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La edad de las preguntas difíciles

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Transmitir información especializada sobre sexualidad, riesgos, métodos anticonceptivos y derechos reproductivos, en un lenguaje cercano al de los más jóvenes, se alza como necesidad impostergable. Foto: UNFPA / Cuba.

Cuando se apaga la luz, la conversación entre las ocho muchachas casi nunca se detiene. Al contrario, suele volverse más interesante. En la beca, la supuesta hora de sueño pocas veces se cumple. Después de las diez de la noche, el cubículo alberga anécdotas, consejos y bromas entre susurros. A veces Lili alza demasiado la voz y alguien viene a regañarlas. Se callan por un rato, pero vuelven a empezar cuando escuchan a los profesores alejarse. Anabel o Claudia, que suelen ser más reservadas o tener mucho sueño, piden que se duerman. Tampoco hacen caso. Después de clases, deportes, autoestudio o recreación, tras pasar tanto tiempo con sus novios o amigos, tienen que desahogarse.

Los comentarios sobre las últimas parejas en el aula o lo bueno que es Roberto, el novio de Dayana, las dudas sobre quién le gusta a Alejandro o el interrogatorio persistente de Rachel a Vanessa, que por esos días anda en pleno proceso de conquista, llenan el ambiente. Muchas noches hablan de sexo. Las más adelantadas comentan, con más o menos detalles, sus experiencias. Ana, que aún no han llegado a ese paso, indaga sobre qué esperar. A veces, no conversan sobre historias concretas. Más bien discuten sobre cómo, cuándo y con quién es mejor “hacerlo”.

Una opina que con el preservativo se siente menos, otra ya pasó por el susto de un posible embarazo y dice que no vale la pena correr el riesgo. No todas están de acuerdo. Tampoco coinciden al hablar de infecciones de transmisión sexual, abortos o promiscuidades. En general, conversan mucho entre ellas, pero no suelen hacerlo con nadie más. Nashe ha hablado estos temas con su mamá, Patricia suele investigar en Internet, pero la mayoría se deja llevar por los debates en el albergue. No tienen muchos otros espacios donde discutir sobre sexualidad y riesgos, sin frenos. A veces, los echan en falta. Tienen quince o dieciséis años, cursan onceno grado, están en plena adolescencia.

La insuficiente información sobre estos asuntos se alza como importante desafío cuando se habla salud sexual y reproductiva en la adolescencia, coinciden especialistas. Aunque el sistema de salud cubano cuenta con servicios de planificación familiar -y ha trabajado en diversas iniciativas para llevar estos temas a los más jóvenes-, estadísticas y estudios recientes evidencian otras alertas.

Para la doctora Francisca Cruz Sánchez son retos indiscutibles disminuir el embarazo no deseado y la trasmisión de infecciones de transmisión sexual (ITS) dentro de ese grupo. En ese camino, la experta, responsable del Grupo Asesor para la Salud y la Adolescencia del Programa de Atención Materno-Infantil (PAMI), del Ministerio de Salud Pública (Minsap), insiste en la necesidad de potenciar una educación sexual integral que incluya valores y promueva el uso de anticonceptivos.

Los números le dan la razón. Según datos del Anuario Demográfico de Cuba publicado en 2019, al cierre de 2018 la tasa de fecundidad adolescente fue de 54,6 nacimientos por cada mil jóvenes entre 15 y 19 años. Eso significa que el 16 por ciento de los nacimientos en Cuba lo aportan madres menores de 20 años. Y la tendencia ha ido en aumento en la última década.

Un embarazo temprano implica graves riesgos en materia de salud para las muchachas, quienes, además, suelen interrumpir sus estudios y frenar sus posibilidades de desarrollo. Para los muchachos –los pocos que en esta Isla con sólidas herencias patriarcales llegan a asumir la paternidad en edades tan tempranas-, significa romper con el curso natural de sus vidas en un momento en que no están, tampoco, preparados para ello.

Aunque las tasas de embarazo adolescente en Cuba se posicionan entre las más bajas de América Latina, resultan altas cuando se comparan con otros indicadores de salud al interior del país. Los bombillos rojos, sobre todo, saltan en la zona oriental. En las provincias de Granma, Las Tunas, Guantánamo, Holguín y Santiago de Cuba, junto a Camagüey, el indicador supera con creces la media nacional y alcanza valores en torno a los 60 nacimientos por cada mil mujeres menores de 20 años.

En paralelo, estadísticas del Minsap confirman el incremento entre adolescentes de infecciones de transmisión sexual, como la gonorrea y el condiloma acuminado. Según la doctora Cruz Sánchez, el hecho de que los más jóvenes, sobre todo los varones, no quieran usar preservativos en sus relaciones sexuales repercute evidentemente en este hecho.

“Ellos dicen que lo usan, pero el nivel de ITS que atendemos demuestra lo contrario. Si hay muchos embarazos no deseados en las muchachas, en la misma medida hay reportes de ITS entre los varones”, detalla.

Más allá de las brechas, ¿qué hacer?

El sistema sanitario cubano incluye diversos servicios de salud sexual y reproductiva (SSR) para estas edades. La atención primaria, garantizada en los consultorios del médico y la enfermera de la familia, las llamadas consultas de adolescente sano, puericultura y planificación familiar y los servicios infanto-juveniles en hospitales pediátricos son algunos ejemplos. Sin embargo, sobre todo por falta de comunicación eficiente, muchachas y muchachos no suelen acceder a ellos.

“Los adolescentes acuden a los servicios garantizados cuando ya tienen un problema. Por lo general, no les gusta mucho ir al médico de la familia y van directo a consultas de planificación, interrupción u otras, en los hospitales”, explica la doctora Cruz Sánchez a Cubadebate. Por tanto, añade, se trabaja para acercar las consultas de puericultura o adolescentes sanos a las escuelas y a los consultorios, como una alternativa que privilegia la prevención.

La falta de información, queda claro, supone un conflicto urgente. Transmitir datos, análisis y opiniones especializadas sobre sexualidad, riesgos, métodos anticonceptivos y derechos sexuales y reproductivos, así como visibilizar los SSR en un lenguaje cercano al de los más jóvenes, se alza como necesidad impostergable.

“Además, es vital involucrar a la familia, la escuela y la comunidad. No es responsabilidad exclusiva de los muchachos”, sostiene la responsable del Grupo de Salud y Adolescencia del PAMI.

Atender de forma diferenciada a los varones para que se involucren más en la prevención de embarazos tempranos e ITS, limitar las altas y bajas en el acceso a preservativos y asegurar una variedad de métodos anticonceptivos, seguros y de larga protección, para que tanto ellas como ellos puedan escoger, también resultan desafíos en los que ya se trabaja.

“Son barreras que tenemos, pero las superaremos”, reconoce Cruz Sánchez.

Efectivamente, las autoridades de salud no están de brazos cruzados ante estos conflictos y sus consecuencias. Con el objetivo de atenderlos actualmente se perfecciona el Programa Nacional de Atención Integral a la Salud de los Adolescentes, existente desde el año 2000, y el trabajo de promoción y educación para la salud que se ejecuta en la comunidad.

Una interesante iniciativa podría marcar la diferencia. Cuba comenzó hace poco más de tres años la implementación de estándares de calidad para servicios de salud sexual y reproductiva en la adolescencia. Liderado por el Minsap, en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)  y con el apoyo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA), el proyecto tiene como valor esencial el protagonismo juvenil en la identificación de necesidades y desafíos para conseguir servicios integrales –y amigables- de SSR para esas edades.

“Ya estamos trabajando en cuatro provincias y municipios, pero lo vamos a extender escalonadamente a todo el país.  Hemos publicado libros, normas, guías, para que cada vez se preparen más médicos, enfermeras y promotores de salud”, resume Cruz Sánchez.

El proyecto, que comenzó por los municipios de Buey Arriba, en Granma, Cumanayagua, en Cienfuegos, San Miguel del Padrón, en La Habana y Las Tunas, en la homónima provincia, incluye el desarrollo de un paquete de servicios integrales de salud, de modo que se alcancen los llamados estándares de calidad, que constan de ocho condiciones básicas.

Evitar cualquier tipo de discriminación, brindar atención con equidad y acercar la información sobre el acceso a estos servicios, no solo a los más jóvenes, sino también a la comunidad, las familias y los maestros, son algunas de ellas. Además, la iniciativa parte de la necesidad de mejorar las competencias de profesionales de la salud para intercambiar con este grupo etario.

Los estándares priorizan la participación de los propios adolescentes en el diseño de los servicios y que estos cuenten con horarios convenientes, espacios y ubicación adecuados, ambiente acogedor, limpio, que mantenga la privacidad y confidencialidad en la atención; junto a sistemas estadísticos propios para medir el impacto.

Para cumplir con estos preceptos, la aplicación del proyecto en Cuba incluyó procesos de capacitación, talleres con autoridades gubernamentales y de otros sectores. Allí se identificaron frenos culturales, creencias, mitos y fallos en las dinámicas de atención que han limitado el acceso de los adolescentes a este tipo de servicios.

Al respecto, la doctora Marisol Alfonso, representante auxiliar del UNFPA en Cuba, ha explicado que los talleres fueron vitales para fortalecer las capacidades nacionales desde que inició el proyecto hace más de tres años. “Ahora el Minsap tiene un grupo de profesionales con formación y herramientas suficientes que les permiten ser protagonistas en todas las fases, incluida la ampliación de la iniciativa hacia otros territorios en el futuro”, acotó durante el taller Evaluación de la calidad de los servicios de salud para adolescentes, con énfasis en salud sexual y reproductiva (SSR), efectuado el último noviembre.

Como parte de la iniciativa, se elaboraron materiales comunicativos sobre estos temas para socializar en los centros de salud y en los espacios más frecuentados por muchachos y muchachas, y se trabaja en la ampliación y focalización de una consejería telefónica sobre SSR.

Los debates realizados con adolescentes han dejado pistas claras de hacia dónde deben dirigirse los esfuerzos si de su salud sexual y reproductiva se trata. La maternidad y paternidad responsable, la prevención de conductas que entrañan riesgos sexuales y reproductivos, los servicios de planificación familiar y las ventajas de la anticoncepción moderna, de alta eficacia y larga duración, son temas en los que profundizar.

En tanto, generar espacios menos rutinarios para dialogar sobre estos temas, en parques o áreas recreativas, desarrollar herramientas digitales, al estilo de juegos de computadora o aplicaciones para móviles, y establecer alianzas con los medios de comunicación, resultan otros caminos para acercar cada vez más a los jóvenes con lo que implica su sexualidad.

No solo se trata de garantizar que existan los SSR, sino de asegurar que se conozcan y utilicen. El debate sobre sexo, embarazo e infecciones, entre otros temas, debe trascender las paredes de albergues, los pasillos de escuela y los grupos cerrados. Tiene que instalarse, con más información, creatividad y sin imposiciones, en otros escenarios de la vida adolescente. La meta: que muchachas y muchachos puedan tomar decisiones libres e informadas sobre su sexualidad y, en definitiva, cuidar su salud.

Se han publicado 2 comentarios



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  • jv dijo:

    Un instinto natural es difícil combatir, es muy bueno el artículo, la educación temprana, no quemar etapas, todo bien pero ante casos prematuros y no prematuros, es dificil en estos momentos que no hay profilacticos en las redes de farmacias, es muy riesgoso, en cualquier edad

  • Laura dijo:

    Es verdad que cuando estabamos en la beca aprovechabamos para hablar mucho de esos temas. Pero no siempre sabiamos de lo que estabamos hablando. Vale la pena espacios como este.

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Ania Terrero

Ania Terrero

Periodista de Cubadebate. Graduada en 2018 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
En Twitter @AniaTerrero

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