminé de hacer Pavel e inmediatamente estaba haciendo otro personaje. Un ejemplo, estaba haciendo Latidos compartidos, en una temporada de De amores y esperanza; ahí sí que casi no puedes cambiar físicamente, porque estás grabando dos cosas a la vez y resulta duro para uno como actor, porque sabes que no has podido transformarte mucho y tienes que transformar el interior. También fue difícil porque fueron dos personajes que tenían cualidades, que tenían virtudes similares, pero si traté de transformarlos lo más que pude físicamente, incluso en la manera de proyectarse, en la manera de hablar.

“De Pavel a Lester es increíble porque yo siempre he creído que nosotros tenemos muchas maneras de ser y no siempre somos la misma persona en todos los momentos, ni en todas las circunstancias ni en todos los lugares. Simplemente Pavel tiene muchas cosas de Denys Ramos o Denys Ramos tiene muchas cosas de Pavel; Lester también tiene parte de Denys y es como prestarle un pedazo de todos los colores que puede tener uno a un personaje, y ponerle otros colores que uno no tiene. El cambio entre un personaje y otro es complicado, porque lo principal es que uno tiene que conocerse y saber hasta qué punto uno mismo pudiera en circunstancias determinadas comportarse de una manera o de otra.

“En cuanto a los retos y potencialidades, siempre estoy deseando tener personajes que sean un reto y tratando de crear y desarrollarlos lo mejor que pueda, aportarles todo lo que pueda. Es lo que siempre intento; sea el personaje que sea, trato de hacerlo porque no importa la magnitud, la dificultad o no que otros le vean. Todos los personajes tienen sus dificultades, están en dependencia de las personalidades de cada uno. Y sí he tenido la suerte, lo he pensado mucho, de hacer personajes que son diferentes”.

Nómbrame cinco personajes que te dejaron satisfecho.

–Paquita, eso está muy difícil. Algunas funciones de El cartero de Neruda me dejaron feliz, me hicieron feliz porque, como decía Adolfo Llauradó, cuando uno está en el escenario (y también lo decían Vicente Revuelta y Bertha Martínez) uno se sorprende de lo que ocurre dentro de los escenarios. Es que estás viviendo y es que estás siendo feliz, pues cuando eso ocurre, está sucediendo el maravilloso regalo de poder actuar y ser feliz actuando.

“Una de las cosas que me ha dejado mayor satisfacción es tratar de que en todos los personajes que hago poder hacerlo, pero no siempre es así. Por lo menos en personajes con El cartero de Neruda, mi propia tesis La verbena de la paloma, donde yo hacía de un enano que caminaba como un enano y les hice creer a muchas personas en el escenario que lo que había reamente era un enano… Cuando uno logra ese tipo de cosas, cuando estás en un escenario, solo, como en el unipersonal Dudo, más de 50 minutos, a veces hasta una hora, en dependencia de las acciones del teatro (no siempre dura lo mismo, puede variar solo unos minutos), cuando uno siente que está disfrutando, ya todo está claro. Por eso definirte un personaje es difícil...

“Shidartha es el nombre por el que me conocen casi todas las personas; Pavel, Cristóbal en Lucha contra bandidos, son personajes que realmente me han dejado satisfecho”.

Y ahora, ¿me señalas cinco, solo cinco, actores paradigmáticos de Cuba y del resto del mundo?

–Yo admiro mucho a Luis Alberto García, lo quiero también; otro de los actores que he admirado mucho, que he querido muchísimo y estudié con él, es Adolfo Llauradó. No puede dejar de mencionar, jamás dejaría de mencionarlo, a Vicente Revuelta; no lo conocí como actor, lo conocí como maestro; Alexis Díaz de Villega, Jorge Molina, Reinaldo Miravalles, Rolando Brito; del mundo, Al Pacino, Marlon Brando, tengo unos cuantos Roberto Benigni. Hay también otros actores que son de diversas nacionalidades, ahora mismo he olvidado nombres que admiro muchísimo y que me encantan, quiero también a muchos actores contemporáneos conmigo y he disfrutado trabajar con ellos.

Dime tu gran sueño en la actuación

–No sería capaz de comentárselo a alguien, porque mi gran sueño en la actuación es hacer algo que sea una actuación pero que vaya más allá de ello, y no quisiera dar muchos detalles sobre eso. Son cosas que tengo en mi mente, que tengo planeadas, que tengo pensadas, que a lo mejor tendría que dirigirlas. Es posible que tenga que dirigirlas, porque son cosas que quiero hacer y que sé que van a ser bastante complicadas, pero se pueden alcanzar y sería muy interesante hacerlo. Pero bueno, el Apóstol lo dijo, hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas. Sobre todo, los sueños.

De esas obras que disfrutaste de niño, ¿cuál o cuáles quisieras hacer?

–Hay obras que no disfruté cuando niño, que no llegué a ver, pero de las que tuve referencias, porque cuando vi El cartero de Neruda quería hacer el cartero, esa era una de mis metas. Y resulta que lo hice, llegué y lo hice. Pero una de las obras de la que tuve referencia y siempre he querido hacer es Bodas de sangre. Es algo que llevo dentro y me encantaría hacerlo. De niño vi El alma buena de Se-Chuan, Las brujas de Salem y Los ciervos. Son tres obras en las que me hubiera encantado trabajar. Y Arte e Ícaros. Son cinco obras en las que me hubiera encantado trabajar. La obra Arte, que dirigió Carlos Díaz, incluso se la he pedido, pero no se puede hacer. Sería genial.

¿Has pensado en dirigir?

–Sí he pensado dirigir, quiero hacerlo y, de hecho, antes de esta maldita pandemia estaba planificando para dirigir una obra. Pero llegó todo esto y tuve que parar todos los ensayos, el enfrentamiento al texto y a la dinámica que quería abordar con este proyecto. Quiero hacer cosas que estuvieron dentro del estudio de actores de Teatro Estudio, de Vicente Revuelta; cosas que tuve la oportunidad de hablar con él en un momento y que también conversé con Bertha Martínez y con Adolfo Llauradó en otras ocasiones de la vida, y que sería muy interesante retomar. Solo estoy esperando tener la oportunidad.