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Ecosistemas costeros, una mirada retrospectiva y de futuro

Bella ¿verdad?. Playa Los Cocos. Foto: Cortesía del Cimac.

La pregunta frente al auditorio fue atrevida: ¿Las playas en el actual escenario mundial sobrevivirán al cambio climático?.

Muchas personas miraron con cierta duda, de que no sería posible ante la exacerbación y uso indiscriminado de los recursos naturales, maltratos a la flora y la fauna, más la inobservancia de las medidas de conservación y rehabilitación de los entornos y los efectos del cambio climático.

La respuesta de la Master en Ciencias y estudiosa del Centro de Investigaciones de Medio Ambiente Camagüey (Cimac), Rebeca González López del Castillo no tardó mucho en explicar sus conclusiones. Muy atinada dijo: “Sobrevivirán”.

A veces los no entendidos en la materia no comprenden los nexos de la conservación de los ecosistemas con la economía como medio de adaptación al cambio climático, una realidad inobjetable.

A juicio de la experta, geógrafa de profesión y graduada hace más de tres décadas en la Universidad de La Habana, resultan clave para el efectivo equilibrio cinco aspectos esenciales.

En primer lugar, desarrollar y ejecutar proyectos de rehabilitación y mantenimiento de las playas, basadas en los resultados de las investigaciones científicas; dos, contar con una certera evaluación económica; tres, estimar los beneficios y costos ambientales de los ecosistemas; cuatro, la concepción de los modelos de desarrollo turísticos sostenibles y cinco, que la tarea vida sea un compromiso permanente y una nueva manera de pensar y actuar.

En el escenario de la COVID-19

El sol, la vegetación, el olor a salitre, los arrecifes, acantilados, accidente natural de las playas que atraen a los turistas y los demás atributos del paisaje marino, son elementos inseparables de la trayectoria laboral, de 36 años, de esta mujer que conoce palmo a palmo cada milímetro del balneario de Santa Lucía, con 20 kilómetros de playas arenosas, de origen coralino, y el ancho promedio de quince metros de la franja de arena y la incidencia del astro que ilumina el planeta.

Acompañada de un colectivo que sortea escaseses de recursos y en el que prevalece la voluntad de que ese circuito playero sea ejemplo de protección del medio ambiente, trabaja Rebeca hace treinta y seis años.

En febrero pasado, cuando en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, de la ciudad de Camagüey, ella expuso sus experiencias en un evento de economía ambiental, auspiciado por la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (Anec), los delegados salieron hacia sus respectivos lugares de trabajo con la convicción de la sinergia entre la academia, las investigaciones y los estudios de la economía.

Los geógrafos como Rebeca andan pertrechados de herramientas como mapas topográficos, temáticos, de coordenadas, modelos matemáticos y los sistemas de información geográfica y de imágenes satelitales para seguir el ejemplo de Eratóstenes de Cirene, 194 a 276 antes de Cristo, matemático, astrónomo y geógrafo griego, de origen cirenaico, quien concibió la geografía como una disciplina sistemática que todavía se utiliza.

La erosión de las playas, provocada por la irracionalidad en el actuar del hombre y fenómenos de la naturaleza, el grupo lo ha enfrentado con la aplicación de tres direcciones principales: científica, legal e ingenieril.

De mucho valor en los avances presentados aparecen el establecimiento y el incremento de la red de monitoreo con 47 perfiles, de ellos 29 con una observación periódica sobre posibles cambios o no; dos en zonas que fueron demolidas, 14, dedicadas a la rehabilitación de dunas y dos de canales.

Evidentemente con la aparición de la COVID-19, las expediciones a las playas se han modificado, aunque el colectivo, encabezado por Rebeca no renuncia a ninguna de las tareas planificadas para el 2020. Aún a distancia trabajan en la evaluación del programa, de las tareas técnicas para la rehabilitación de los frentes de playa, como es el caso de las instalaciones, pertenecientes al hotel Brisas.

En los predios del hotel el paisaje cambió para bien. Foto: Cortesía del Cimac.

Allí a principios del actual año se enfrascaron en las labores de campo. En este escenario de emergencia sanitaria se pasó al trabajo de gabinete y conclusivo a través de la modalidad a distancia.

Lo cierto es que el enfoque de trabajo, un poco de gestión ambiental de las zonas costeras, se ha convertido hoy en plan de Tarea Vida en Santa Lucía, específicamente en las tareas tres y nueve.

La primera refiere conservar, mantener y recuperar íntegramente las playas arenosas del archipiélago cubano, priorizando las urbanizadas de uso turístico y reduciendo la vulnerabilidad estructural del patrimonio construido.

La tarea nueve incluye, el fortalecimiento de los sistemas de monitoreo, vigilancia y alerta temprana para la evaluación sistemática de su estado y calidad de la zona costera, el agua, la sequía, bosque, la salud humana, animal y vegetal.

La experta se despidió de la conversación con un razonamiento lógico: “Siempre va a costar más la rehabilitación de un ecosistema, que el hecho de protegerlo”, sin dejar de reconocer el apoyo de las entidades turísticas a toda esa labor, incluso, en sus planes aparecen fichas presupuestarias para el mantenimiento de las pasarelas, las dunas y frentes de playa.

Santa Lucía en datos y cifras

Desde el 2010 al 2020 el cuadro estadístico recopilado arroja:

Rebeca González López del Castillo vive enamorada de su profesión. Foto: Cortesía del Cimac.