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VALIENTES: 50 días que estremecieron a Rafael, el médico que no quería dejar a sus pacientes en terapia intensiva

El doctor Rafael Venegas Rodríguez es especialista en Terapia Intensiva y Emergencias y mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Foto: Cortesía del entrevistado.

Cuando amanezca este lunes 18 de mayo, Rafael Venegas Rodríguez llevará poco más de 48 horas en su casa, al este de La Habana. Habrá acariciado cientos de veces el vientre de su esposa, con 26 semanas de embarazo.

Se habrá obsesionado con llamar y escribir a sus colegas de trabajo para saber cómo marcha todo. Quizá haya conseguido dormir una noche entera, y habrá escuchado retumbar aplausos en el barrio donde vive y que colinda, prácticamente, con el lugar donde pasó 50 de los últimos 65 días; y del que hubo que darle la “orden” de salir. Porque de otro modo, este lunes, Rafael estaría allí.

 Rafael tiene dos motivos esenciales para permanecer en una sala de terapia intensiva casi dos meses ininterrumpidamente. Uno de ellos, salvar a más de dos decenas de personas en estado crítico y casi la mitad de ellas portadoras del SARS-CoV-2. El otro, acompañar y cuidar a “sus muchachos”, el equipo de médicos y enfermeros que durante ese mismo tiempo luchó contra la COVID-19 en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Luis Díaz Soto, conocido como el Naval.

El doctor Rafael Venegas Rodríguez es especialista en Terapia Intensiva y Emergencias y mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Por cinco años fue el jefe de la terapia intermedia de ese hospital. Si le hubiesen dicho que a solo una semana de pasar a estar al frente de la sala de terapia intensiva se desataría en Cuba la batalla contra el nuevo coronavirus, quizá no lo creería. De igual modo, pienso, no habría titubeado.

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Rafael escribe pausado en el chat por el que intercambiamos. Intenta— le pido— rememorar las jornadas, los detalles, experiencias…Le pregunto por miedos y contesta que “muchos”. No hay modo de no tener miedo a lo desconocido, sobre todo si se trata de un enemigo con el que vas aprendiendo a lidiar sobre la marcha y del que quedan más preguntas que respuestas. El miedo es, a fin de cuentas, humano.

Si esos días se viven en una de las zonas más complejas de un hospital, el área límite a la cual llegan los pacientes en el estado más difícil, los temores, supongo, aumentan.

Aún así, o quizás por ello, la experiencia vivida “en el contexto de la terapia intensiva y el manejo de la COVID-19 fue realmente única e inolvidable”.

“Fue un reto que puso de manifiesto nuestra capacidad como médicos, de adaptarnos a nuevas condiciones, a la investigación constante y a la toma de decisiones”, explica el especialista.

“También durante este tiempo, con mucho riesgo pero con la convicción de su valor terapéutico, empezamos a utilizar, bajo la guía de los expertos del Ministerio de Salud Pública, los profesores Pereda, Rivero, Huber, modalidades ventilatorias nuevas para nosotros, llamadas por sus siglas en inglés APRV; lo cual influyó considerablemente, de conjunto con el resto de las medidas, en la evolución satisfactoria de nuestros pacientes”, dice el doctor Rafael.

Se trata, abundó, de una modalidad ventilatoria que permite mejorar la oxigenación en estos pacientes con el menor daño posible sobre la vía aérea. Hay que recordar que algunos de los enfermos con COVID-19 pueden evolucionar a insuficiencia respiratoria, y a continuación a una enfermedad grave llamada Síndrome de distrés respiratorio agudo, cuyo tratamiento es la ventilación mecánica.

“La modalidad ventilatoria a escoger depende de la disponibilidad de equipamiento y la experiencia de nuestros profesionales; nosotros decidimos asumir el riesgo, incorporamos rápido los principios técnicos de la misma y la empleamos con mucha convicción”, comentó el entrevistado.

Detrás de la satisfacción, de las vidas salvadas en la UCI del Naval, están las horas de desvelo de siete médicos, cuatro hombres y tres mujeres. “Son jóvenes, pero inmensos”, señala Rafael (al fondo vestido de azul). Foto: Cortesía del entrevistado.

Si en algo enfatiza el doctor Rafael, es en el hecho de que la terapia intensiva es una medicina del detalle, donde todo influye. “En el trabajo con estos pacientes hay que llevar el control simultáneo de más de 15 variables, y una sola persona no determina el resultado de ellas”.

Por eso,  insiste en resaltar el trabajo de equipo realizado, “en el cual fueron decisivos nuestros médicos, en su mayoría jóvenes y con un deseo inmenso de poner su sacrificio, sentido de entrega, inteligencia y pasión al manejo de estos pacientes. También la labor de nuestros enfermeros, personal asistente, estudiantes de medicina de la Universidad de Ciencias Médicas de las FAR, de los profesionales del laboratorio, del personal de imagenología”, enumera.

“Fue impresionante como todo el sistema funcionó en una sola dirección: el paciente”, acotó.

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“Un servicio de guardia de 24 horas, luego descanso 24 horas y de vuelta al combate. Ese fue el sistema de trabajo que instauramos en la terapia”, resume Rafael.

Ello, explica,  fue muy difícil de cumplir. “El descanso, por ejemplo, se subordinaba al estado de los pacientes, las discusiones de casos las hacíamos cada dos horas. Nadie descansaba hasta que los pacientes críticos no mostraban mejoría. Fueron momentos muy difíciles, pero también llenos de mucha satisfacción”, refirió.

Desde que trabaja en el hospital Naval, estos días los recordará, además, por ser la etapa donde más pacientes ha tenido ingresados al mismo tiempo en la Unidad de Cuidados Intensivos, dice.

“En números, durante esos 50 días tuvimos ingresados 60 personas entre sospechosos y confirmados al nuevo coronavirus, y de ellos 16 pacientes positivos a la  COVID-19. Había 25 enfermos críticos con necesidad de ventilación mecánica artificial, y de los mismos 11 tenían SARS-CoV-2. Ninguno falleció. Todos están hoy en sus casas, disfrutando junto a sus familias”, explica el especialista.

Durante esos 50 días este equipo atendió a 60 personas ingresadas en el Naval entre sospechosos y confirmados al nuevo coronavirus, y de ellos16 pacientes positivos a la COVID-19. Había 25 pacientes críticos con necesidad de ventilación mecánica artificial, y de los mismos 11 tenían SARS-CoV-2. Ninguno falleció. Todos están hoy en sus casas, disfrutando junto a sus familias. Foto: Cortesía del entrevistado.

Detrás de esa satisfacción, precisa, están las horas de desvelo de siete médicos, cuatro hombres y tres mujeres. “Dos tienen más de 40 años, el resto menos de 30. Son jóvenes, pero inmensos”, señala Rafael, de 43 años.

Entonces, alega que esta entrevista no estaría completa sin sus nombres. Y toda la razón le asiste. Uno a uno los enumera: doctor Raúl Santana, doctor Rubén Peña, doctora Beatriz Santiesteban Licea, doctor Pedro Aroche De Dios, doctora Arianna García Sánchez y la doctora Daniela Oliva Pérez. “Este es el pelotón que venció a la COVID-19”, afirma.

A ellos le agradece, a la constancia de permitir que la sala funcionara como un engranaje perfecto. “Siempre traté de inculcar a mis muchachos, la necesidad de trabajar a menos de un metro del paciente, lo más cercano posible que nos permitiera ver bien la situación e identificar tempranamente posibles complicaciones. Realmente fue un reto toda esta situación, pero indudablemente una experiencia inolvidable y que cambiará indiscutiblemente la visión y el trabajo de las terapias intensivas”, agrega.

Rafael agradece además la confianza en ellos “depositada por la dirección  del hospital, al coronel Julio, por sus consejos, por su apoyo, por los aseguramientos y lo necesario para que a nuestros pacientes y equipo nunca les faltara nada. A la vicedirectora, a la doctora Leticia, al profesor Parellada, Wilfredo, y Chivas,  porque su constancia, consejos y apoyo fueron también decisivos en los resultados obtenidos”.

Debe entenderse, dice, que esta es una pelea de mucha gente. “A todos nos mueve una pasión inmensa por cumplir con nuestro objeto social y para lo cual nos hemos formado durante muchos años: salvar vidas, devolver años de esperanza con la mayor calidad posible. En este empeño el país y el Ministerio de las Fuerzas Armadas han depositado muchos recursos y confianza, además de la confianza de nuestro pueblo y familia, que nos impulsa cada día con ese aplauso”, escribe Rafael en el chat.

-¿Lo alcanzan a oír?, pregunto.

El de afuera, el que viene del reparto donde vive, el de su esposa, amigos, el de sus vecinos, o el de la gente solo agradecida, ciertamente, dentro de las paredes de la UCI no se escuchan, no literalmente.

“Sin embargo sabemos que están, y esa sensación nos estimula y nos da fuerzas para seguir. Imagina, no cumplir con éxito esta tarea era uno de nuestros mayores temores”, comenta.

Mucho más, si se trata de cumplir allí, en el “hospital Naval, que constituye nuestro hogar, en donde nos formamos desde el inicio de nuestra carrera. Aquí aprendimos de nuestros profesores todas las herramientas que nos han permitido enfrentar este escenario tan difícil, y es a ellos a quienes hoy le dedicamos con mucho orgullo y satisfacción todas las vidas que salvamos”, dice.

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Equipo de terapia intensiva del hospital Luis Díaz Soto (Naval) en su lucha contra la COVID-19. Otro paciente salvado. foto: Cortesía del entrevistado.

El doctor Rafael, de los días vividos, ha sacado varias lecciones. Una de ellas, destaca, tiene que ver con el manejo de los pacientes con COVID-19. “Es complejo y multifactorial y entraña mucho sacrificio, estudio, constancia y entrega. En un escenario donde se sabe poco de esta entidad, fue importante y decisivo para Cuba que el Estado inmediatamente pusiera la ciencia a disposición  de la medicina, en beneficio de los pacientes”.

“Una de nuestras fortalezas fue la incorporación del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) al hospital, con la propuesta de distintos ensayos terapéuticos con demostrada valía en beneficio de los enfermos”, sostiene el intensivista.

Cuenta que es en este ámbito en el que conoce a la Doctora en Ciencias María del Carmen Domínguez, líder del proyecto CIGB- 258, “que por demás hoy ya la puedo llamar amiga”.

“Ha sido impresionante y un ejemplo, su sentido del deber, su convicción en la ciencia y su compromiso con nuestro país”, agrega.

De acuerdo con el especialista, la mayoría de los ensayos clínicos terapéuticos utilizados en el mundo fueron y van dirigidos a frenar o modular la hiper respuesta inflamatoria desencadenada por este virus, la llamada tormenta de citoquinas, “causa inequívoca de la evolución crítica y mortal en las personas contagiadas con esta enfermedad”.

“El día 30 de marzo comenzamos a aplicar en nuestros pacientes críticos el péptido CIGB- 258, proteína con demostrada eficacia en la modulación de la respuesta inflamatoria, utilizada por nuestra líder científica previamente en pacientes con enfermedades auto inmunes”, comenta Rafael.

Enfatiza que fue muy buena la respuesta en estos pacientes con la aplicación del producto, que ya venía por su fase dos de ensayo, previo a esta pandemia.

“Los fundamentos científicos eran fuertes, y cada vez que leíamos e investigamos aumentaba nuestra certeza de la utilidad del mismo en la modulación de esa tormenta de citoquinas. La respuesta fue formidable, nuestros pacientes empezaron a comportar una evolución satisfactoria, mejoría de los parámetros hemodinámicos, estabilidad, extubación”, detalla el doctor Rafael.

Inmediatamente remarca: “Cuba y el mundo no deberían olvidar este nombre: Péptido CIGB-258. O como debe salir en el prospecto Jusvinza. Sus resultados son muy alentadores”.

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“La COVID-19 es un reto que puso de manifiesto nuestra capacidad como médicos, de adaptarnos a nuevas condiciones, a la investigación constante y a la toma inmediata de decisiones”, explica el doctor Rafael Venegas. Foto: Cortesía del entrevistado.

En 50 días hay tiempo suficiente para atesorar vivencias. Lo confiesa este médico cuando indagamos en alguna específica que recuerde.

Habla entonces de la solidaridad entre los propios pacientes.“Despues de extubar a alguno, debía permanecer cerca de 72 horas con nosotros, y es increíble cómo participaban en su espacio de la mejoría de los demás. Cada vez que extubábamos a alguien nuevo, todos aplaudían en agradecimiento”.

Pero, la anécdota que más marcó al doctor Rafael fueron quizás las palabras de Orlando, un paciente que cuenta ya iba de traslado a la sala abierta, recuperado, cuando preguntó: ¿cuántos médicos hombres y mujeres son ustedes?

“Le devolvimos como pregunta un ¿para qué? y nos dijo: para saber cuántos padres y madres tengo, porque ustedes me devolvieron la vida”.

Cuando amanezca este lunes 18 de mayo, Rafael Venegas Rodríguez llevará poco más de 48 horas en su casa, al este de La Habana. Habrá contado esta historia, y su esposa, también médico, entenderá como necesario cada riesgo asumido. Cuando pasen 15 días, si aún es preciso, al doctor Rafael volverá a amanecerle el día salvando a otros, hasta que le “ordenen” descansar.